Historia de las campanas.
Las campanas, fueron ya conocidas de los pueblos egipcios y asiáticos en forma de campanillas y usadas también por los griegos y los romanos. Fueron adoptadas por la Iglesia católica para convocar a los fieles por lo menos desde el siglo V. Los romanos les dieron el nombre de tintinábula y los cristianos las llamaron signum porque servían para señalar o avisar la hora de las reuniones. Pero ya en el siglo VII, si no antes, se llamaban campanas como consta por escritores de la época. En aquellos primeros siglos, debieron ser las campanas de reducido tamaño según parece por las que han llegado hasta nosotros y por ciertas referencias de los historiadores. Pero fueron aumentando sucesivamente hasta que en el siglo XIII se fundieron de grandes dimensiones, verdaderamente colosales desde el siglo XVI. La materia prima de las campanas ha sido casi siempre el bronce, aunque admitiendo diferentes aleaciones según las épocas y las naciones. También se ha usado el hierro y para campanillas, el oro y la plata. En cuanto a la forma, se distinguen las siguientes:
La cuadrada, tal como las irlandesas de la época más antigua; la de capacete y dedal se usaron en las regiones latinas, en los primeros siglos de la Edad Media. La misma forma pero más alargada y a veces, semi-ovoidea, en el periodo románico (siglos XI y XIII). Desde el siglo XIII adquieren más ensanche en la boca a modo de trompeta y el siglo XVI, toman la forma curva y elegante que tienen ahora.
Suelen llevar las campanas en la superficie externa, ya desde antiguo, algunas inscripciones en relieve, hechas en la fundición y al bendecirlas se les da un nombre, que a veces se inscribe en la misma pieza. Los textos de las inscripciones han variado con el tiempo, partiendo de una primera época hasta el S. XII aprox. en el que lo relevante es el origen de la campana: Una donación piadosa, por mandato de quien fue fundida, etc. a partir de esta fecha, se introducen oraciones y textos sagrados con sentido protector Como "Mentem sanctam spontaneam voluntatem honorem deo et patria liberacionem" que se suman a las que indican propiedad u origen.
En nuestro pueblo Deza, se conserva una tradición oral, conocida de todos los habitantes que dice que en nuestro pueblo hubo una campana con la siguiente inscripción: "María de Deza soy, la que cien quintales peso, si no me quieres creer, cógeme y llévame en peso".
Los cien quintales antiguos serían de 46 kilos y por lo tanto su peso era de 4600 Kgs.
En mis tiempos, las campanas han pasado, al igual que las personas, por diferentes vicisitudes. El número de ellas no ha variado; pero si ha habido alguna particularidad que tengo que resaltar. En primer lugar lo haré diciendo que la llamada San Juan, yo la conocí siempre con la saya rajada por lo que su sonido era bronco. Era una gran señora algo más pequeña que la Santa María y se encargaba de dar las horas de su viejo amigo, el reloj. Decían que se había rajado al echarle los mozos una boina dentro, cuando se bandeaba en una de las procesiones de aquellos tiempos. Ocupaba el lado este, mirando a la plaza de toros y siempre me causó respeto, asomarme por debajo de su saya.
El caso es que, la campana San Juan fue defenestrada de buenas a primeras, lanzándola al vacío sin ningún miramiento. Quedó hecha trizas pues se partió en tres trozos que rebotaron como proyectiles en el suelo. Fue sustituida por otra de menor porte, más moderna y con el yugo y cabeza metálicos, que se llamaría del Santo Cristo. Allí lo atestiguaba una leyenda en donde se sabe que fue Don Teodomiro el promotor, siendo alcalde del Deza D. Juan Manuel Alcalde.
La nueva campana tuvo una vida efímera pues se partió por la mitad y así quedó, con la cabeza colgando y la saya en el suelo. Yo pensaba que sería ya para la eternidad pues los tiempos actuales no están como para ir poniendo campanas en las torres en las que faltan, que son muchas. Tendría que suceder un milagro y el milagro se ha producido. La torre de la iglesia de Deza ya tiene su trío de campanas, gracias a la generosidad de Adrián Rubio Morales. Y su nombre será de ahora en adelante: SOLEDAD.
Soledad ha llegado a Deza en un día frío del mes de febrero del 2015. Precisamente el día 9, de tierras palentinas, de Saldaña, para ser nuestra compañera por muchos años.
En los pueblos, el toque de campanas empezaba de mañana, al comenzar la misa que se celebraba a diario cuando en cada pueblo por pequeño que fuese, había un sacerdote. Se volteaban en las grandes solemnidades y nos avisaban tristemente cuando algún vecino había fallecido. Si era necesario, también servían para toque de arrebato.
Buenos días Deza. Un abrazo.
