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DEZA: Hola dezanos y simpatizantes. Acabo de regresar de...

Hola dezanos y simpatizantes. Acabo de regresar de un largo viaje y veo que hay poca participación en el foro desde que el abuelo está de vacaciones; una pena que ahora que disponemos de este sistema de comunicación tan universal como es internet, no lo utilicemos quienes estamos en nuestro pueblo o lejos de él para, de algún modo, volcar nuestras inquietudes actuales o tratar de recordar- como es mi caso- las viejas costumbres.
En el antiguo foro, alguien quería saber si en Deza se solía “cobrar la manta”, una vieja tradición que se seguía en muchos lugares, y yo le respondí que aquí no recordaba que se hubiera cobrado nunca.
La manta también tiene muchas acepciones, pero esta manta no es con la que, a falta de capote, cita Baltasar al novillo, ni la del cuento de aquella manta que pasaba de padres a hijos para acompañar al abuelo al asilo, ni la de entre otras frases hechas: “liarse la manta” cuando alguien se arriesga a un negocio poco seguro, ni la de “carretera y manta”, ni la de “tirar de la manta”; en esta ocasión “cobrar la manta” consistía en muchos pueblos en una especie de contribución que debía aportar un forastero cuando se hacía novio de una moza del pueblo y que consistía en una invitación.
Por ejemplo en Bezas (Teruel) si que se cobraba; paso a transcribir la descripción que sobre la manta hacen de esa vieja costumbre:
“Cualquier motivo podía servir para romper la monotonía del trabajo, en este caso una boda, pero no una boda cualquiera, sino la de una moza del pueblo con un “forastero”, un mozo de otro pueblo. Eso de llevarse una zagala -cuando la escasez de ellas era evidente-, parece que no estaba del todo bien visto, y si no era posible evitarlo; al menos que le costara al intruso unos duros el hacerlo.
Cuando ya se comprobaba que el noviazgo estaba adelantado, pues el mozo ya “entraba” a casa de su futuro suegro, se le comunicaba que era costumbre en el pueblo que el novio pagara la manta, consistente en una convidada al resto de los mozos. En estas ocasiones los conejos y el vino solía ser el plato a degustar, normalmente cocinado en algún bar del pueblo, donde se podía oír cantar esta jota:
Que bien cantas, que bien bailas, que bien te jaleas niña
si tan bien le das al “ciazo”, que suave caerá la harina.
Pero no siempre caía a gusto del novio; en ocasiones alguno se puso “farruco” negándose a pagar la manta, viéndose con sus huesos en el pilón del abrevadero de las mulas, sacado a pedradas del pueblo o quemando alguna "bardera" de leña de la familia de la novia, todo esto para que reconsiderara el cumplir con la tradición.”.
Como digo, yo no recuerdo que en Deza se cobrara la "manta"; pero si que he acudido a dos “cencerradas”. Las cencerradas se celebran en muchos pueblos; no corresponden únicamente al folklore de un lugar, ni de nuestra comarca, es también una tradición muy antigua en nuestro pueblo, aunque desconozco si se sigue practicando. Se celebraba cuando se casaba un viudo o viuda. La noche anterior a las nupcias, nos armábamos de guitarras, cencerros, perolas, almireces, botellas del rin-ran o simples botes llenos de piedras y acudíamos a la casa del "homenajeado/a" armando un ruido infernal hasta que sacaban las botellas o soltaban la propina. Después creo que- como nos había gustado aquella música o quizás porque juzgábamos que era corta la propina-, seguíamos “tocando” hasta que se enfadaban, porque para eso habíamos preparado esa parafernalia y no estábamos dispuestos a irnos a dormir dejando tranquilos a los novios. Yo recuerdo haber asistido a dos: una en el barrio de los molinos y otra junto al cuartel; creo que en ambos casos hubo de intervenir la G. Civil aunque, al tratarse de una tradición, “hacían la vista gorda”-en algunos pueblos las cencerradas duraban hasta ocho dias-. En estos tiempos supongo que, de seguir con la costumbre, nos habrían acusado de acoso, decibelios o escándalo pero, aunque un tanto cruel, era una manera tradicional de divertirse.