Es esta casilla en donde quiso guardarse bajo techo y llave una reliquia como la presente, que como veis es una ablentadora, estaba mi tío Antonino a punto de irse a comer un día de trilla, cuando de pronto apareció un hombre que le propuso venderle aceite, de estraperlo. Lo había visto atareado haciendo viajes de ida y vuelta a un rincón de un barranco cercano sin parar mientes en la faena que realizara. Según se ve, estaba en sus negros manejos.
El caso es que vino con una lata de cinco litros, muy liada con cuerdas de sisal y ajustaron el precio que resultaba muy razonable en aquellos tiempos. Mi tío le dijo que quería probar la calidad, cosa muy natural antes de cerrar el trato y esto contrarió al vendedor quién le dijo que era del mismo que llevaba en un frasco de muestra y que para qué iba a desatar todo el lío. Pero tanto insistió Antonino, que nerviosamente, dicho señor se puso a desatar la lata para mostrarle el interior. Al quitar el tapón roscado, quiso la suerte o mejor dicho, la presión atmosférica, que por efecto de la compresión/descompresión, saliera un chorro fuera de la lata y dicho chorro fuera mayoritariamente, de agua,. El pobre hombre había llenado las latas con agua y puesto encima una pequeña capa de aceite. Ambos, comprador y vendedor se quedaron sorprendidos y con boca abierta. Mi tio en ese momento, lo agarró del pecho y dijo que lo llevaba a denunciarlo a la guardia civil. Pero claro, le contestó el otro: Tenga Vd. en cuenta que a los dos nos van a empapelar, así que mire lo que hace.
Total que lo dejó escapar, con una serie de improperios digna de un carretero, viéndolo correr como alma que lleva el diablo, perdiéndolo de vista al momento.
El caso es que mi padre, como tenía la era al lado, también le debería llevar alguna lateja más, ya para no perder el otro cliente que presentaba la ocasión.
No sé la necesidades de acuciaban a aquel farsante en esos momentos; pero sé las necesidades que tenían mi tío con nueve hijos y mi padre con cinco.
¡Todo un sinvergüenza!
Un abrazo.
El caso es que vino con una lata de cinco litros, muy liada con cuerdas de sisal y ajustaron el precio que resultaba muy razonable en aquellos tiempos. Mi tío le dijo que quería probar la calidad, cosa muy natural antes de cerrar el trato y esto contrarió al vendedor quién le dijo que era del mismo que llevaba en un frasco de muestra y que para qué iba a desatar todo el lío. Pero tanto insistió Antonino, que nerviosamente, dicho señor se puso a desatar la lata para mostrarle el interior. Al quitar el tapón roscado, quiso la suerte o mejor dicho, la presión atmosférica, que por efecto de la compresión/descompresión, saliera un chorro fuera de la lata y dicho chorro fuera mayoritariamente, de agua,. El pobre hombre había llenado las latas con agua y puesto encima una pequeña capa de aceite. Ambos, comprador y vendedor se quedaron sorprendidos y con boca abierta. Mi tio en ese momento, lo agarró del pecho y dijo que lo llevaba a denunciarlo a la guardia civil. Pero claro, le contestó el otro: Tenga Vd. en cuenta que a los dos nos van a empapelar, así que mire lo que hace.
Total que lo dejó escapar, con una serie de improperios digna de un carretero, viéndolo correr como alma que lleva el diablo, perdiéndolo de vista al momento.
El caso es que mi padre, como tenía la era al lado, también le debería llevar alguna lateja más, ya para no perder el otro cliente que presentaba la ocasión.
No sé la necesidades de acuciaban a aquel farsante en esos momentos; pero sé las necesidades que tenían mi tío con nueve hijos y mi padre con cinco.
¡Todo un sinvergüenza!
Un abrazo.