DEZA: Después cada uno de nosotros nos dispusimos para el...

Al rato, tocaron retreta, reuniéndonos todos en el campamento, los batidores se organizaron y cogiendo los trastos de matar se decidieron a ir a preparar una batida para conseguir alguna pieza para la cena. Nos quedamos el jefe del campamento, el vigilante y el avisador por si había alguna novedad. Volvieron los batidores sin ninguna pieza para la cena, lo cual nos decepcionó a todos mucho pues nos habíamos hecho a la idea de cenar unos buenos conejos, pero... no pudo ser.. Lo que si trajeron, y eso nos hizo pasar a todos una noche caliente, caliente y reconfortable, fue unos buenos haces de paja para nuestros duros y fríos aposento.
La cena aquella noche consistió en una gran tortilla de diez huevos y una lata bien hermosa de sardinas y unos tomates en ensalada, después como complemento a dicha cena, cada uno de nosotros, nos tomamos un reconfortarle vaso de leche caliente. Con la cena, se nos acabó el pan, por lo que el porteador se tuvo que ir a la Villa a por pan y alguna otra cosa, no sin antes acordarnos de la gente y amigos; nos juntamos para escribir un mensaje con el que dar fe de vida; tuvimos que darnos un poco de prisa, pues el tiempo apremiaba, ya que eran las once de la noche, una vez terminado el mensaje y firmado todos en él, el mensajero salió a toda prisa hacia la Villa.
No t6ardamos en marcharnos cada cual a sus respectivos aposentos, que por cierto, parecía entrar en un hotel de cinco estrellas (por lo menos), comparado con la noche anterior. Serían las cuatro de la madrugada, cuando nos despertaron unas canciones rancheras unos gritos, los cuales procedían del mensajero que, con un año más, pues se fue con 26 y regresó con 27, que nos llamaba para darnos noticias de la Villa y sus gentes, pues bien, lo recibimos con gran júbilo, acto seguido nos dijo que traía otro mensaje que le habían entregado en la Villa, dicho mensaje venía escrito en un rollo de papel higiénico, el cual estaba precintado, pues el mensajero nos dijo que si lo abría y lo leía sin ser visto por el resto de la expedición, sería sancionado; cumpliendo con el primer requisito. lo desvirgó y lo leyó delante de todos, su contenido nos pareció un tanto desprovisto de alegría y con poco de rollo, al concluir la lectura del mensaje, vimos que el mensajero también había traído pan y otras vituallas para el día siguiente...

Seguimos...

A continuación, tuvimos otra despedida, era el cocinero mayor, pues tenía que personarse en la Villa con motivo de unos asuntejos personales, a la vez que traer más avituallamientos, pues somos ocho bocas que alimentar y hace falta más que una barra de pan y un par de huevos; después nos metimos otra vez a nuestros calientes aposentos y nos dormimos enseguida. A la mañana siguientes una vez el sol lucía radiante en una mañana fría, nos despertó el único ser humano que hasta entonces habíamos visto, era un pastor que bajaba a dar agua a sus ovejas, mientras los animales saciaban su sed, el pastor, nos explicó cómo en la Villa se había levantado un gran revuelo con motivo de nuestra expedición, a loa cual no le dimos mayor importancia; una vez que las ovejas hubieron calmado su sed, el pastor, ayudado por sus fieles perros, reunió a todas sus ovejas y se fue por donde había venido, otra vez nos habíamos quedado solos.

Seguirá.

Los que estábamos levantados nos hicimos nuestro desayuno, según se fueron levantando los demás, se fueron haciendo el desayuno que cada cual creyó conveniente. Después del desayuno y después de llevar un rato descansando, llegó el componente que en la madrugada anterior tuvo que ir a la Villa, fue una llegada muy bien recibida, pues vimos que no venís de vacío, pues trajo pan y algún que otro alimento; en el momento de llegar dio la señal indicada y se le dio entrada en el campamento. También nos dijo que oyó comentarios de que por la tarde iban a visitar el campamento un grupo de chicas, no le hicimos mucho caso.
Nos pusimos a preparar la comida, no sin antes fregar los cacharros para poder comer. La comida fue plato único, que consistió en una buena paella marinera, que por cierto, la tuvieron que acabar entre el cocinero mayor, el vigilante y el avisador, eso sí, a fuerza de vino.
Cuando acabamos la paella, todos los demás estaban ya durmiendo, así que lo primero que hicimos fue coger un botellón e plástico con vino y empezamos a preparar un cóctel único en el mundo y de un sabor inigualable, cuya receta es secreta, tan secreta que ni nosotros la sabemos; después de echarle todos los ingredientes, lo tapamos bien, lo metimos en la fresquera y lo dejamos reposar.

