LA INDUSTRIA MOLINERA EN DEZA
En Deza estamos orgullosos de nuestros manantiales que son la envidia y la admiración de muchos forasteros. No tiene nada de extraño puesto que el agua, por lo general, no suele encontrarse tan abundante. La desgracia, si analizamos la cuestión, es que no se le saca apenas ningún provecho ni beneficio, en la actualidad. Desde tiempos inmemoriales ya estaban canalizadas convenientemente y se distribuían por diferentes ajarbes con el fin de regar tierras, convertidas en ricas huertas. El desnivel desde el nacimiento de las aguas hasta el llano es de 28 metros de caída escalonada. Si esta caída fuera libre, tendríamos en Deza unas cataratas casi altas como las del Niágara; pero con algo menos de agua. Esto que conste. Es como comparar un puñado de tierra, con una montaña. No obstante la pequeña riqueza de agua de nuestro pueblo, en tiempos le dio vida y sirvió para tener una floreciente industria molinera pues se llegaron a tener cinco molinos en uso. No todos los pueblos podían tener este privilegio. De ellos, cuatro movidos por las aguas de Algadir y el otro, el llamado de la Vega, por las del Río Henar.
En el cuarto molino hubo instalada una central eléctrica que tuvo su utilidad mientras la luz se usaba para alumbrado, solamente por la noche. Por el día los molinos no tenían derecho de aguas pues se destinaban a riegos prioritariamente y lo mismo que la central, todos ellos estaban en paro forzoso, a excepción del molino de la Vega que mientras bajase agua por el Henar, podía moler cuando más le conviniera. Esta fue la causa de hacer el quinto molino que tenía la ventaja sobre los otros de llevarse la clientela, cuando ellos estaban parados; pero la desventaja de no tener trabajo si el ríal se secaba en la estación estival. Claro que del todo del todo tampoco se secaba pues los chicos no nos hubiéramos podido bañar y hubiera sido una lástima, pues fue nuestra piscina, la balsa de la tiá Fausta, aun cuando era un agua tarquinosa que ponía bigote y que en Agosto estaba perfumada con esencias de lavanda, como explico en otra ocasión.
Todas las cosechas de cereales que se recogían en los pueblos, tenían que pasar por los molinos, movidos con la fuerza motriz de las aguas. Tanto la harina para hacer el pan, como los piensos de los animales, se molían en el mismo molino, prácticamente sin separación en el proceso. Claro que también se tenía en cuenta lo que se estaba haciendo y procuraban que las mezclas no fuesen traumáticas pues al que llevaba trigo no le iban a dar harina de cebada. Aunque a veces, por mucho cuidado que se pusiese, había sus discusiones y sus líos, al igual que sucedía si apretaban mucho las tuercas y lo que entregaban era la mitad tierra, del roce de las piedras y que después se notaba al comer el pan, pues rechinaban los dientes.
El pueblo que poseía agua para estos menesteres, era un pueblo floreciente, como lo fue Deza, en aquellos tiempos y lo molinos producían sus buenos beneficios, que también sabían explotarlos, convenientemente, los que mandaban. Lo que conocemos, hoy en día como fábricas de harina, complejos industriales enormes, no existían, ni en el pensamiento. La era industrial fue lo que acabó con los molinos particularmente y con los pueblos, a renglón seguido.
Hay algunas personas que se preguntan por qué no se moja la harina, al moler con agua. Tú se lo podrás decir.
Poesía.
Los molinos de mi pueblo.
-------------------------
No son dos, ni tres… son cinco
los molinos de mi pueblo
que trabajan por la noche
con la luna y los luceros
pues muchos días les falta
aquel líquido elemento
fuerza motriz de turbinas
que del Algadir, viniendo
llenará cubos o embalses
tan hondos, que se ven negros
y que de niños pequeños,
al verlos, nos daban miedo.
Con el sol, el agua pura
marchaba a regar los huertos
en primavera y verano
que es cuando estaban sedientos.
Dieron faena y trabajo
a unos cuantos molineros
que alimentan sus familias
aun no teniendo graneros
ya que el agosto lo tienen
en su molino harinero
de cebada, avena y trigo
y como no, de centeno
pues ellos cobran maquila
(que también eso es dinero)
de la harina que se quedan
al moler, entre los dedos
de aquella piedra que rueda
con un agujero en medio
por donde se esconde el grano
que de la tolva, cayendo
se convertirá en harina
pasando por el tormento
de las muelas, de dos rocas
que tendrán un hambre eterno
pues poco a poco se tragan
las cosechas de los pueblos
que bajan en las talegas
de lo alto del granero
y que a lomos del caballo,
con alegre tintineo
del collar de cascabeles
que lleva colgado, al cuello,
avisará a los vecinos
pregonando a cuatro vientos,
que ramal al hombro, pasa
por la calle……. ¡el molinero!
