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DEZA: Amigo pefeval: Para mí tu Graciano, se llamaba Aquilino....

Ocho años faltan para que este edificio que se construyó con la finalidad expresa de ser la Casa Consistorial de Deza, cumpla ya los cien años. Como puede apreciarse está en perfecto estado de conservación y en el hay instalado ahora un teleclub que no es otra cosa que un bar de socios en el que todo el invierno no se juntan ni media docena de hombres, escepto el domingo que suben las mujeres a jugar a las cartas y pasar el rato entretenidas y calentitas, con las amigas. Saludos amigos dezanos.

Hace ya muchos años que no se escucha en Deza la voz inconfundible de Graciano, el alguacil. Era aquella voz que hacía sentir la proximidad de la noticia entre la persona o entidad que lo anunciaba y los receptores, haciendo que los mensajes llegaran a nosotros más cálidos por medio de esta persona afable y de gran humanidad.
Sirva esta participación en el foro para recordar la figura de un hombre que fue, durante varios lustros, el mensajero de buenas o malas noticias, según le era ordenado. Q. e. p. d.
Graciano no llevaba un moderno uniforme, ni botas altas ni pistola. Le recuerdo con su traje de pana, su trompeta y su gorra de plato con dos letras mayúsculas “A M”. Aquellas dos letras se prestaban a las bromas de los chiquillos, interpretándolas a nuestro gusto aunque todos sabíamos que eran las iniciales de Alguacil Municipal. Durante unos años tuvo un ayudante, Benito el “Palillos”, si bien creo que el trabajo de éste se trataba más bien de tipo figurativo; aunque era poco persuasivo, porque no inspiraba mucho respeto, intentaba que no se arrojaran a la calle aguas sucias y cosas similares, misiones que pocas veces podía cumplir, puesto que las vecinas que querían burlarlo, lo hacían con impunidad buscándole la vuelta. Si tenía la oportunidad de sorprender a alguna, le castigaba con un duro de multa. Benito creo que era mutilado de guerra y además adolecía de Parkinson. Un recuerdo también para él.
El alguacil tenía muchos cometidos, era el alma del ayuntamiento, su voz ejecutiva. Muchos niños creíamos que era él quien mandaba en el pueblo. Cuando ejercía también como alguacil de la Hermandad de Labradores notificaba cuando se debían limpiar las acequias, los días en que se echaba la “bola” en el monte para acabar con las alimañas- para así avisar a los pastores o a quienes tuvieran perros-, cuándo había que reparar los caminos, las personas que debían ir a zofra, las fechas en que se podía ir a cobrar las hierbas, etc.; Graciano, además de acompañar al ayuntamiento en los actos oficiales y colocarse con los mandatarios en el primer banco de la iglesia durante la misa de los festivos, repartía avisos y notificaciones, ayudaba en el juzgado, colaboraba tallando a los quintos, anunciaba la visita del recaudador de la contribución, cobraba las canaleras y otros arbitrios municipales y, para las fiestas estaba muy ocupado vigilando el cumplimiento del programa y tirando cohetes desde el balcón del ayuntamiento. Recuerdo un año en que el cabo Serrano se empeñó en disparar uno, con tan mala puntería, que dio en el alféizar de la ventana, junto al tejado, donde todavía se puede ver el desconchado. Otras de sus obligaciones eran la de limpiar la secretaría, cargar la estufa y estar siempre dispuesto a cumplir las órdenes del secretario.
Pero la principal misión de este polifacético personaje, era la de pregonar. Recorría la veintena de puntos estratégicos desde donde lanzaba su pregón a viva voz. Primero daba los toques de rigor con su trompeta: tres toques espaciados si el mensaje era del ayuntamiento “de orden del Sr Alcalde, se hace saber”…, dos si se trataba de la Hermandad “ de orden del presidente de la Hermandad”…., y uno para los pregones ordinarios “ congrio, pescadilla, sardinas…en casa de José Gómez”. Cuando se escuchaba trompeta, la gente salía de sus casas para enterarse, aunque en muchas ocasiones no se le entendía muy bien prestándose el mensaje a distintas interpretaciones.
Una vez jubilado y después de morir Carmen, su esposa, se trasladó a la residencia de ancianos de Sta Maria de Huerta donde se le veía en la labor altruista de servicio como ayudante de recepción e información. Allí falleció hace varios años.
Un saludo.

Amigo pefeval: Para mí tu Graciano, se llamaba Aquilino. El Aquilino era el "aguacil" de mis días. Aquel hombre pequeño con su gorra de plato, andares de pato y simpático que tocaba su trompeta abollada, para echar sus bandos. Aquella trompeta con la que el "aguacil" de los Inocentes, quería avisar a las chicas que estaba prohibido salir a la calle sin bragas, bajo multa de cinco pesetas y que solamente salían berridos de su tubo retorcido. Aquella trompeta que solamente sabía tocarla el Aquilino... Por eso los alguaciles que vivieron detrás tuvieron que cambiar el instrumento y usar la gaita de lengüeta.
Aquel Aquilino que en vez de meter miedo a las mujeres que amasaban plan blanco, le hacían salir del horno público por pies. “Ya me las pagaréis todas juntas” solía decir. Y nunca les puso ni la más mínima denuncia.
Aquel Aquilino que nos estiraba las orejas por disparar el muelle de la puerta de la secretaría y por subirnos a la Fuente de la Plaza.
Aquel Aquilino que llevaba las iniciales de su “nombre” en la gorra: A. M. (Aquilino Martínez)
Aquel Aquilino que...

Un abrazo.