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DEZA: Los guardas jurados....

Los guardas jurados.

He dicho en el apartado de los pastores, que los guardas jurados se reunían con ellos siempre que había alguna queja de cuaquier labrador que se sintiese perjudicado por daños de un rebaño.
Los guardas jurados del término de Deza, eran empleados de La Hermandad de Labradores y Ganaderos y llevaban una correa cruzada en el pecho, con una chapa que lo acreditaba. Del guarda más antiguo que tengo noción es del tio Lupo que su mujer la llamaban la tia Paca “La Boquilla”. Le seguiría en la lista el tio Mauricio de la tia Juliana que vivía en la casa del Seve. Al morir su mujer, se marchó a Valencia y vino a Deza vendiendo calzado. El pobre murió desamparado en una casilla, debajo de San Blas, pasando sus últimos tiempos pidiendo por el pueblo. Recuerdo también al Francisco “El Dios”, al Antonino “El Cachoto”, cargado ya con una tercerola, y al Rogelio “El Potrica” que al pobrecillo, al no venir a casa, se lo encontraron muerto en el campo, víctima de algún ataque al corazón.
La misión que tenían los guardas, era la de cuidar todas las propiedades del pueblo, empezando por ejemplo, con la tala de leña en los montes, la entrada de los ganados en las fincas sembradas de cereal, de legumbres y de las frutas y verduras de las huertas, o sea del robo de cualquier cosa y del cuidado de las viñas. Cuando había envero ya no se podía entrar en ellas bajo una posible multa, por inflación. Podías alegar, si te pillaban en una viña, que no llevabas nada robado; pero podías llevar la barriga llena de granos en donde no se veían. Lo anunciaban con un “mayo” plantado en el Alto del Ramo, con objeto de que se enterara todo el pueblo y así no poder alegar ignorancia en caso de pillar a uno, diciendo que no lo sabía. Ahora hace mucho que el ramo no se pone y además tampoco merecería la pena ponerlo pues las viñas ya desaparecieron de nuestro entorno. Sólo quedan cuatro parras en las huertas y aquellas otras que durante decenios están alegrando nuestras calles dando incluso el nombre a alguna de ellas, como por ejemplo, La Calle de La Parra.
En Deza se plantaba en La Plaza Mayor, en el mes de mayo, un árbol cortado lo más alto y derecho posible al que se le daba el nombre del “mayo”. Los quintos de ese año eran los encargados de escoger el ejemplar, cortarlo sin permiso y de llevar a término esta bárbara acción. Lo mismo se hacía con otro árbol, delante de la ermita de San Roque. Quien sabe de donde vendría esa costumbre. Supongo que hoy día estará prohibido o por lo menos habrá que pedir los permisos correspondientes.

Un abrazo.