Pues el abuelo, te lo digo en persona amigo en el anonimato, deberá llevar mucho cuidado con sus pantagruélicos desayunos en Deza porque el médico le ha sacado en un análisis de sangre nada menos que el temido ácido úrico y lo ha puesto a régimen. Le ha entregado una lista en la que hay alimentos prohibidos (los mejores claro está); otros para probar de vez en cuando (los medianos) y por último una serie de porquerías que no hay quien las coma. Por algo me explico que con ellas baje el ácido úrico, el colesterol y pierda uno la grasa y hasta la salud, Y del vinillo, nada de nada. Así que tienes que escoger entre vivir renqueando o morir sano. No sé lo que es peor.
Un abrazo.
Un abrazo.
Es cierto que los alimentos que tomamos influyen directamente en nuestra salud. También se ha dicho que somos lo que comemos, bebemos y respiramos. Pasteur precisaba más afirmando que bebemos, comemos y respiramos el 90% de nuestras enfermedades. Dicen que, si queremos mantener la salud, debemos comer sano. Aunque hoy es difícil comer completamente sano, aun cuidándose. El campo está lleno de plaguicidas, pesticidas, herbicidas y otros productos químicos que son absorbidos por las frutas o vegetales que luego tomamos, o por los animales que sacrificaremos para comerlos; el aire que respiramos está enrarecido, sobre todo en las grandes ciudades; los ríos y mares cada vez están más contaminados, día a día convertidos en gigantescos vertederos receptores de todo tipo de sustancias tóxicas (y en esos ríos y mares viven los peces que luego hemos de comer). Según la Organización Mundial de la Salud, casi tres millones de personas se envenenan cada año en el planeta por su exposición directa a los productos químicos utilizados en el campo, de los que 200.000 mueren a consecuencia de esto. De ahí que se haga necesario conocer la procedencia de lo que comemos. Cierto que habrá que comer sano, pero tampoco creo que haya que obsesionarse en exceso.
Que lo anterior no debe hacernos perder de vista que la educación del consumidor, sus hábitos alimenticios, van a determinar en gran medida su mejor o peor salud. Abusar de cualquier alimento, hasta del agua, puede resultar perjudicial. En las campañas dirigidas a los consumidores por instituciones municipales o educativas, se hace hincapié en la conocida pirámide de los alimentos: la base formada por los que debemos tomar en mayor proporción y el vértice por los que menos. Según ella, el pan se debe tomar en cada comida, lo mismo que las frutas variadas; el aceite de oliva, los lácteos, las verduras y hortalizas y 2 litros de agua, a diario; las legumbres, el arroz o las pastas, tres veces por semana; aves y pescados, de tres a cinco veces por semana; los huevos, máximo de tres a cinco unidades por semana; las carnes rojas, máximo dos o tres veces por semana; por último, allá en el vértice estrechito, los dulces y grasas, muy poco. Miro, remiro y vuelvo a mirar todos los rincones de la pirámide, por si hubiera alguna galería oculta, pero no consigo encontrar la recomendación de ese rico vasito de vino tinto con las comidas. Caigo en la cuenta de que la pirámide debe estar hecha para menores de edad y conductores en activo. Supongo que los militares, sin y con graduación, y los jubilados podrán tomar un chorrito de la bota. Salud.
Como en casa, en ningún sitio. Esto, que hasta hace no mucho solía ser una frase acertada haciendo referencia a que en casa es donde mejor come uno, va perdiendo vigencia en bastantes casos. Cada día surgen datos que indican que en los comedores escolares se come mejor que en muchos hogares. Las autoridades educativas de varias Comunidades Autónomas -supongo que todas estarán tomando cartas en el asunto-, ante la evidencia de que cada día hay más niños obesos, hipertensos y con colesterol -algo impensable hace sólo unas décadas- han comenzado a tomar cartas en el asunto exigiendo a los responsables de los comedores escolares que los menús de los alumnos sean equilibrados y sanos, volviendo a la que conocemos como dieta mediterránea. Porque es cierto que en esta sociedad urbana tan ajetreada, con la incorporación de las madres al mercado laboral, con las modas -nefastas- importadas de comida basura y bebidas gasificadas y edulcoradas, ya está saltando la alarma de lo mal que comen estos menores, lo que se está traduciendo en los problemas de salud antes apuntados. Y en muchas casas, por ignorancia, comodidad y el abandono de las costumbres tradicionales, es un hecho evidente de que se come peor que en los colegios.
A una viejecita ya muy pachuchilla la visitaba el cura de su pueblo y en sus charlas la animaba diciéndole que cuando muriera, como había sido tan buenilla toda su vida pues iría derecha al cielo. La contestación de la viejecita siempre era la misma y le decía: "Señor cura, pero es que como en casita, en ningún sitio".
Un abrazo.
Un abrazo.