¿De qué molino será?
quizá, el que pase primero
se llevará los costales
colgados de su jumento
si bien la gente ya tiene
escogido el molinero
como lo hacía su padre
tal como hiciera, el abuelo.
Pudiere ser…. a la Vega
que es el molino mas lejos
o Santojas, tió Octaviano´
Los Mortes, debajo de ellos.
Que los cuatro molerán
en serie, no en paralelo
pues uno aprovecha el agua
que hizo moler al primero.
Lo mismo que sacarían
muelas en el mismo cerro
allá por los romerales
o mas cerca, en el vallejo.
Todos tenían gallinas
siempre criaban conejos
con el pienso que caía
que barrían, de los suelos.
Pero los patos mejores
y que comían cangrejos
la tiá Fausta los tenía
por ríos y balsas sueltos.
En el Henar, cequia madre
por el regacho o los huertos
muchas veces anidaban,
ponían allí sus huevos
donde esperaban pacientes
que salieran los polluelos
para llevarlos a casa
y enseñarlos a los dueños.
Porque la Vega es aparte:
Se esconde fuera del pueblo
en medio de carrizales
entre nogales y fresnos
que rodean zarzamoras
y no muros de cemento
sino paredes de adobe
de barro que de su lecho
cuando cavaron la balsa
a secar al sol pusieron
mezclándolo con las pajas
de las parvas de centeno.
A la tiá Fausta señores
dos cosas quitaba el sueño:
Las riadas del verano
y los chicos que allí en cueros
se bañaban en la balsa
cuando ella estaba moliendo
en su molino la Vega
en un molino tan viejo….
que lo cubren los zarzales
con los árboles ya muertos
los tejados aplanados
derrumbados, en el suelo.
Y el Molino de la Vega
amigos, sólo es recuerdo
ya de la gente mayor
de los viejos, de este pueblo.
Vicente González Aleza
En Deza estamos orgullosos de nuestros manantiales que son la envidia y la admiración de muchos forasteros. No tiene nada de extraño puesto que el agua, por lo general, no suele encontrarse tan abundante. La desgracia, si analizamos la cuestión, es que no se le saca apenas ningún provecho ni beneficio, en la actualidad. Desde tiempos inmemoriales ya estaban canalizadas convenientemente y se distribuían por diferentes ajarbes con el fin de regar tierras, convertidas en ricas huertas. El desnivel desde el nacimiento de las aguas hasta el llano es de 28 metros de caída escalonada. Si esta caída fuera libre, tendríamos en Deza unas cataratas casi altas como las del Niágara; pero con algo menos de agua. Esto que conste. Es como comparar un puñado de tierra, con una montaña. No obstante la pequeña riqueza de agua de nuestro pueblo, en tiempos le dio vida y sirvió para tener una floreciente industria molinera pues se llegaron a tener cinco molinos en uso. No todos los pueblos podían tener este privilegio. De ellos, cuatro movidos por las aguas de Algadir y el otro, el llamado de la Vega, por las del Río Henar.
En el cuarto molino hubo instalada una central eléctrica que tuvo su utilidad mientras la luz se usaba para alumbrado, solamente por la noche. Por el día los molinos no tenían derecho de aguas pues se destinaban a riegos prioritariamente y lo mismo que la central, todos ellos estaban en paro forzoso, a excepción del molino de la Vega que mientras bajase agua por el Henar, podía moler cuando más le conviniera. Esta fue la causa de hacer el quinto molino que tenía la ventaja sobre los otros de llevarse la clientela, cuando ellos estaban parados; pero la desventaja de no tener trabajo si el ríal se secaba en la estación estival. Claro que del todo del todo tampoco se secaba pues los chicos no nos hubiéramos podido bañar y hubiera sido una lástima, pues fue nuestra piscina, la balsa de la tiá Fausta, aun cuando era un agua tarquinosa que ponía bigote y que en Agosto estaba perfumada con esencias de lavanda, como explico en otra ocasión.
