¿tienes una pastelería?

DEZA: A propósito del autor de las historias del Capitán...

En casa tuvimos una perra chica, y por Chica la conocíamos. El ser más fiel, cariñoso y noble que he conocido. Va para tres años que nos dejó y nunca pensé que la pérdida de un animalito produjese el dolor que todos sentimos. Hasta a mi hijo, al que nunca había visto llorar -salvo de chiquitín- se le humedecieron los ojos.
Hay quien dice que los perros hacen mejores a las personas. No estoy de acuerdo, salvo matices. Puede que hagan mejores a quienes ya son buenos, pero, de ser cierto el dicho, cómo se explican los miles de casos de perros que cada año son maltratados por sus dueños, incluso ahorcados o arrancada su vida de cualquier otra forma y por quienes ellos no dudarían en dar la suya. Pero todavía hay un maltrato peor: el del abandono. Hay que ser muy desalmado -y aún el calificativo se queda corto- para abandonar a su suerte a estos seres entrañables, capaces de querer a sus dueños como sólo ellos son capaces. No sé qué pasará por la cabeza del perro que se ve de pronto abandonado en una cuneta -hay una práctica canalla de dejarlos al lado de las carreteras; será buscando que mueran atropellados, supongo-, solo, desorientado y desconcertado sin explicarse la pena, soledad y desamparo que ha de acompañarle en adelante. Dejado a su suerte -mala-, esquivando los coches que pasan, sin saber dónde ir salvo que un alma caritativa se apiade de él. Esto si antes no ha provocado un accidente. Recuerdo ahora un artículo de Arturo Pérez Reverte en el que comentaba el abandono de una perra en la nacional IV. Sus dueños, matrimonio con hijos, dejaron que el animal correteara confiada, mientras echaban gasolina; arrancaron dejándola allí. El animal los siguió, carretera adelante hasta que, extenuado, no pudo más, volviendo gimoteando a la gasolinera. Los empleados, más humanos que sus dueños, la acogieron dándole agua y comida. Pero la perra no abandonó jamás la gasolinera, siempre pendiente de los coches que paraban a los que olisqueaba por si eran sus dueños que volvían. Nunca volvieron, evidentemente. Un caso más. Cuando leí aquello me preguntaba qué explicación, si es que la dieron, pudieron dar los papás a sus niños; esos mismos niños que, seguramente, les habían pedido que les echaran un cachorrito como regalo de Reyes. Como si fuese un juguete. Luego, claro, hay que procuparse de cuidarlos, sacarlos todos los días, llevarlos al veterinario, vacunarlos... No sé si se atreverían a mirar a sus hijos a los ojos para darles una torpe respuesta. Tampoco creo que llegaron nunca a comprender la mirada de un perro. Si quienes me leen lo hacen, sabrán de lo que hablo.
Todavía, cuando al volver a casa abro la puerta, hay veces que pienso que me voy a encontrar con mi perrilla Chica moviendo el rabo, contenta de verme.
Saludos, Deza.

A propósito del autor de las historias del Capitán Alatriste: "Ningún ser humano vale lo que valen los sentimientos de un buen perro."
Arturo Pérez-Reverte, dixit.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
EL PERRO Y EL COCODRILO

Bebiendo un perro en el Nilo

al mismo tiempo corría,

y viéndolo un cocodrilo

muy meloso le decía:

-No seas tan impaciente.

Bebe quieto.

-Es malo andar

y beber; pero peor es esperar

a que me claves el diente.

Aprendamos el sentir

de este docto perro viejo:

Nunca debemos seguir

del enemigo el consejo.

Samaniego.

Saludos. Aries ... (ver texto completo)