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DEZA: Vamos a catar....

Se está acercando la primavera; pero no acaba de despedirse el invierno. Todavía está dando unos coletazos tremendos y media España esta en alerta por nieves o vientos huracanados. No obstante en estos días, al aparecer el sol con fuerza, los almendros han empezado a despegar sus flores y las abejas ya están atareadas buscando el polen y el néctra que producen. El polen servirá para inseminar el cáliz que es donde se formarán las semillas del fruto, el día de mañana.
De la abeja el hombre obtiene buenos beneficios pues gracias a su trabajo obtendremos la rica miel, la cera y la jalea real.

Un abrazo.

La Miel
La miel es un fluido dulce y viscoso producido por las abejas a partir del néctar de las flores o de secreciones de partes vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores de plantas. Las abejas lo recogen, transforman y combinan con la enzima invertasa que contiene la saliva de las abejas y lo almacenan en los panales donde madura. Además la miel es una secreción que fue consumida anteriormente por las abejas.
La técnica de la extracción de miel de los panales de la colmena es conocida como hacer la cata.
Las características físicas, químicas y organolépticas de la miel vienen determinados por el tipo de néctar que recogen las abejas.

Un abrazo.

Vamos a catar.

Ahora que ha salido el tema de la miel es cuando recuerdo aquellos años en que toda la familia, mi familia en concreto y al completo, nos juntábamos en el entorno del colmenar de la abuela para efectuar la cata. El colmenar aún perdura y está en el barranco de Val de Hurtado, allá abajo, encima de La Vega Bajera, cerca de Los Ojos y es como una casilla. Estas casillas están divididas en compartimentos llamados hornos. Cada uno de ellos comunica al exterior mediante una abertura que se llamaba piquera por donde las abejas entran y salen. Por el otro lado hay una puerta de acceso a los panales. Cada horno a su vez está regentado por una reina. Es como si dijéramos una comunidad autónoma dentro del colmenar. La colmena, en cambio, es una unidad independiente, que se puede trasladar de un lugar a otro a voluntad y conveniencia del apicultor. El colmenar estará fijo para siempre.
En Deza hay muchos colmenares y colmenas esparcidos por los cerros de su término, especialmente en zonas que no se trabajan y en donde se crían diferentes plantas silvestres, como por ejemplo, el romero, el espliego, la aliaga y el tomillo, amén de flores de toda clase de frutales y de arbustos que suelen ser las que dan sabor a las mieles que se cogen en diferentes franjas, habiendo infinidad de sabores y hasta de colores. Hay mieles que van del blanco al muy oscuro pasando por una gama de rubios muy bonitos. Es una maravilla lo que pueden hacer esos bichitos tan pequeños y tan bien organizados, que son las abejas.
A principios de la primavera y cuando ya nuestros insectos pueden volar y encontrar comida abundante, cuando ya el invierno ha despertado de su letargo y todo está lleno de flores, el catador de oficio, decidiría el día en el cual haríamos la cata.
Los mayores prepararían los recipientes para transportar la miel y las viandas para la merienda campestre que celebraríamos al aire libre, siempre un poco alejados de las abejas pues al quitarles su tesoro y su comida, suelen estar muy enfadadas y pican como demonios. Se alborotan y con razón.
Mi amigo Joselito “El Romero” nos podría dar una lecciones magistrales sobre el tratado de las abejas y la miel al igual que nos las podría haber dado aquel señor que se llamaba el tio Felipe, hijo de aquella mujer rubia que vivía en la casa última de La Solana y que se llamaba “La tia Roya”. Una mujer bajita, regordeta, tiesa y simpática.
Yo solamente referiré los hechos, como ya he dicho en otras ocasiones puesto que ya existen verdaderos tratados de especialistas sobre las abejas con especificaciones muy exactas y muy estudiadas.
Al tio Felipe también lo llamaban “El Royo”. Yo creo que tenía amistad con todas las abejas del mundo puesto que las trataba como si fuesen conocidas de toda la vida y no les tenía ni el menor miedo. Ellas, creo que se daban cuenta de ello y lo respetaban ya que no le picaban o por lo menos lo le hacían ningún efecto esas picaduras tan dolorosas para los demás. Algunas personas son muy propensas a que las persigan las abejas y para otras la picadura llega a ser incluso mortal debido a la alergia del veneno que inyectan aun siendo tan poca cantidad.
