Así que Soria para mí era un mito y lo fue hasta que finalmente a los 17 años descubrí la realidad. No pude antes. Aunque parezca raro yo no había visto nunca en mi vida una ciudad tan grande y Soria me encantó. Me maravillaron los edificios del centro pues los de la periferia eran poco más o menos como los de mi pueblo; pero de ladrillo en vez de adobes. Me gusto mucho su Alameda, tanta gente paseando por el Collado y sobre todo ese río inmenso, que vi tan enorme, con su puente tan grande, que se llama Rio Duero. Lo primero que hice fue bajar a su embarcadero y alquilar una barca. Y pasearme por sus aguas aun a riesgo de naufragar pues yo solamente había navegado por piélagos de verdes sembrados, por acequias llenas de carrizo y chapuzado en el Henar, que a lo sumo te llegaba el agua a media rodilla, pescando cangrejos a mano y algún que otro barbo.
Hasta pronto.
Un abrazo.
Hasta pronto.
Un abrazo.