ANTOÑANA
Uno de los paisajes más impactantes de Deza, es éste de Antoñana. No sé si el nombre le viene de su configuración, de una piedra alta y que arriba es llana o tiene otra signi- ficación que yo desconozco. A mí, siempre me llamaba este paraje, por la cantidad de nidos y de grajos que había en sus grietas. A pesar de haber tantos, pocas veces llegabas a coger alguno, pues en los nidos que tenías al alcance, anidaban muy adentro y si llegaba a caerse alguno de las alturas, se lo comían los depredadores de abajo, como eran las comadrejas, ratas y zorras que habitaban por los contor nos y que estaban al acecho pues esto era su despensa. El ruido que armaban todos juntos era maravilloso, por lo menos para mí que siempre fui muy amante de los pájaros y creo que hasta en la película de Hitchcock, “Los Pájaros,” me hubiera sentido feliz.
La carretera hacia Bordalba se comenzó a construir en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y el muro sobre el barranco es de esos tiempos.
El barranco se debió de formar, en épocas lejanas en las que tanta agua había por estos lugares pues se necesita mucha para excavar estas cárcavas a no ser que se repitiesen con frecuencia tronadas como la del día de San Antonio 13 de Junio del año 1934 que fue de recuerdo por lo menos para dos generaciones. Cuando se preparaba una buena tormenta siempre se pensaba en aquella y siempre salía la de San Antonio, a relucir. Aquí en Tarragona lleva fama la de San Lucas del año 1924. Esta fue mayor pues se llevó varias familias y en la de Deza sólo se llevó el burro.
Todos hemos pasado miedo con las tronadas, pero uno que puede contarnos las odiseas que pasó es el Bernardo, al que se le llevó un caballo con la carga, en el barranco de Serón y que apareció en Albalate enganchado en un árbol.
Antoñana
Antoñana es una roca
muy alta y arriba, llana
que estaba llena de grajos
gavilanes y alimañas.
También había un corral
debajo los pedruscales
para meter las ovejas
no para encerrar las aves
al borde de aquel barranco
que las lluvias excavaron
durante siglos y siglos
con aguas que vomitaron
en los llanos de Almanzorre
esplegares y cañadas
y en la raya de Aragón,
aquellas grandes tronadas
que vertían al Henar
serenas, desparramadas
abonando y recargando
buenas tierras de labranza.
Esto era lo normal
y lo que siempre pasaba
pero habrá que relatar
que vinieron aguas bravas
que fue el día San Antonio
el día la gran tronada
que las piezas fueron mar
y el barranco una cascada
pillando desprevenido
con una bestia de carga
a un buen hombre que venía
por esa misma garganta
en el preciso momento
que las aguas aumentaban
refugiándose en la cueva
que el cielo allí le escavara.
Y que fue su salvación
aunque tan mal lo pasara
que hasta pensó de entregar
a su Salvador, el alma
pues el burro que tenía
que no subió a la covacha
las aguas se lo arrastraron
con la carga que llevaba.
Y el caudal iba aumentando
y los pies ya le besaban
los remolinos traidores
que entre peñas se formaban
y amenazando su vida
a San Antonio clamaba:
Ten piedad de mi, buen Santo
y que acabe la tronada.
Y el buen Santo lo escuchó
pues aquellas aguas bravas
se fueron poquito a poco
como fieras amansadas
apaciguando su furia
que el mismo diablo agitaba
y en un remanso de paz
acabó aquella tronada
que las gentes del lugar
recuerdan con toda el alma
y a San Antonio le ruegan
que les libre de esta plaga
que aquel hombre la sufrió
y malo estuvo en la cama
y que a poco le costó
entregar a Dios su alma.
Relato histórico 13-06-1934
Riada de San Antonio en Deza
Uno de los paisajes más impactantes de Deza, es éste de Antoñana. No sé si el nombre le viene de su configuración, de una piedra alta y que arriba es llana o tiene otra signi- ficación que yo desconozco. A mí, siempre me llamaba este paraje, por la cantidad de nidos y de grajos que había en sus grietas. A pesar de haber tantos, pocas veces llegabas a coger alguno, pues en los nidos que tenías al alcance, anidaban muy adentro y si llegaba a caerse alguno de las alturas, se lo comían los depredadores de abajo, como eran las comadrejas, ratas y zorras que habitaban por los contor nos y que estaban al acecho pues esto era su despensa. El ruido que armaban todos juntos era maravilloso, por lo menos para mí que siempre fui muy amante de los pájaros y creo que hasta en la película de Hitchcock, “Los Pájaros,” me hubiera sentido feliz.
La carretera hacia Bordalba se comenzó a construir en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y el muro sobre el barranco es de esos tiempos.
El barranco se debió de formar, en épocas lejanas en las que tanta agua había por estos lugares pues se necesita mucha para excavar estas cárcavas a no ser que se repitiesen con frecuencia tronadas como la del día de San Antonio 13 de Junio del año 1934 que fue de recuerdo por lo menos para dos generaciones. Cuando se preparaba una buena tormenta siempre se pensaba en aquella y siempre salía la de San Antonio, a relucir. Aquí en Tarragona lleva fama la de San Lucas del año 1924. Esta fue mayor pues se llevó varias familias y en la de Deza sólo se llevó el burro.
Todos hemos pasado miedo con las tronadas, pero uno que puede contarnos las odiseas que pasó es el Bernardo, al que se le llevó un caballo con la carga, en el barranco de Serón y que apareció en Albalate enganchado en un árbol.
Antoñana
Antoñana es una roca
muy alta y arriba, llana
que estaba llena de grajos
gavilanes y alimañas.
También había un corral
debajo los pedruscales
para meter las ovejas
no para encerrar las aves
al borde de aquel barranco
que las lluvias excavaron
durante siglos y siglos
con aguas que vomitaron
en los llanos de Almanzorre
esplegares y cañadas
y en la raya de Aragón,
aquellas grandes tronadas
que vertían al Henar
serenas, desparramadas
abonando y recargando
buenas tierras de labranza.
Esto era lo normal
y lo que siempre pasaba
pero habrá que relatar
que vinieron aguas bravas
que fue el día San Antonio
el día la gran tronada
que las piezas fueron mar
y el barranco una cascada
pillando desprevenido
con una bestia de carga
a un buen hombre que venía
por esa misma garganta
en el preciso momento
que las aguas aumentaban
refugiándose en la cueva
que el cielo allí le escavara.
Y que fue su salvación
aunque tan mal lo pasara
que hasta pensó de entregar
a su Salvador, el alma
pues el burro que tenía
que no subió a la covacha
las aguas se lo arrastraron
con la carga que llevaba.
Y el caudal iba aumentando
y los pies ya le besaban
los remolinos traidores
que entre peñas se formaban
y amenazando su vida
a San Antonio clamaba:
Ten piedad de mi, buen Santo
y que acabe la tronada.
Y el buen Santo lo escuchó
pues aquellas aguas bravas
se fueron poquito a poco
como fieras amansadas
apaciguando su furia
que el mismo diablo agitaba
y en un remanso de paz
acabó aquella tronada
que las gentes del lugar
recuerdan con toda el alma
y a San Antonio le ruegan
que les libre de esta plaga
que aquel hombre la sufrió
y malo estuvo en la cama
y que a poco le costó
entregar a Dios su alma.
Relato histórico 13-06-1934
Riada de San Antonio en Deza