EL ACEITE DE OLIVA. (Parte III).
De la Edad Media a nuestros días
EL OLIVO EN LA EDAD MEDIA
Es extraordinariamente difícil reconstruir los hechos del cultivo del olivo en una fase histórica muy amplia y más bien pobre en documentación específica. La gran herencia de la olivicultura antigua es, de todas maneras, mantenida o retomada en diversas épocas. En todos aquellos lugares que mantuvieron un sistema de control administrativo de una cierta fuerza y continuidad se dio producción aceitera. Es el caso, por ejemplo del África septentrional, antes de la conquista árabe (Siglo VII D. C.). La España meridional y el África septentrional continuaron la actividad aceitera ya bajo control islámico.
De todas maneras, durante la Edad Media, Aceite de Oliva escaseó de tal manera que, en determinados casos, llegó a ser considerado dinero en efectivo.
A partir en efecto del Siglo V, los controles estatales sobre el aceite empiezan a desaparecer casi completamente. Son las órdenes religiosas las que pasan a poseer la mayor parte de los olivares todavía en cultivo, y el Aceite de Oliva pasa a ser consumido por las clases altas y, sobre todo, por los clérigos. En los monasterios se distribuía cada día, a cada monje, el aceite necesario para sazonar sus comidas, sin despilfarro ni codicia.
Si en un convento llegaba a agotarse el Aceite de Oliva, ¡podía llegar a acontecer en él un milagro! Según podemos leer en la vida de Santa Clara, un día escaseó tanto el Aceite de Oliva a las Criadas de Cristo, que ni las enfermas podían tener su ración. Santa Clara tomó una tarro y lo depositó junto a una de las paredes exteriores del convento. Al ir a recogerlo, algo más tarde, ¡lo encontró lleno de Aceite de Oliva!
Durante la Edad Media, el destino principal del Aceite de Oliva no fue para el consumo humano, sino para los usos litúrgicos. El aceite consagrado el Jueves Santo era distribuido entre todas las iglesias de cada una de las diócesis, debiendo durar todo el año y, en caso de que éste se agotase, sólo podía conseguirse más con el permiso directo del Obispo. También los candiles que ardían en los altares eran alimentados exclusivamente con Aceite de Oliva, según lo prescrito por las Sagradas Escrituras.
La función sacra del Aceite de Oliva fue de una civilización a la otra, del ámbito cristiano al musulmán, cual herencia de las civilizaciones más antiguas. También el Corán cita el Aceite de Oliva. En Occidente la reanudación económica es lenta, gradual y se concreta hacia el año 1.000. El control del territorio se divide entre muchas figuras institucionales. La renovación de la gestión agrícola del territorio, muy a menudo, se concreta donde obra el control de las instituciones religiosas, en particular de las monásticas. La producción aceitera medieval no alcanza la cantidad y la difusión de la de la antigüedad romana, pero siguió siendo utilizado para el ámbito alimenticio, para la iluminación y sobre todo para usos religiosos.
EL OLIVO EN LA EDAD MODERNA
La crisis europea a mediados del siglo XIV, causada por las oleadas de la peste que diezmaron la población, y por un empeoramiento de las condiciones atmosféricas comportaron algunos cambios en la gestión agrícola de extensas regiones. Se difunde así el cultivo del olivo en amplias áreas mediterráneas más templadas. Su gran fuerza vegetativa es a largo plazo una garantía de inversión. El cambio de los planes de tráfico mediterráneo después de la caída de Constantinopla (1453) comportó una ampliación de los recorridos comerciales hacia el área atlántica y el Norte Europa. Aparece una intensa economía de cambio entre el Mediterráneo Occidental y el área del Mar del Norte y Báltico: el Aceite de Oliva es protagonista, por cuanto es utilizado para la conservación de gran variedad de productos alimenticios, para la iluminación y, con sus derivados, para otros diversos empleos. En esta época, se realizan también interesantes innovaciones tecnológicas, en el campo de la elaboración y en el sistema de lavado de los orujos (principio del siglo XVIII).
Hoy el olivo se ha extendido más allá de las zonas mediterráneas, hasta difundirse por todos los continentes exceptuando la Antártida. Hay olivares en África del sur, en China y Vietnam, en Oceanía meridional, en toda América, y la producción total de Aceite de Oliva del globo está en constante crecimiento desde principios del Siglo XX. Los antiguos dijeron: el Mediterráneo empieza y acaba con el olivo, señalando la íntima unión existente entre la planta y el área geográfica, que consideraban una unidad orgánica y bien distinguida de aquellas zonas frías y húmedas que se encontraban al Norte y de las zonas desérticas y áridas al Sur y hacia Oriente. A partir de finales de la Edad Media, el panorama de los países ribereños del Mediterráneo volvió a cubrirse de olivares y el comercio aceitero alcanzó de nuevo la importancia que había tenido. Barcos cargados de cubas de aceite y caravanas de animales de carga que transportaban aceite contenido en odres de piel partían de las regiones aceiteras para alcanzar el Norte Europa.
