Hoy os dejo un cuento.
Las mil monedas de oro.
Un hombre rico quiso repartir mil monedas de oro entre los pobres de la parroquia, pero como no sabía a cuáles debía darlas, fue en busca de un pope y le dijo:
-Deseo dar mil monedas de oro a los pobres, mas no sé a quiénes. Tomad el dinero y distribuidlo como queráis.
El pope le respondió, embarazado ante tamaña responsabilidad:
-Es mucho dinero, y yo tampoco sé a quiénes darlo, porque acaso a unos daría demasiado y a otros muy poco. Decidme a cuáles pobres es preciso dar vuestro dinero y qué cantidad a cada uno.
El rico concluyó:
-Si no sabéis a quién dar este dinero, Dios lo sabrá: dadlo al primero que llegue.
En la misma parroquia vivía un hombre muy pobre, que tenía muchos hijos y que estaba enfermo y no podía trabajar. Este pobre leyó un día que Dios no abandona a los que son buenos y decía:
- ¡Ay de mí! Estoy abandonado de Dios; y sin embargo no he hecho nunca mal a nadie... Iré en busca del pope y le preguntaré qué es lo que debo hacer para que mis hijos no se mueran de hambre.
Y salió en busca del pope; y al presentarse, el pope pensó:
"Este pobre es el primero que llega; le daré las mil monedas de oro del rico."
Las mil monedas de oro.
Un hombre rico quiso repartir mil monedas de oro entre los pobres de la parroquia, pero como no sabía a cuáles debía darlas, fue en busca de un pope y le dijo:
-Deseo dar mil monedas de oro a los pobres, mas no sé a quiénes. Tomad el dinero y distribuidlo como queráis.
El pope le respondió, embarazado ante tamaña responsabilidad:
-Es mucho dinero, y yo tampoco sé a quiénes darlo, porque acaso a unos daría demasiado y a otros muy poco. Decidme a cuáles pobres es preciso dar vuestro dinero y qué cantidad a cada uno.
El rico concluyó:
-Si no sabéis a quién dar este dinero, Dios lo sabrá: dadlo al primero que llegue.
En la misma parroquia vivía un hombre muy pobre, que tenía muchos hijos y que estaba enfermo y no podía trabajar. Este pobre leyó un día que Dios no abandona a los que son buenos y decía:
- ¡Ay de mí! Estoy abandonado de Dios; y sin embargo no he hecho nunca mal a nadie... Iré en busca del pope y le preguntaré qué es lo que debo hacer para que mis hijos no se mueran de hambre.
Y salió en busca del pope; y al presentarse, el pope pensó:
"Este pobre es el primero que llega; le daré las mil monedas de oro del rico."