Instrumentos musicales rarillos.
Para el cante no sólo están la guitarra y la voz ya que tenemos también la percusión menor, formada por el cencerro (o campana), la cajita y la quijada de burro. Estos tres instrumentos son la combinación casi perfecta de metal, madera y un buen trozo de hueso.
El ser humano, en la mayoría de los casos, está siempre buscando algo mejor, algo distinto, algo nuevo y así es como apareció la música. Y en el Perú por ejemplo lo hizo hace unos diez mil años, según los entendidos. Después del descubrimiento de América, como producto del encuentro de lo andino y lo occidental, aparecen más de mil trescientos géneros musicales, de los cuales solamente dos rebasaron el ámbito regional: el huayno y la marinera (su nombre original es zamacueca).
Dentro de esa convulsión extraña aparece también la música negra y, poco a poco van surgiendo distintos ritmos dentro de esta, junto a los instrumentos que ya conocemos. De todos estos destaca uno por su forma peculiar, aunque todavía no es muy conocido ni difundido, a pesar de ser una muestra elocuente del ingenio afro peruano y elemento trascendente de la ya mencionada percusión menor, la Charaina, Carretilla, Kahuaha, o simplemente: Quijada de Burro.
"Para que suene bien una quijada, tiene que haber sido un burro trabajador", me dijo un amigo cañetano, mitad en broma, mitad en serio. Sobre su historia y origen se sabe muy poco, todos coinciden en que es uno de los resultados de la constante búsqueda de sonidos y posiblemente, producto también de las prolongadas horas de ocio en los galpones atiborrados de esclavos en haciendas como la de Santa Bárbara, en Cañete.
La quijada, después de haber sido pelada, debe ser hervida hasta que el color sea parejo y no le queden olores. Después de esto será muy sencillo aflojar los molares y premolares, que le darán la vibración que lo identifica.
Al tocarla, se golpea con el lado externo del puño y se rascan las muelas con un palito de madera. El resto, queda para la imaginación y el ritmo de cada uno.
Actualmente su uso se expande poco a poco llamando la atención de muchos y llevando el ritmo excepcionalmente.
Deza, en tiempos, podía haber sido un buen provedor de quijadas.
Un abrazo
Para el cante no sólo están la guitarra y la voz ya que tenemos también la percusión menor, formada por el cencerro (o campana), la cajita y la quijada de burro. Estos tres instrumentos son la combinación casi perfecta de metal, madera y un buen trozo de hueso.
El ser humano, en la mayoría de los casos, está siempre buscando algo mejor, algo distinto, algo nuevo y así es como apareció la música. Y en el Perú por ejemplo lo hizo hace unos diez mil años, según los entendidos. Después del descubrimiento de América, como producto del encuentro de lo andino y lo occidental, aparecen más de mil trescientos géneros musicales, de los cuales solamente dos rebasaron el ámbito regional: el huayno y la marinera (su nombre original es zamacueca).
Dentro de esa convulsión extraña aparece también la música negra y, poco a poco van surgiendo distintos ritmos dentro de esta, junto a los instrumentos que ya conocemos. De todos estos destaca uno por su forma peculiar, aunque todavía no es muy conocido ni difundido, a pesar de ser una muestra elocuente del ingenio afro peruano y elemento trascendente de la ya mencionada percusión menor, la Charaina, Carretilla, Kahuaha, o simplemente: Quijada de Burro.
"Para que suene bien una quijada, tiene que haber sido un burro trabajador", me dijo un amigo cañetano, mitad en broma, mitad en serio. Sobre su historia y origen se sabe muy poco, todos coinciden en que es uno de los resultados de la constante búsqueda de sonidos y posiblemente, producto también de las prolongadas horas de ocio en los galpones atiborrados de esclavos en haciendas como la de Santa Bárbara, en Cañete.
La quijada, después de haber sido pelada, debe ser hervida hasta que el color sea parejo y no le queden olores. Después de esto será muy sencillo aflojar los molares y premolares, que le darán la vibración que lo identifica.
Al tocarla, se golpea con el lado externo del puño y se rascan las muelas con un palito de madera. El resto, queda para la imaginación y el ritmo de cada uno.
Actualmente su uso se expande poco a poco llamando la atención de muchos y llevando el ritmo excepcionalmente.
Deza, en tiempos, podía haber sido un buen provedor de quijadas.
Un abrazo