De la Edad Media a nuestros días
EL OLIVO EN LA EDAD MEDIA
Es extraordinariamente difícil reconstruir los hechos del cultivo del olivo en una fase histórica muy amplia y más bien pobre en documentación específica. La gran herencia de la olivicultura antigua es, de todas maneras, mantenida o retomada en diversas épocas. En todos aquellos lugares que mantuvieron un sistema de control administrativo de una cierta fuerza y continuidad se dio producción aceitera. Es el caso, por ejemplo del África septentrional, antes de la conquista árabe (Siglo VII D. C.). La España meridional y el África septentrional continuaron la actividad aceitera ya bajo control islámico.
De todas maneras, durante la Edad Media, Aceite de Oliva escaseó de tal manera que, en determinados casos, llegó a ser considerado dinero en efectivo.
A partir en efecto del Siglo V, los controles estatales sobre el aceite empiezan a desaparecer casi completamente. Son las órdenes religiosas las que pasan a poseer la mayor parte de los olivares todavía en cultivo, y el Aceite de Oliva pasa a ser consumido por las clases altas y, sobre todo, por los clérigos. En los monasterios se distribuía cada día, a cada monje, el aceite necesario para sazonar sus comidas, sin despilfarro ni codicia.
Si en un convento llegaba a agotarse el Aceite de Oliva, ¡podía llegar a acontecer en él un milagro! Según podemos leer en la vida de Santa Clara, un día escaseó tanto el Aceite de Oliva a las Criadas de Cristo, que ni las enfermas podían tener su ración. Santa Clara tomó una tarro y lo depositó junto a una de las paredes exteriores del convento. Al ir a recogerlo, algo más tarde, ¡lo encontró lleno de Aceite de Oliva!
Durante la Edad Media, el destino principal del Aceite de Oliva no fue para el consumo humano, sino para los usos litúrgicos. El aceite consagrado el Jueves Santo era distribuido entre todas las iglesias de cada una de las diócesis, debiendo durar todo el año y, en caso de que éste se agotase, sólo podía conseguirse más con el permiso directo del Obispo. También los candiles que ardían en los altares eran alimentados exclusivamente con Aceite de Oliva, según lo prescrito por las Sagradas Escrituras.
La función sacra del Aceite de Oliva fue de una civilización a la otra, del ámbito cristiano al musulmán, cual herencia de las civilizaciones más antiguas. También el Corán cita el Aceite de Oliva. En Occidente la reanudación económica es lenta, gradual y se concreta hacia el año 1.000. El control del territorio se divide entre muchas figuras institucionales. La renovación de la gestión agrícola del territorio, muy a menudo, se concreta donde obra el control de las instituciones religiosas, en particular de las monásticas. La producción aceitera medieval no alcanza la cantidad y la difusión de la de la antigüedad romana, pero siguió siendo utilizado para el ámbito alimenticio, para la iluminación y sobre todo para usos religiosos.
EL OLIVO EN LA EDAD MODERNA
La crisis europea a mediados del siglo XIV, causada por las oleadas de la peste que diezmaron la población, y por un empeoramiento de las condiciones atmosféricas comportaron algunos cambios en la gestión agrícola de extensas regiones. Se difunde así el cultivo del olivo en amplias áreas mediterráneas más templadas. Su gran fuerza vegetativa es a largo plazo una garantía de inversión. El cambio de los planes de tráfico mediterráneo después de la caída de Constantinopla (1453) comportó una ampliación de los recorridos comerciales hacia el área atlántica y el Norte Europa. Aparece una intensa economía de cambio entre el Mediterráneo Occidental y el área del Mar del Norte y Báltico: el Aceite de Oliva es protagonista, por cuanto es utilizado para la conservación de gran variedad de productos alimenticios, para la iluminación y, con sus derivados, para otros diversos empleos. En esta época, se realizan también interesantes innovaciones tecnológicas, en el campo de la elaboración y en el sistema de lavado de los orujos (principio del siglo XVIII).
Hoy el olivo se ha extendido más allá de las zonas mediterráneas, hasta difundirse por todos los continentes exceptuando la Antártida. Hay olivares en África del sur, en China y Vietnam, en Oceanía meridional, en toda América, y la producción total de Aceite de Oliva del globo está en constante crecimiento desde principios del Siglo XX. Los antiguos dijeron: el Mediterráneo empieza y acaba con el olivo, señalando la íntima unión existente entre la planta y el área geográfica, que consideraban una unidad orgánica y bien distinguida de aquellas zonas frías y húmedas que se encontraban al Norte y de las zonas desérticas y áridas al Sur y hacia Oriente. A partir de finales de la Edad Media, el panorama de los países ribereños del Mediterráneo volvió a cubrirse de olivares y el comercio aceitero alcanzó de nuevo la importancia que había tenido. Barcos cargados de cubas de aceite y caravanas de animales de carga que transportaban aceite contenido en odres de piel partían de las regiones aceiteras para alcanzar el Norte Europa.