Seguirá.

A las seis y media en punto, el vigilante y avisador, tocó retreta para que los tiradores se entrenaran un poco al tiro al blanco, nos quedamos tres componentes del grupo: el jefe del campamento, el mensajero y el vigilante y avisador, estuvimos un rato descansando, acto seguido bajamos hasta una chopera que hay unos metros más abajo del campamento con la intención de coger leña para la noche, una vez la leña en el campamento, estábamos los tres dispuestos a atacar un plato de olivas con un poco de tomate para merendar cuando vemos que se acercan al campamento tres visitantes de la Villa. Una chica y dos chicos, con lo que tenía razón el cocinero al oír en la Villa comentarios sobre dicha visita, después de charlar un poco con nosotros y de probar nuestro original coctel, que por cierto, no pudieron acabar entre los tres un par de dedos de un vaso, se despidieron de nosotros.
Después encendimos el fuego pues ya se estaba haciendo de noche y nos sentamos al amor de de la lumbre. Llegaron las diez y los tiradores no venían y el mensajero tenía que ir a a la Villa a por pan y carne por si no traían nada, decidimos que se fuera y comprara pan y carne para poder comer el día siguiente; al rato y viendo que la tardanza era algo más de lo normal decidimos el jefe del campamento y el vigilante hacernos la cena e irnos a la cama, pero cuando estábamos en dicha faena, oímos que ya venían, entonces se les dio la entrada al campamento, previa petición de la contraseña acordada.

Continuará...

Después vimos que habían cazado un par de conejos, lo cual nos llenó de gran alegría a todos; como era muy tarde no arreglamos las dos piezas, por lo que decidimos meterlos en una bolsa y depositarlos en la fresquera. Luego nos dispusimos hace la cena, que consistió en una buena ración de sopa y patatas fritas; varios componentes de los batidores que no querían sopa, cogieron su ración de patatas fritas y se retiraron a sus respectivos aposentos; cuando estuvo preparada la sopa y las patatas fritas nos dispusimos a cenar, una vez concluida dicha cena, la mayoría se marchó a sus aposentos, el resto de expedicionarios nos quedamos un rato más hablando y refrescándonos un poco así estuvimos hasta que se fue extinguiendo el fuego, entonces fue cuando nos retiramos todos a nuestros aposentos. A las cuatro, como de costumbre, llegó el mensajero procedente de la Villa, nos contó que la gente estaba bastante expectante con motivo de nuestra expedición, también trajo carne y pan para el día siguiente; una vez guardado todo, se acostó. Estábamos todos soñando con los angelitos, cuando tuvimos un despertar un tanto ruidoso y bastante cargado de bombo; esto fue debido a que pasó por encima del campamento un avión a reacción que en vuelo rasante, nos dio un gran susto, lo que provocó que saliéramos de nuestros aposentos muy molestos y profiriendo gritos e insultos hacia el piloto de dicho avión. A continuación de esta no muy agradable forma de despertar, tuvimos la más desagradable de las sorpresas que nos acontecieron en nuestro periodo de acampada, pues alguien se acercó a la fresquera y vio con gran desagrado para él y luego para el resto del grupo, que la bolsa que dejamos la noche anterior con los conejos que que mataron los batidores, había desaparecido, una vez certificada dicha desaparición por el resto del grupo, nos dedicamos a buscarla por los alrededores, pero todo resultó inútil, con lo que desistimos en la búsqueda, a continuación nos reunimos todos procurando calmarnos, entonces nos percatamos que alrededor de la fresquera había huellas, huellas que parecían de perro o de zorra; de perro no podían ser, puesto que los perros del pastor estaban a unos kilómetros de distancia y aquella noche no estuvo por allí, por lo que deducimos que solo podían ser de zorra. Después y ya todos un poco más calmados nos dispusimos a preparar el mejor y por cierto, el último de los almuerzos de todos los que hicimos durante el tiempo que duró la acampada. Dicho almuerzo consistió en una sartenada de migas, otra de fritada y otra de tomate frito revuelto con huevos, que por cierto, nos pusimos más que “moraos” después de dar por finalizada dicho almuerzo, nos preparamos para perfumar nuestros pulmones, a la vez de apagar nuestra sed con nuestros originales "PELIFLUS", consistentes en medio limón exprimido en un vaso, vodka o ginebra, según gustos de cada uno y agua de la fresquera, que hacía las veces de hielo.

