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DEZA: Hola, pefeval: Deduzco por tus comentarios que has...

Curioso: ahora que baja el número de mensajes, aumenta el de visitas hasta las 1.442 de ayer. se ve que, con las vacaciones, entra más gente a curiosear, pero viendo los toros desde la barrera. Anda que no hay cosas que contar de Deza, su presente y su pasado, si hasta un foráneo como yo que no tengo vivencias dezanas puedo enrrollarme...
Pues eso, que siga la racha.

Hola, Manuel: bienvenido de nuevo a este tu foro. Durante estos días de Semana Santa, has regresado a tu solar natal, buscando el invierno, mientras en Málaga creo que hacía un tiempo de primavera. Los de nuestra tierra estamos habituados al frio. Desde niños hemos soportado las bajas temperaturas y, en muchas ocasiones, las ventiscas y horajes; y mucho más quienes hemos nacido en ambientes rurales. En una de mis últimas intervenciones- concretamente el dia 7-, hago alusión al "ordinario de Deza", a quien Gaya Nuño mencióna en El Santero de San Saturio. A pesar de que he intentado informarmeme, no he encontrado referencias sobre este singular personaje y la palabra ordinario, supongo que significa habitual, frecuente. Es posible que tu, que sueles estar muy documentado, sepas algo al respecto.
Un cordial saludo

Hola, pefeval: Deduzco por tus comentarios que has hablado con el abuelo, porque aciertas sobre mi viaje a Soria. Ya le dije que podía darte mi correo, por si te interesa.
Sobre el ordinario de Deza, compruebo que tienes buena memoria, o has vuelto a leer El santero de San Saturio en fechas recientes. Ya ves, como es evidente y lógico, por otra parte, que se han escrito más cosas de Deza de las que uno trae de vez en cuando por aquí. Efectivamente, en el capítulo VI "La nevada" (15 de enero) dice así: "Volvíame anoche a la ermita, con las limosnas del día, y, al llegar a los Viveros, me topé con el ordinario de Deza, que iba a Soria, con su macho bien cargado. No pudimos pararnos, porque hacía demasiado frío, y ambos resistimos el deseo de liar un cigarro. Arreando a la caballería, el ordinario me señaló el cielo:
-No nieva de puro frío. Pero mañana caerá una buena manta."
Desconozco si el ordinario de Deza que menciona Gaya Nuño lo usa como simple personaje de ficción, como recurso literario, pero creo que no. Los ordinarios de antaño eran arrieros, o carreteros o, ya en tiempos posteriores, y en algunos lugares, los propios conductores del coche de línea que llevaban géneros, cosas o incluso personas de un pueblo a otro. También se les llamaba cosarios (de llevar cosas) en algunas partes de España. También hacían encargos por una modesta gratificación. Si, supongamos, a un dezano le hacía falta que le trajesen (o llevasen) de la capital algún encargo, pues no podía o le interesaba desplazarse, el encargado de efectuarlo sería el ordinario (o cosario de Deza). Es posible que este personaje estuviese encarnado en alguien de carne y hueso en la época en que se desarrolla El santero de San Saturio.
Como anécdota, la palabra cosario la oí por primera vez de los labios de mi madre (q. e. p. d.), palabra que, años más tarde, le llamó la atención por su rareza a una escritora soriana cuando se la oyó decir a mi progenitora.
Un saludo. Espero que te haya aclarado algo tu pregunta.
(Me gustaría que alguien - ¿el abuelo?- nos dijese si recuerdan a algún ordinario de Deza, aparte del literario.)
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Como dices, Manuel, el libro lo leí hace más de treinta años, pero la palabreja “ordinario de Deza” se me quedó en la memoria y ahora, al mencionar a Gaya Nuño, la vuelvo a recordar. En efecto, aunque la palabra ordinario tiene muchas acepciones etimológicas como adjetivo: plebeyo, de poca estimación, regular, habitual, normal, común, bajo, vulgar, etc., y otras como sustantivo como son todos los clérigos regulares, y no lo son los obispos auxiliares y los coadjutores; también los tribunales, etc., ... (ver texto completo)
Me contaba mi padre que antes de haber la linea del coche las siete de Soria, como se le llamaba aquí, había un hombre que era el propio que cada día subía y bajaba a la capital. Traía el correo y algún encargo particular, especialmente medicamentos.
Por cierto un día de verano había unos segando en la vaga somera y al verlo pasar le digeron que entrara a echar un trago. Les contestó, sin aflojar el paso, que lo haría por la tarde, a la vuelta. O sea que en doce horas se tenía que hacer 112 kilómetros, ... (ver texto completo)