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DEZA: Buenos dias Pefeval, al leer sus mensajes pensé que...

De vez en cuando me asomo a este foro para contar mis vivencias en el pueblo, algunos recuerdos de mi niñez y adolescencia. Creo que fue Paulo Coelho quien dijo que el recuerdo es como la sal: en la cantidad adecuada le da sabor a la comida, pero si pones demasiada, la estropea y que quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.
Considero que vivo intensamente el presente pero, en ocasiones, los recuerdos son inevitables y me agrada escribirlos ahora que dispongo de tiempo. Me gusta recordar aquellos años en que la vida era tan distinta, aquellos personajes carismáticos que conocí y las anécdotas que se comentaban de ellos cuando todavía no disponíamos de televisión y la vida en el pueblo era mucho más familiar…y mucho más ingenua.
Hoy quería contar un gracioso suceso, al menos a mí me lo parece, que le ocurrió hace muchos años a una paisana, y de una casualidad; nunca menciono los verdaderos nombres para evitar en lo posible descubrir sus identidades:
La tía Josefa era una buena dezana, tan buena que nunca había salido de Deza; ni siquiera a las fiestas de los pueblos limítrofes. Era frecuente por aquel tiempo- era a principios de siglo XX- que muchas personas, sobre todo mujeres- los hombres con eso de la mili si que salían del pueblo-, murieran sin haber conocido otro lugar que su solar natal, y eso le había ocurrido a aquella señora hasta que hubo de marchar a Zaragoza para reunirse allí con una hermana de su madre. La buena mujer, montada en una mula y acompañada de su anciano padre, llegó a la estación de Ariza, sacó el billete para el tren correo Madrid-Barcelona y se acomodó en el compartimiento, dejando sobre la estantería de madera que había sobre los asientos un pollo y un pequeño hato con su ropa.
Cuando el tren arribó a la estación del Santo Sepulcro, también llamada del Portillo, escuchó a los ferroviarios que anunciaban que habían llegado a Zaragoza. Cogió sus bártulos y bajó al andén asombrada de la grandiosidad de aquella estación, e impresionada por los gritos de los vendedores, los silbidos de las locomotoras y la gran cantidad de gente que por allí pululaba. Téngase en cuenta que la ciudad de Zaragoza por aquel entonces ya contaba con una población de doscientos treinta mil habitantes.
Cuando la tía Josefa salió de la estación, observó que no llevaba la dirección de su tía y se encontró perdida en una ciudad tan grande como desconocida; pero era una mujer muy dispuesta y, dentro de su ingenuidad, no se amilanó lo más mínimo.
Y es entonces cuando sucede la casualidad: se dirigió a la primera persona que encontró en la calle- hoy llamada de Anselmo Clavé-, y le dijo:
-Oiga señor, ¿sabe usted donde vive mi tía Toribia?
El hombre se quedó sorprendido ante la pregunta, pero después de pensarlo, le dijo:
-Si señora, vive en mi barrio, y tendré mucho gusto en acompañarla.
Casualidad o Angel de la Guarda, resultó ser cierto, y en pocos minutos tía y sobrina pudieron abrazarse sin dar importancia a aquella aventura.
Un saludo.

Buenos dias Pefeval, al leer sus mensajes pensé que podria pedirle la referencia de un poema, "Los dos burros", que lei hace mucho tiempo y que empieza asi:
"Al colegio de la villa llevo a su hijo un labrador diciendo: vengo con éste, tocante a su educacion"...

No recuerdo el texto, ni el autor.
Muchisimas gracias por aclararme.
Cordialmente.
Solveig
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola, yo creo que es asi

"CUENTO (MANUEL DE PALACIO)

NARRADOR.- Al colegio de una villa llevó un hijo un labrador diciendo:
LABRADOR.- Vengo con éste, tocante a la educación.
MAESTRO.- ¿Sabe leer?
LABRADOR.- Ni una letra.
MAESTRO.- ¿Escribir su nombre?
LABRADOR.- No. ... (ver texto completo)
Desconozco el autor, pero el texto es el siguiente:
Vengo con este tocante a la educación...
... ¿Sabe leer?
- ¿Ni una letra!
- ¿Escribir su nombre?
- ¡No!
- Entonces amigo mío, como el trabajo es atroz, me dará usted cinco duros por todo.
- ¿Cinco duros?, con ese dinero me compro yo un burro!
- Pues Lo mejor será que compre usred el burro, y... ¡Con este tendrá dos!