Seguirá…

Después cada uno de nosotros nos dispusimos para el relajamiento de nuestros maltratados y cansados cuerpos, para ello, cada cual cogió los útiles que creyó conveniente para tan importante tarea. En el campamento solo se quedó el vigilante y avisador por si ocurría alguna emergencia. Estábamos todos muy tranquilos cuando el vigilante no se le ocurrió otra cosa que hacer unos ejercicios de tiro al blanco con una escopeta de perdigón, estaba muy ensimismado en dicha tarea cuando, al cargar dicha escopeta, esta se rompió por la culata quedando inservible.
Se estaba acercando la hora de preparar la comida, por lo que os reunimos al completo de la expedición y nos dedicamos a dicha faena; estábamos en dicha faena cuando tuvimos un un pequeño contratiempo, pues al sacar la carne de la fresquera, que trajo la noche anterior el mensajero, nos percatamos que no nos parecía que era muy apta para el consumo, debido a que no nos olía demasiado bien, por lo que decidimos lavarla bien una vez lavada, decidimos que, su olor ya era bueno, ya no había nada que temer con su consumo. Encendimos el fuego y pusimos en él u una sartén bien hermosa para preparar un rancho, por cierto, sería nuestra última comi8da de acampada; dicho rancho consistió en: patatas, carne, pimiento y algún que otro condimento. Durante la dura tarea de dicha preparación, refrescábamos nuestras resecas gargantas con nuestros originales "Peliplús", a la vez, también nos perfumábamos nuestros deshinchados pulmones, pues nos hacía real mente mucha, pero que mucha falta. Una vez que la comida estuvo lista para su consumo y los cacharros limpios, nos dispusimos a buscar un sitio bien resguardado del ardiente sol, este sitio se encontraba enfrente del campamento, al otro lado de la piscina, por lo que no nos quedó más remedio que trasladar a dicho lugar todo lo necesario para degustar nuestro último plato de comida de nuestra acampada, la comida fue de lo más tranquila que se pueda imaginar, después de los consabido carajillos, varios de los componentes del grupo se dispusieron a darse un chapuzón en la piscina, pero como la profundidad de dicha piscina es más bien escasa, se embadurnaros de barro en vez de bañarse; por lo que decidieron ir a bañarse de verdad en el río Henar que pasa a un par de kilómetros d4el campamento, con lo que sol quedó en el campamento el vigilante, por si las moscas, que por cierto, había muchas. Ya había pasado un buen rato, cuando se oyeron a los que habían ido a bañarse al río, se les dio la entrada y así pudieron entrar en el campamento. Estando todos juntos, empezamos a deliberar sobre el regreso a la Villa.

Continuará...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Después de varios minutos de deliberación y con gran pesar por parte de todos sin excepción, decidimos dar por terminado el tiempo de nuestra singular e inigualable acampada, con lo que con lo que nos dispusimos a recoger todo el campamento y meter todo el equipaje en el remolque.
Una vez todo recogido, nos reunimos todos y con mucha tristeza por parte de todos, decidimos ver por última vez lo que fue nuestro hogar durante unos días; fueron unos momentos muy tensos y difíciles para todos, se reflejaba en nuestros rostros. Montamos en el tractor y remolque y nos fuimos alejando de Villalosín, un Villalosín triste y solitario en un atardecer agrio y frío de agosto.
Atrás quedaron unos días de convivencia y supervivencia de ocho mozos dezanos que un día decidieron ir a pasar unos días aislados e ignorados del resto del mundo.
Atrás dejamos también al pastor, que fiel a su trabajo, todos los días nos visitaba con su rebaño de ovejas y sus perros, dándonos noticias de la Villa y sus gentes, no sin antes uno de los perros nos siguió unos metros corriendo y ladrando detrás delo remolque como para darnos su agradecimiento por nuestra compañía y a la vez blindarnos una despedida calurosa y a la vez ruidosa. Conforme nos íbamos acercando a la Villa, nos encontramos con algún que otro de sus habitantes a los cuales saludábamos, correspondiendo ellos también a nuestro saludo.

Continuará... ... (ver texto completo)