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DEZA: Aunque últimamente no participo activamente en el foro...

Tradiciones
Deza no conserva todas las tradicionesque se celebraban antaño, por unas razones o por
otras, los dezanos han perdido algunas de sus tradiciones.
Un ejemplo de estas tradiciones perdidas es la que acontecía todos los años elI de mayo. Los chicos que entraban en quinta ese año pingaban un mayo en la ermita de San Roque y el grupo de los que se iban a la mili lo hacían en la plaza del pueblo (al año siguiente era al revés).
Otra de las fiestas perdidas en Deza se conoce como la Fiestade los Inocentes. Los Quintos del pueblo de cada año formaban un Ayuntamiento: uno era el alcalde, otros los guardas, otro el alguacil... El día 28 de diciembre tenían el mando del pueblo y tenían libertad para ir poniendo multas a los dezanos.

Aunque últimamente no participo activamente en el foro por justificados motivos, si que lo hago visitándolo cuando puedo, comprobando la calidad y cantidad de mensajes que hacen que Deza sea uno de los punteros entre los pueblos de España. Gracias a todos esos intervinientes que colaboran y hacen que nuestro pueblo sea cada vez más conocido. Es de admirar la redacción de muchos de los escritos y los variopintos temas a tratar.
Efectivamente: los quintos que iban a la mili colocaban el mayo de la plaza. Había que buscar el chopo más alto y esbelto para colocarlo, por medio de largas sogas y horquillas, en el centro de la plaza. Los que quintaban el año siguiente, colocarían el de San Roque aunque, unos y otros nos ayudábamos mutuamente. Yo, desgraciadamente tengo un fatal recuerdo de la noche en que colocamos el de San Roque:
Aquel año-1963- nos juntamos en la Bodeguilla los quintos a quienes nos correspondía colocar el mayo. Alguien ya le había echado el ojo a un chopo del Molino de la Vega que reunía todas las condiciones para ser cortado y trasladado a la ermita. Pues así se hizo: cortamos el chopo con las hachas, lo cargamos sobre los hombros y lo dejamos junto a la carretera para organizar su transporte a la lejana ermita. Comoquiera que San Roque está en un lugar prominente y dado la distancia, intentamos buscar una solución para transportarlo y la hallamos cuando alguien propuso ir a la era de Pedro Lozano y cogerle “prestado el carro”. Este carro era un poco más pequeño de lo normal y se hacía mucho más manejable. A pesar de que él año de referencia de la quinta habíamos nacido en Deza unos veintiocho quintos, debido a la emigración, solamente quedábamos ocho o diez, lo que hizo necesario que buscáramos ayuda en otros más jóvenes. Así incluimos en el rol otros cuatro o cinco, entre ellos, aunque no me gusta juzgar, alguno irresponsable, como demostraron los tiempos. Pues bien, a mi me tocó ir a casa de Paco el del estanco a comprar una lía de esparto machacado para atar la copa- Paco todavía lo recuerda-. Cargamos el mayo en el carro y, a falta de mulas, decidimos transportarlo con nuestros motores corporales: una vez nivelado, se colocaron uno de los quintos en cada vara y el resto empujamos. Fue divertido el trayecto y lo hicimos de una sola tirada; nos sobraban fuerzas por la edad y claro, por que ya habíamos pasado por le Bodeguilla. Una vez en la explanada de la ermita, procedimos a descargar el chopo y comenzamos a cavar el agujero donde deberíamos plantarlo. Utilizamos las horquillas y las cuerdas y, en muy poco tiempo, quedó ubicado en su lugar. Se mostraba muy esbelto y, cuando la gente lo contemplara, seguro que considerarían que, los quintos de aquel año, habíamos cumplido sobradamente con la tradición.
Una vez colocado el mayo, había que festejarlo: junto con el carro, habíamos subido unos arenques, chorizo y unas hogazas de pan además de una garrafa de vino de veinte litros. Comimos todo cuanto subimos y nos apuramos todo el contenido de la garrafa, así que después nos encontrábamos con una inusual euforia, orgullosos de nuestra hazaña. Cuando lo consideramos oportuno, nos dispusimos a bajar al pueblo; sacamos el carro a la carretera y cargamos la garrafa vacía. Para que ésta no resbalara fuera del carro, me tocó a mi subir para mantenerla sujeta, y así emprendimos el descenso. Al doblar la curva más peligrosa, sobre los almendros de Salvador q. e. p. d., el encargado de la máquina- freno- se desocupó de su cometido y el carro se lanzó a tal velocidad por la pendiente, que los encargados de las varas no pudieron contenerlo. El carro salió disparado al precipicio, volando sobre la cuneta y precipitándose al barranco. Yo, que estaba aferrado a la garrafa, hube de soltarla y saltar cuando ya íbamos por el aire y quedé sobre el borde del precipicio. Todavía se me erizan los pelos cuando paso por aquel lugar y considero lo que podía haber sido. Como consecuencia, me rompí el cubito y el radio, unos puntos en la frente y hematomas por todo el cuerpo. Al día siguiente visita a Soria, escayola, puntos, etc. Afortunadamente todo curó pronto y aquel verano no perdí un solo día en los trabajos de la recolección.
Un saludo
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Pefeval, me alegra reencontrarte en el foro. Espero que, en cuanto puedas, sigas colaborando para que nos sigas deleitando con la amenidad de tus colaboraciones. Estoy seguro que más de un dezano podría aportar historias como la que narras por lo que tienen de recuperación de recuerdos con un contenido histórico-etnológico. Estas pequeñas historias nos sitúan en una época ya ida y desconocida para muchos jóvenes actuales por no haberla vivido: pingar el mayo, el vino en garrafa, el carro... por cierto, ... (ver texto completo)