El sueño del Delfin.
En el río Amazonas, cerca de una humilde aldea huitoto, vivía un delfín que quería ser humano.
Nuestro delfín se acercaba todos los días a la orilla, asomaba su rosada cabeza y observaba a los hombres de la aldea. Los veía cazar, sembrar, amarse, pelearse…
Los observaba hasta que el sol caía tras las montañas y los huitotos se refugiaban en sus chozas. La idea de convertirse en un ser humano le obsesionaba, intentó muchas veces sacarse la idea, pero todo era en vano.
Un día, aquel delfín rosado notó con extrañeza que los pequeños hombrecitos que siempre saltaban por la aldea con gran algarabía, estaban calladitos. Se habían sentado con los ojos muy abiertos en torno a un humano de piel arrugada.
Aquel al que los pequeños hombres llamaban ”abuelo” les estaba contando una historia asombrosa. La historia de Yaku-Runá, el delfín que se transformaba en hombre. Al oír esto, el delfín se quedó de una pieza: ¡Era posible convertirse en humano!. Intentó preguntar al que llamaban “abuelo” cómo se podía transformar, pero los huitotos no comprendían su idioma y lo único que hizo fué delatarse.
- ¡Abuelo! ¿Es ese Yaku-Runá?
-No creo que sea él, seguramente es su primo- Contestó sonriente el abuelo.
- ¿Este también puede transformarse?
-Todos pueden pequeño, en cuanto un delfín toca tierra se transforma en hombre.
El delfín al escuchar esto se emocionó como nunca se había emocionado. Pensó en tocar tierra ahí mismo y unirse a los huitotos, pero pensó que tal vez se asustarían si se transformaba delante de ellos.
Se fue a un sitio apartado, donde los humanos nunca iban, y saltó con todas sus fuerzas. Su cuerpo rosado chocó con violencia contra unas ásperas rocas y la transformación no sucedió.
Asustado, nuestro delfín intentó volver al agua, pero su cuerpo se movía con torpeza entre las rocas. El sol inclemente empezó a agrietar su delicada piel y por cada grieta parecía escapársele un poquito de vida.
Tras una dolorosa lucha por llegar nuevamente a las aguas del Amazonas, nuestro delfín murió.
Había creído sin ver, había soñado con un imposible y había perdido la vida cazando fantasías. Él no lo sabía, pero al saltar fuera del agua, por unos segundos, fue como los humanos.
Un abrazo.
En el río Amazonas, cerca de una humilde aldea huitoto, vivía un delfín que quería ser humano.
Nuestro delfín se acercaba todos los días a la orilla, asomaba su rosada cabeza y observaba a los hombres de la aldea. Los veía cazar, sembrar, amarse, pelearse…
Los observaba hasta que el sol caía tras las montañas y los huitotos se refugiaban en sus chozas. La idea de convertirse en un ser humano le obsesionaba, intentó muchas veces sacarse la idea, pero todo era en vano.
Un día, aquel delfín rosado notó con extrañeza que los pequeños hombrecitos que siempre saltaban por la aldea con gran algarabía, estaban calladitos. Se habían sentado con los ojos muy abiertos en torno a un humano de piel arrugada.
Aquel al que los pequeños hombres llamaban ”abuelo” les estaba contando una historia asombrosa. La historia de Yaku-Runá, el delfín que se transformaba en hombre. Al oír esto, el delfín se quedó de una pieza: ¡Era posible convertirse en humano!. Intentó preguntar al que llamaban “abuelo” cómo se podía transformar, pero los huitotos no comprendían su idioma y lo único que hizo fué delatarse.
- ¡Abuelo! ¿Es ese Yaku-Runá?
-No creo que sea él, seguramente es su primo- Contestó sonriente el abuelo.
- ¿Este también puede transformarse?
-Todos pueden pequeño, en cuanto un delfín toca tierra se transforma en hombre.
El delfín al escuchar esto se emocionó como nunca se había emocionado. Pensó en tocar tierra ahí mismo y unirse a los huitotos, pero pensó que tal vez se asustarían si se transformaba delante de ellos.
Se fue a un sitio apartado, donde los humanos nunca iban, y saltó con todas sus fuerzas. Su cuerpo rosado chocó con violencia contra unas ásperas rocas y la transformación no sucedió.
Asustado, nuestro delfín intentó volver al agua, pero su cuerpo se movía con torpeza entre las rocas. El sol inclemente empezó a agrietar su delicada piel y por cada grieta parecía escapársele un poquito de vida.
Tras una dolorosa lucha por llegar nuevamente a las aguas del Amazonas, nuestro delfín murió.
Había creído sin ver, había soñado con un imposible y había perdido la vida cazando fantasías. Él no lo sabía, pero al saltar fuera del agua, por unos segundos, fue como los humanos.
Un abrazo.