Todas las cosechas de cereales que se recogían en los pueblos, tenían que pasar por los molinos, movidos con la fuerza motriz de las aguas. Tanto la harina para hacer el pan, como los piensos de los animales, se molían en el mismo molino, prácticamente sin separación en el proceso. Claro que también se tenía en cuenta lo que se estaba haciendo y procuraban que las mezclas no fuesen traumáticas pues al que llevaba trigo no le iban a dar harina de cebada. Aunque a veces, por mucho cuidado que se pusiese, había sus discusiones y sus líos, al igual que sucedía si apretaban mucho las tuercas y lo que entregaban era la mitad tierra, del roce de las piedras y que después se notaba al comer el pan, pues rechinaban los dientes.
El pueblo que poseía agua para estos menesteres, era un pueblo floreciente, como lo fue Deza, en aquellos tiempos y lo molinos producían sus buenos beneficios, que también sabían explotarlos, convenientemente, los que mandaban. Lo que conocemos, hoy en día como fábricas de harina, complejos industriales enormes, no existían, ni en el pensamiento. La era industrial fue lo que acabó con los molinos particularmente y con los pueblos, a renglón seguido.
Hay algunas personas que se preguntan por qué no se moja la harina, al moler con agua. Tú se lo podrás decir.
Poesía.
Los molinos de mi pueblo.
-------------------------
No son dos, ni tres… son cinco
los molinos de mi pueblo
que trabajan por la noche
con la luna y los luceros
pues muchos días les falta
aquel líquido elemento
fuerza motriz de turbinas
que del Algadir, viniendo
llenará cubos o embalses
tan hondos, que se ven negros
y que de niños pequeños,
al verlos, nos daban miedo.
Con el sol, el agua pura
marchaba a regar los huertos
en primavera y verano
que es cuando estaban sedientos.
Dieron faena y trabajo
a unos cuantos molineros
que alimentan sus familias
aun no teniendo graneros
ya que el agosto lo tienen
en su molino harinero
de cebada, avena y trigo
y como no, de centeno
pues ellos cobran maquila
(que también eso es dinero)
de la harina que se quedan
al moler, entre los dedos
de aquella piedra que rueda
con un agujero en medio
por donde se esconde el grano
que de la tolva, cayendo
se convertirá en harina
pasando por el tormento
de las muelas, de dos rocas
que tendrán un hambre eterno
pues poco a poco se tragan
las cosechas de los pueblos
que bajan en las talegas
de lo alto del granero
y que a lomos del caballo,
con alegre tintineo
del collar de cascabeles
que lleva colgado, al cuello,
avisará a los vecinos
pregonando a cuatro vientos,
que ramal al hombro, pasa
por la calle……. ¡el molinero!
¿De qué molino será?
quizá, el que pase primero
se llevará los costales
colgados de su jumento
si bien la gente ya tiene
escogido el molinero
como lo hacía su padre
tal como hiciera, el abuelo.
Pudiere ser…. a la Vega
que es el molino mas lejos
o Santojas, tió Octaviano´
Los Mortes, debajo de ellos.
Que los cuatro molerán
en serie, no en paralelo
pues uno aprovecha el agua
que hizo moler al primero.
Lo mismo que sacarían
muelas en el mismo cerro
allá por los romerales
o mas cerca, en el vallejo.
Todos tenían gallinas
siempre criaban conejos
con el pienso que caía
que barrían, de los suelos.
Pero los patos mejores
y que comían cangrejos
la tiá Fausta los tenía
por ríos y balsas sueltos.
En el Henar, cequia madre
por el regacho o los huertos
muchas veces anidaban,
ponían allí sus huevos
donde esperaban pacientes
que salieran los polluelos
para llevarlos a casa
y enseñarlos a los dueños.
Porque la Vega es aparte:
Se esconde fuera del pueblo
en medio de carrizales
entre nogales y fresnos
que rodean zarzamoras
y no muros de cemento
sino paredes de adobe
de barro que de su lecho
cuando cavaron la balsa
a secar al sol pusieron
mezclándolo con las pajas
de las parvas de centeno.
A la tiá Fausta señores
dos cosas quitaba el sueño:
Las riadas del verano
y los chicos que allí en cueros
se bañaban en la balsa
cuando ella estaba moliendo
en su molino la Vega
en un molino tan viejo….
que lo cubren los zarzales
con los árboles ya muertos
los tejados aplanados
derrumbados, en el suelo.
Y el Molino de la Vega
amigos, sólo es recuerdo
ya de la gente mayor
de los viejos, de este pueblo.
Vicente González Aleza