Este link de la carne en las parrillas me trae un viejo recuerdo:
Sucedió en un pueblecito de la ribera media del Jalón durante una merienda. Nos encontrábamos haciendo la comida junto a la chopera, que consistía precisamente en costillas de cordero asadas. Mientras unos nos afanábamos colocando la mesa, las ensaladas y el vino, el colega de siempre, que se daba buena maña en estos menesteres, asaba las costillas sobre las brasas que previamente habíamos preparado al respecto, mientras otro, a quien conocíamos poco, permanecía junto a él, mirando “cariñosamente” como las chuletas se iban asando llenando el ambiente de ese aroma característico, apetitoso y excitante de la carne asada. Conforme se iban asando, el mirón, con la excusa de comprobar si estaban bien de sal o lo suficientemente asadas, se estaba “poniendo ciego” del delicioso manjar. El encargado de asarlas, no pudiendo resistir por más tiempo la glotonería del aprovechado indolente, le espetó:
-Joer, deja de comer ya, que te has jalado doce chuletas antes de empezar la comida y, de seguir así, no nos van a llegar a los demás.
A lo que el cínico invitado respondió:
-Mecagüen to, pues vaya descaro.. ¿es posible que me las estés contando?
De entre todas las moralejas que se me ocurren, recuerdo un pensamiento de Calderón: ”La buena intención, a veces, hace el agravio”.
Sucedió en un pueblecito de la ribera media del Jalón durante una merienda. Nos encontrábamos haciendo la comida junto a la chopera, que consistía precisamente en costillas de cordero asadas. Mientras unos nos afanábamos colocando la mesa, las ensaladas y el vino, el colega de siempre, que se daba buena maña en estos menesteres, asaba las costillas sobre las brasas que previamente habíamos preparado al respecto, mientras otro, a quien conocíamos poco, permanecía junto a él, mirando “cariñosamente” como las chuletas se iban asando llenando el ambiente de ese aroma característico, apetitoso y excitante de la carne asada. Conforme se iban asando, el mirón, con la excusa de comprobar si estaban bien de sal o lo suficientemente asadas, se estaba “poniendo ciego” del delicioso manjar. El encargado de asarlas, no pudiendo resistir por más tiempo la glotonería del aprovechado indolente, le espetó:
-Joer, deja de comer ya, que te has jalado doce chuletas antes de empezar la comida y, de seguir así, no nos van a llegar a los demás.
A lo que el cínico invitado respondió:
-Mecagüen to, pues vaya descaro.. ¿es posible que me las estés contando?
De entre todas las moralejas que se me ocurren, recuerdo un pensamiento de Calderón: ”La buena intención, a veces, hace el agravio”.