La cata se empieza metiendo humo en el horno al que se le va a extraer la miel. Generalmente era una boñiga de vaca seca que ardía sin llama y poco a poco. El humo molestaba a los insectos y abandonaban de mala gana su habitáculo, momento que se aprovecharía para robarles la miel. Siempre quedaba alguna abeja dentro que expondría su vida, haciendo el sacrificio de quedarse vigilando posiblemente a su reina, que jamás abandonaría su prole y su reino. Y de aquellas otras que posiblemente estuviesen de guardia al cuidado de tan rico tesoro y las que había que apartar a la fuerza, quitándolas y sacudiéndolas con una escobilla para no hacerles mal.
Los panales se iban echando en baldes y en toda clase de recipientes que se tenían a disposición, como podía ser en bidones de aquellos de lata que habían tenido, en otros tiempos aceites minerales para motores. No había plásticos como ahora y se carecía de estos hermosos cacharros de tantos colores y formas como existen en la actualidad.
El horno, que así se llama el habitáculo de las abejas, no se dejaba vacío del todo pues había que tener en cuenta que quedaba la reina y se tenía que dejar algo de miel. También se procuraba dejar intactos los panales vacios para que pudiesen seguir trabajando tan pronto como se organizase aquel ejército que se había desbaratado; pero no derrotado.
Mientras tanto en las afueras y rondando por las piqueras de la pared habría miles de abejas revoloteando y dispuestas a dar su vida por defender su territorio picando a todo aquel que se acercase por allí. Muchos de nosotros ya sabemos que cuando pican dejan el aguijón clavado. Aguijón que sigue vivo puesto que sigue introduciéndose en la piel a pesar de haberse marchado medio destripada, aquella abeja que indefectiblemente morirá al poco rato presa de enormes dolores.
No confundir nunca con la picada de una avispa pues ésta inocula su veneno y no deja el dizque y además te clavara sus dientes al mismo tiempo dejándote dos señales muy bien diferenciadas. La abeja muere y la avispa sigue viva. La colonia de las abejas es infinita y el de las avispas es muy limitada y no pueden perder individuos que la defiendan de nuevo. Es así la vida.
A nosotros los chicos nos enseñaban cual era la reina y los zánganos de la colmena y como se hacía la cata; pero huíamos enseguida corriendo, al notar sobre nuestra cabeza el revoloteo de las pobres y enloquecidas abejas que se enredaban en el pelo y su constante zumbido, indicaba que estabas a punto de recibir el temido picotazo.
Todo pasa. El día inolvidable que habías esperado con tanta ilusión se habría cumplido, los cerros cercanos y los ecos entre los valles estarían mudos y silenciosos durante otro año, los lagartos asustados recobrarían la paz y las abejas nuevamente organizadas contarían sus bajas y sus muertos en combate y emprenderían de nuevo su devenir diario. Mañana de nuevo tendrías que ir a la escuela, quizá con algún ojo hinchado y al mismo tiempo los campos se habrían vestido de otra vez de gala. Todo seguiría su curso.
En casa de la abuela estarían unos días atareados separando la miel de los panales; tarea entretenida pues tendrás que apretujar entre tus manos una masa pegajosa de cera y miel y dejarla después que escurra en un viejo cesto, que se encargará de separar ambos componentes para el consumo y si conviene hasta para la venta. Del lavado de la cera se obtiene el aguamiel para hacer el mostillo. De la cera se hacen diferentes tipos de velas, unas muy gruesas y de mucho peso como por ejemplo la del Cirio Pascual que suele pesar varios kilos y otras muy largas y muy finas, como aquellas que en tiempos vendían en rollos o se hacían artesanalmente en casa y que después las mujeres las liaban en paletas de madera para mejor poder usarlas. Que bien olían.

Un abrazo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
La jalea Real

La jalea real es una sustancia segregada por las glándulas hipofaríngeas de la cabeza de abejas obreras jóvenes, de entre 5 y 15 días, que mezcla con secreciones estomacales y que sirve de alimento a todas las larvas durante los primeros tres días de vida. Sólo la abeja reina y las larvas de celdas reales que darán origen a una nueva reina son alimentadas con jalea real. Es una masa viscosa de un suave color amarillo y sabor ácido.
Todas las larvas consumen esta jalea, más aquellas ... (ver texto completo)