JUEVES SANTO
El lavatorio.
Cuán humilde y amoroso
tomó una blanca toalla
el Señor, y puesta al hombro
y una vacía con agua
para hacer el lavatorio.
Púsose a los pies de Pedro
el Señor para lavarlos;
al punto se arrojó al suelo,
diciendo: Maestro amado,
eso yo no lo consiento.
Eso de lavar los pies
para mí, Señor, se queda;
soy un pobre pescador
que vengo de baja esfera,
mas Vos sois mi Redentor.
Vos sois un Señor tan grande
y yo cual vil gusanillo,
primero prefiero que antes
sea de fieras comido
que consentir que me laves.
Le miró el Señor y dijo:
Si no te dejas lavar
no me tendrás por amigo,
ni menos podrás gozar
del eterno Paraíso.
Al punto se arrojó al agua
diciendo: Lava mis pies
y todo mi cuerpo lava.
Señor, aquí me tenéis,
vuestra voluntad se haga.
Por vuestra santa oración,
digna de eterna memoria,
que nos queráis perdonar
y nos llevéis a gozar
con los santos a la Gloria.
El prendimiento.
Estando el Rey Celestíal
en el huerto en oración,
llegó Judas infernal
con su lucido escuadrón
siendo de ellos capitán.
Entraron con gran silencio
al huerto Getsemaní;
salióles Cristo al encuentro:
¿A quién buscáis gente vil?
Así todos respondieron:
Buscamos al Nazareno.
Díjoles luego: Yo soy.
Al punto todos cayeron
en pasmosa confusión
como muertos en el suelo.
Luego el Señor, al instante,
dio licencia al escuadrón
para que se levantasen
y con gran indignación
le embistieron como alardes.
Con rabia, ensoberbecidos,
le dieron fuertes puñadas.
San Pedro que aquesto vio
sacó su arrogante espada
con un ánimo atrevido.
A un sayón cortó una oreja.
Dijo el Señor: Tente, Pedro,
que, si defensa quisiera,
ángeles tengo en el Cielo
que a defenderme vinieran.
Pero es preciso morir,
y que derrame mi sangre
para el hombre redimir;
que si yo quiseira huir
el poder tengo bastante.
El lavatorio.
Cuán humilde y amoroso
tomó una blanca toalla
el Señor, y puesta al hombro
y una vacía con agua
para hacer el lavatorio.
Púsose a los pies de Pedro
el Señor para lavarlos;
al punto se arrojó al suelo,
diciendo: Maestro amado,
eso yo no lo consiento.
Eso de lavar los pies
para mí, Señor, se queda;
soy un pobre pescador
que vengo de baja esfera,
mas Vos sois mi Redentor.
Vos sois un Señor tan grande
y yo cual vil gusanillo,
primero prefiero que antes
sea de fieras comido
que consentir que me laves.
Le miró el Señor y dijo:
Si no te dejas lavar
no me tendrás por amigo,
ni menos podrás gozar
del eterno Paraíso.
Al punto se arrojó al agua
diciendo: Lava mis pies
y todo mi cuerpo lava.
Señor, aquí me tenéis,
vuestra voluntad se haga.
Por vuestra santa oración,
digna de eterna memoria,
que nos queráis perdonar
y nos llevéis a gozar
con los santos a la Gloria.
El prendimiento.
Estando el Rey Celestíal
en el huerto en oración,
llegó Judas infernal
con su lucido escuadrón
siendo de ellos capitán.
Entraron con gran silencio
al huerto Getsemaní;
salióles Cristo al encuentro:
¿A quién buscáis gente vil?
Así todos respondieron:
Buscamos al Nazareno.
Díjoles luego: Yo soy.
Al punto todos cayeron
en pasmosa confusión
como muertos en el suelo.
Luego el Señor, al instante,
dio licencia al escuadrón
para que se levantasen
y con gran indignación
le embistieron como alardes.
Con rabia, ensoberbecidos,
le dieron fuertes puñadas.
San Pedro que aquesto vio
sacó su arrogante espada
con un ánimo atrevido.
A un sayón cortó una oreja.
Dijo el Señor: Tente, Pedro,
que, si defensa quisiera,
ángeles tengo en el Cielo
que a defenderme vinieran.
Pero es preciso morir,
y que derrame mi sangre
para el hombre redimir;
que si yo quiseira huir
el poder tengo bastante.