A la Rueda del Cañón
En el llano del peñón
(un gran cerro que hay en Deza)
se encuentra una depresión
que se llama Navaseca.
Navaseca fue una nava
que en tiempos no estuvo seca
rebosaba de agua pura
no como ahora, reseca.
El agua que daba vida
algún día se escapó
y la laguna vacía
de repente se secó.
La fauna y flora que había
en ese bello rincón
no aguantó ese cataclismo
y al fin desapareció.
Las aves volaron lejos
se quedaron sin comida
y las plantas que no vuelan
allí quedaron dormidas.
Los peces que no marcharon
el barro los atrapó
y en cosa de pocos meses
aquello se terminó;
Pues el sol que calentaba
sin tener la protección
de aquella agua cristalina,
poco a poco los asó.
¡Que pena daría verlo
que tristeza y que dolor
sin aves, depredadores
sin peces y sin verdor!
Sin aquellos grandes bichos
que cada día apagaban
esa sed que nos consume
cuando no encontramos agua
pues todos de allí marcharon
y se fueron poco a poco
según les guió el instinto
buscando otros nuevos pozos.
Unos se fueron corriendo
otros marcharon volando
y aquel que tuvo mas suerte
abajo siguió nadando;
Pero la pobres tortugas
que sin duda las habría
las pasaron tan canutas
que se encuentran hoy en día
hechas piedra y morirían
al acabarse el sustento
que la nava proveía
con peces como alimento.
Y formóse un gran barranco
en medio de aquel penón
al desplazarse la roca
que le hacía de tapón
con sus simas y gargantas
que el agua y piedras cavaron
y que después las tronadas
el camino aprovecharon
como harían los soldados
que con afán excavaron
y para rendir a un pueblo
un cañón posicionaron
después de hacer una senda
desde el llano de la nava
con dos surcos en la piedra
para que el cañón rodara.
Y desde allí contemplar
a Deza con su palacio
como los buitres que vuelan
buscando presa a diario.
Y las balas que lanzaran
desde ese punto final
la muerte llevaran dentro
con intención criminal
de destruir nuestro pueblo
y rendir la guarnición
sin saber que somos bel-los
tan duros como el peñón.
Con qué ahínco cavarían
que allí se inmortalizaron
no por hazañas guerreras
ni por hechos muy sonados
si no por una gran senda
que costaría un riñón
con esa señal ya eterna
DE LA RUEDA …. DEL CAÑON
En el llano del peñón
(un gran cerro que hay en Deza)
se encuentra una depresión
que se llama Navaseca.
Navaseca fue una nava
que en tiempos no estuvo seca
rebosaba de agua pura
no como ahora, reseca.
El agua que daba vida
algún día se escapó
y la laguna vacía
de repente se secó.
La fauna y flora que había
en ese bello rincón
no aguantó ese cataclismo
y al fin desapareció.
Las aves volaron lejos
se quedaron sin comida
y las plantas que no vuelan
allí quedaron dormidas.
Los peces que no marcharon
el barro los atrapó
y en cosa de pocos meses
aquello se terminó;
Pues el sol que calentaba
sin tener la protección
de aquella agua cristalina,
poco a poco los asó.
¡Que pena daría verlo
que tristeza y que dolor
sin aves, depredadores
sin peces y sin verdor!
Sin aquellos grandes bichos
que cada día apagaban
esa sed que nos consume
cuando no encontramos agua
pues todos de allí marcharon
y se fueron poco a poco
según les guió el instinto
buscando otros nuevos pozos.
Unos se fueron corriendo
otros marcharon volando
y aquel que tuvo mas suerte
abajo siguió nadando;
Pero la pobres tortugas
que sin duda las habría
las pasaron tan canutas
que se encuentran hoy en día
hechas piedra y morirían
al acabarse el sustento
que la nava proveía
con peces como alimento.
Y formóse un gran barranco
en medio de aquel penón
al desplazarse la roca
que le hacía de tapón
con sus simas y gargantas
que el agua y piedras cavaron
y que después las tronadas
el camino aprovecharon
como harían los soldados
que con afán excavaron
y para rendir a un pueblo
un cañón posicionaron
después de hacer una senda
desde el llano de la nava
con dos surcos en la piedra
para que el cañón rodara.
Y desde allí contemplar
a Deza con su palacio
como los buitres que vuelan
buscando presa a diario.
Y las balas que lanzaran
desde ese punto final
la muerte llevaran dentro
con intención criminal
de destruir nuestro pueblo
y rendir la guarnición
sin saber que somos bel-los
tan duros como el peñón.
Con qué ahínco cavarían
que allí se inmortalizaron
no por hazañas guerreras
ni por hechos muy sonados
si no por una gran senda
que costaría un riñón
con esa señal ya eterna
DE LA RUEDA …. DEL CAÑON