Las campanas, fueron ya conocidas de los pueblos egipcios y asiáticos en forma de campanillas y usadas también por los griegos y los romanos. Fueron adoptadas por la Iglesia católica para convocar a los fieles por lo menos desde el siglo V. Los romanos les dieron el nombre de tintinábula y los cristianos las llamaron signum porque servían para señalar o avisar la hora de las reuniones. Pero ya en el siglo VII, si no antes, se llamaban campanas como consta por escritores de la época. En aquellos primeros siglos, debieron ser las campanas de reducido tamaño según parece por las que han llegado hasta nosotros y por ciertas referencias de los historiadores. Pero fueron aumentando sucesivamente hasta que en el siglo XIII se fundieron de grandes dimensiones, verdaderamente colosales desde el siglo XVI. La materia prima de las campanas ha sido casi siempre el bronce, aunque admitiendo diferentes aleaciones según las épocas y las naciones. También se ha usado el hierro y para campanillas, el oro y la plata. En cuanto a la forma, se distinguen las siguientes:
La cuadrada, tal como las irlandesas de la época más antigua; la de capacete y dedal se usaron en las regiones latinas, en los primeros siglos de la Edad Media. La misma forma pero más alargada y a veces, semi-ovoidea, en el periodo románico (siglos XI y XIII). Desde el siglo XIII adquieren más ensanche en la boca a modo de trompeta y el siglo XVI, toman la forma curva y elegante que tienen ahora.
Suelen llevar las campanas en la superficie externa, ya desde antiguo, algunas inscripciones en relieve, hechas en la fundición y al bendecirlas se les da un nombre, que a veces se inscribe en la misma pieza. Los textos de las inscripciones han variado con el tiempo, partiendo de una primera época hasta el S. XII aprox. en el que lo relevante es el origen de la campana: Una donación piadosa, por mandato de quien fue fundida, etc. a partir de esta fecha, se introducen oraciones y textos sagrados con sentido protector Como "Mentem sanctam spontaneam voluntatem honorem deo et patria liberacionem" que se suman a las que indican propiedad u origen.
En nuestro pueblo Deza, se conserva una tradición oral, conocida de todos los habitantes que dice que en nuestro pueblo hubo una campana con la siguiente inscripción: "María de Deza soy, la que cien quintales peso, si no me quieres creer, cógeme y llévame en peso".
Los cien quintales antiguos serían de 46 kilos y por lo tanto su peso era de 4600 Kgs.
En mis tiempos, las campanas han pasado, al igual que las personas, por diferentes vicisitudes. El número de ellas no ha variado; pero si ha habido alguna particularidad que tengo que resaltar. En primer lugar lo haré diciendo que la llamada San Juan, yo la conocí siempre con la saya rajada por lo que su sonido era bronco. Era una gran señora algo más pequeña que la Santa María y se encargaba de dar las horas de su viejo amigo, el reloj. Decían que se había rajado al echarle los mozos una boina dentro, cuando se bandeaba en una de las procesiones de aquellos tiempos. Ocupaba el lado este, mirando a la plaza de toros y siempre me causó respeto, asomarme por debajo de su saya.
El caso es que, la campana San Juan fue defenestrada de buenas a primeras, lanzándola al vacío sin ningún miramiento. Quedó hecha trizas pues se partió en tres trozos que rebotaron como proyectiles en el suelo. Fue sustituida por otra de menor porte, más moderna y con el yugo y cabeza metálicos, que se llamaría del Santo Cristo. Allí lo atestiguaba una leyenda en donde se sabe que fue Don Teodomiro el promotor, siendo alcalde del Deza D. Juan Manuel Alcalde.
La nueva campana tuvo una vida efímera pues se partió por la mitad y así quedó, con la cabeza colgando y la saya en el suelo. Yo pensaba que sería ya para la eternidad pues los tiempos actuales no están como para ir poniendo campanas en las torres en las que faltan, que son muchas. Tendría que suceder un milagro y el milagro se ha producido. La torre de la iglesia de Deza ya tiene su trío de campanas, gracias a la generosidad de Adrián Rubio Morales. Y su nombre será de ahora en adelante: SOLEDAD.
Soledad ha llegado a Deza en un día frío del mes de febrero del 2015. Precisamente el día 9, de tierras palentinas, de Saldaña, para ser nuestra compañera por muchos años.
En los pueblos, el toque de campanas empezaba de mañana, al comenzar la misa que se celebraba a diario cuando en cada pueblo por pequeño que fuese, había un sacerdote. Se volteaban en las grandes solemnidades y nos avisaban tristemente cuando algún vecino había fallecido. Si era necesario, también servían para toque de arrebato.
Buenos días Deza. Un abrazo.