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Conclusión.
De todas las aves, las más beneficiosas para el hombre y la agricultura, son las insectívoras pues si no fuera por ella los campos estarían llenos de plagas. Ahora que las plagas se intentan controlar con insecticidas, se mueren los pájaros y los insectos cada día se vuelven más resistentes a los venenos. Hay días que no ves ni un solo por asomo. No se quien ganará la guerra al final.
En nuestro término de Deza había gran cantidad de saltamontes que daban de comer a grandes concentraciones de grajos que anidaban en Antoñana. Yo he conocido una especie de “Caelífera”, que es como se le llama científicamente, que se criaba en el Calaizo que era tan grande cono una cardelina y cuando saltaba siempre caía patas arriba. No se si se habrá extinguido o seguirá todavía o seguirá viva la especie. Era del mismo color que las piedras de allá o sea que tenía un mimetismo perfecto en aquel hábitat que vivía.
Cuando hay más individuos que comida y peligra la especie, una hormona de su cuerpo, hace el milagro de que en vez de saltar, les crezcan grandes alas para que puedan desplazarse a cientos de kilómetros. A estas nubes tan devastadoras de ortópteros, se les denomina langosta.
Estaba también la cigarra, “chincharra” que decíamos nosotros, de la misma familia pero muy gordota, verde, que casi siempre está en los cardos, que no salta y que tiene unos élitros o alitas quitinosas que frota una con otra, produciendo un ruido estridente. Es la cigarra de la fábula y que se pasaba todo el tiempo cantando, si a eso se llama cantar. La chicharra es otra especie que vuela, que está en los árboles y que mete mucho más ruido. Por Deza las hay en los montes de Almanzorre, por ejemplo.
Un abrazo.
De todas las aves, las más beneficiosas para el hombre y la agricultura, son las insectívoras pues si no fuera por ella los campos estarían llenos de plagas. Ahora que las plagas se intentan controlar con insecticidas, se mueren los pájaros y los insectos cada día se vuelven más resistentes a los venenos. Hay días que no ves ni un solo por asomo. No se quien ganará la guerra al final.
En nuestro término de Deza había gran cantidad de saltamontes que daban de comer a grandes concentraciones de grajos que anidaban en Antoñana. Yo he conocido una especie de “Caelífera”, que es como se le llama científicamente, que se criaba en el Calaizo que era tan grande cono una cardelina y cuando saltaba siempre caía patas arriba. No se si se habrá extinguido o seguirá todavía o seguirá viva la especie. Era del mismo color que las piedras de allá o sea que tenía un mimetismo perfecto en aquel hábitat que vivía.
Cuando hay más individuos que comida y peligra la especie, una hormona de su cuerpo, hace el milagro de que en vez de saltar, les crezcan grandes alas para que puedan desplazarse a cientos de kilómetros. A estas nubes tan devastadoras de ortópteros, se les denomina langosta.
Estaba también la cigarra, “chincharra” que decíamos nosotros, de la misma familia pero muy gordota, verde, que casi siempre está en los cardos, que no salta y que tiene unos élitros o alitas quitinosas que frota una con otra, produciendo un ruido estridente. Es la cigarra de la fábula y que se pasaba todo el tiempo cantando, si a eso se llama cantar. La chicharra es otra especie que vuela, que está en los árboles y que mete mucho más ruido. Por Deza las hay en los montes de Almanzorre, por ejemplo.
Un abrazo.
Otro magnífico trabajo del abuelo, y van... Y además, de su propia cosecha, lo que añade mérito. Páginas y páginas de costumbres, de etnografía, de vivencias, etc. Uno que sólo conoce los jilgueros, los gorriones, los buitres y algún otro, valora más, si cabe, un trabajo como éste. Y no es coba.
Un abrazo.
Un abrazo.