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DEZA: Viviendo en Soria, de joven, oí contar a alguna persona...

Cuando íbamos con las mulas a buscar leña al monte de la Sierra de Miñana, mi padre me explicaba que detrás de aquel cerro gordo de allá lejos, estaba Soria. Yo todavía era un chiquillo; pero ya empezaba a soñar con Soria.
-Porque a Soria, me contaban, subieron los hombres de mi pueblo en julio de 1936, para ponerse a las órdenes del gobierno legítimamente establecido y acabaron muriendo casi todos, fusilados en la tapia del cementerio.
-Porque de Soria eran todos aquellos que bajaron armados en camiones a recomponer el orden y quemar los papeles del sindicato obrero, cuyos dirigentes habían huido como alma que lleva el diablo. ¿Por que...?
-En Soria vivía el Gobernador. ¡Nada menos que el Señor Gobernador!
-De Soria eran aquellos que bajaban por sorpresa, llamados delegados de Hacienda, a inspeccionar las casas de los labradores que suponían debían de esconder algo de sus cosechas y de paso echar una mirada a los molinos que molían de estraperlo, sin tener en cuenta que de pan vive el hombre y su familia, todo ello ganado con el sudor de su frente. (A mengano se le va a caer el poco pelo que tiene porque le han pillado cuatro celemines de trigo escondido...) Pobre.
-Oía decir que en Soria se celebraban los juicios de aquellos que se peleaban y reñían por un palmo de tierra y que se llevarían "mal" toda la vida por culpa de ello.
-Que a Soria se llevaban los cuartos de las contribuciones que a mi madre y a tantos otros les costaba tanto juntar y que a veces tenían que pedir a los usureros de turno, a crédito.
-Todos los maestros habían estudiado en Soria, aunque algunos, los pobres pasaban más hambre que un maestro de escuela; pero eso sí, eran señoritos.
-Pensaba en Soria porque allí se llevaron aquel pobre hombre que robó cuatro gallinas y no bajó nunca más, al dejar sus huesos por allá.- Pensaba en Soria porque allí estudiaban los hijos de los ricos, aunque algunos de ellos fueran torpes y no tuviesen ganas de estudiar.
-Por Soria tenían que pasar todos aquellos que se tronchaban algún hueso o sufrían algún mal que necesitaba operación. A fulana que era soltera y pobre se la llevaron al hospital y bajaría sin barriga y sin niño. Se lo habían llevado al hospicio. ¡Qué cosas..!
- El tio Gervasio había comprado una vaca en Soria y la trajo a casa caminando después de un paseo de sesenta kilómetros.
-La bufanda tan bonita de astracán, con aquellos colores que deslumbraban al sol del domingo, mi padre la había comprado en Soria.
-Aquellos congrios secos, llenos de agujeros y que sabían tan buenos con patatas, también os traían de Soria.. Y aquella mantequilla tan dulce y fina, también.
-Para ir a Soria, los hombres de mi pueblo se ponían los pantalones nuevos de pana y ese día no calzaban las albarcas. Que mal que se andaba con zapatos, Dios mío.
-En Soria decían que había un olmo en el que tocaba toda una banda de música subidos en él. Y otro que estaba seco que tenía una poesía muy bonita.
- Y es que en Soria había de todo. Hasta el cierzo venía de Soria. Mi abuela decía ¡Ay hijo mío! de Soria ni aire ni novia.

Soria... Soria... Soria.... ¡Qué importante que debía de ser Soria.

Hasta pronto.

Un abrazo.

Viviendo en Soria, de joven, oí contar a alguna persona mayor que, como aquí se dice, el alcalde de Deza, al frente de un grupo de vecinos, se presentó en Soria para ponerse a las órdenes del Gobernador Civil, representante del gobierno legítimo.
En 1982, Gregorio Herrero Balsa y Antonio Hernández García publicaron un libro titulado "La represión en Soria durante la guerra civil". En él hay un capítulo dedicado a Deza que no he traído a mis colaboraciones que titulo "LO QUE SE HA ESCRITO O ESCRIBE DE DEZA" porque se describen hechos terribles, como los fusilamientos de los inocentes dezanos por el único "delito" de pensar de forma distinta a sus ejecutores. Lo mejor que puedo hacer es guardar un respetuoso silencio.
Dicen sus autores que "no se sabe con seguridad en qué parte del cementerio de Las Casas están enterrados."
Sobre el alcalde se dice: "Al precipitarse los acontecimientos, este valeroso alcalde pudo eludir una nueva detención y disfrazado de segador consiguió llegar a la zona republicana para seguir luchando por sus ideales. Pasó al terminar la guerra a Francia donde murió hace unos años."
De aquella cruel guerra, que uno no vivió, nos debería quedar a todos esta única lección: "Nunca las armas han de derribar lo que han elegido las urnas".