Las escuelas de Deza.
En Deza en mis tiempos había cinco escuelas: una de párvulos, dos de chicos y otras dos de chicas. Y todas estaban llenas a rebosar puesto que éramos muchos los niños que nacíamos en aquellos años. Sólo diré que a los veinte, quintamos para ir a la mili 26 mozos nacidos en el 1933. Añade a esto otras tantas mozas y verás que rebasábamos cada año la cincuentena de seres nuevos que veníamos a repoblar esta tierra. Eso sin contar los que se murieran de niños, que venía a representar un cinco por ciento, al menos.
Lo que mejor recuerdo de todo lo que ha perdurado en mi mente, fue aquel momento en que recibí las vacunas del médico y preparamos los papeles para mi ingreso en la escuela de párvulos, en contra de mi voluntad, pues no contaron conmigo para nada. De buenas a primeras, me vi inmerso en la escuela. Yo no quería ir y me llevaban arrastras. Al fin no quedó otro remedio que pasar a engrosar aquel maremagnun de pequeños dispuestos a volver loca a Doña Pasión que era el nombre de nuestra maestra, porque nuestra escuela de parvulos, no era otra que una jaula de grillos.
Un abrazo.
En Deza en mis tiempos había cinco escuelas: una de párvulos, dos de chicos y otras dos de chicas. Y todas estaban llenas a rebosar puesto que éramos muchos los niños que nacíamos en aquellos años. Sólo diré que a los veinte, quintamos para ir a la mili 26 mozos nacidos en el 1933. Añade a esto otras tantas mozas y verás que rebasábamos cada año la cincuentena de seres nuevos que veníamos a repoblar esta tierra. Eso sin contar los que se murieran de niños, que venía a representar un cinco por ciento, al menos.
Lo que mejor recuerdo de todo lo que ha perdurado en mi mente, fue aquel momento en que recibí las vacunas del médico y preparamos los papeles para mi ingreso en la escuela de párvulos, en contra de mi voluntad, pues no contaron conmigo para nada. De buenas a primeras, me vi inmerso en la escuela. Yo no quería ir y me llevaban arrastras. Al fin no quedó otro remedio que pasar a engrosar aquel maremagnun de pequeños dispuestos a volver loca a Doña Pasión que era el nombre de nuestra maestra, porque nuestra escuela de parvulos, no era otra que una jaula de grillos.
Un abrazo.