Las diferencias climáticas que se dan entre las distintas regiones de nuestro país tienen su máxima expresión en el reino vegetal en esta época incierta del año, a caballo entre un invierno que todavía no ha dicho adiós en algunas partes y una primavera que ya ha despertado en otras.
En pleno invierno los árboles caducifolios están desnudos en toda la península, sin distinción de las zonas más cálidas y las más frías; en verano, por el contrario, chopos, olmos o robles visten sus mejores galas en todo el país.
Sin embargo, quien haga un recorrido en estos días de las regiones más calidas a las más frías, como lo es nuestra Soria de estas últimas, observará que en el sur los árboles ya han despertado a la vida y están cubiertos de su verde ropaje; según se avanza hacia tierras castellanas, este ropaje se hace más liviano, aunque la vegetación se va desesperezando y viste al menos su ropa ligera; en Soria, por el contrario, esos chopos que acompañan... apenas dejan asomar unas tímidas yemas, mientras que nuestros robles todavía duermen el letargo invernal y muestran toda la desnudez de sus troncos y ramas.
El alto roble parece
que recalca y enmudece
su robustez como atleta
que, erguido, afinca en el suelo.
Como dijo nuestro Antonio Machado.
En pleno invierno los árboles caducifolios están desnudos en toda la península, sin distinción de las zonas más cálidas y las más frías; en verano, por el contrario, chopos, olmos o robles visten sus mejores galas en todo el país.
Sin embargo, quien haga un recorrido en estos días de las regiones más calidas a las más frías, como lo es nuestra Soria de estas últimas, observará que en el sur los árboles ya han despertado a la vida y están cubiertos de su verde ropaje; según se avanza hacia tierras castellanas, este ropaje se hace más liviano, aunque la vegetación se va desesperezando y viste al menos su ropa ligera; en Soria, por el contrario, esos chopos que acompañan... apenas dejan asomar unas tímidas yemas, mientras que nuestros robles todavía duermen el letargo invernal y muestran toda la desnudez de sus troncos y ramas.
El alto roble parece
que recalca y enmudece
su robustez como atleta
que, erguido, afinca en el suelo.
Como dijo nuestro Antonio Machado.
¡Ay, los lapsus! Obviamente, la vegetación no se va "desesperezando" (extraña mezcla -inexistente- entre despertar y desesperar) sino desperezando. En que estaría pensando.