A la campana Virgen de la Soledad
En mi pueblo hay una iglesia
Que es causa de admiración.
Es de grandes proporciones;
De estilo, planta salón.
Con su torre y sus campanas
Que el aire llenan de notas
Y que con un solo diente
A las gentes alborotan.
Eso lo dice el refrán.
Y los dichos populares
Al referirse a campanas
No dicen mas que verdades
En mis tiempos, muchos chicos
Nos hicimos monaguillos
Para subir a la torre
Y tocar el campanillo.
Mientras tanto, el sacristán,
Bandeaba la mayor
Llamada Santa María
Que es la madre del Señor.
Allí había otra campana
Que se llamaba San Juan
Y que por estar rajada
La tuvieron que cambiar.
La bajaron de la torre
Tirándola desde lo alto
Y al estrellarse en el suelo
Se convirtió en tres pedazos.
La que hicieron en Miranda,
No se parecía en nada
Ni en su porte, ni cabeza
Ni en su yugo, ni en su saya.
Por fatiga del metal,
Cierta fiesta al voltearla
Se le rompieron los pernos
Que las partes sujetaban
Quedando en pino, su yugo
Mientras el suelo aguantaba
El medio cuerpo de abajo
Mudo; sin que ya tocara.
Y por fin llegó el milagro
Cuando nadie lo esperaba
Por medio del buen Adrián
Buen amante de campanas.
Virgen de la Soledad
Se llamará nuestra dama
Que alegrará todas fiestas
A partir de esta semana.
Escampando sus sonidos
Por los llanos y los cerros
Y asustando a las palomas
Que engüerando están sus huevos.
Si por siempre enmudecieran,
¡Qué tristeza en la tierra y el cielo!
¡Qué silencio en las iglesias!
¡Qué extrañeza entre los muertos!
Un abrazo. Dedicada al amigo Adrián
Vicente.
En mi pueblo hay una iglesia
Que es causa de admiración.
Es de grandes proporciones;
De estilo, planta salón.
Con su torre y sus campanas
Que el aire llenan de notas
Y que con un solo diente
A las gentes alborotan.
Eso lo dice el refrán.
Y los dichos populares
Al referirse a campanas
No dicen mas que verdades
En mis tiempos, muchos chicos
Nos hicimos monaguillos
Para subir a la torre
Y tocar el campanillo.
Mientras tanto, el sacristán,
Bandeaba la mayor
Llamada Santa María
Que es la madre del Señor.
Allí había otra campana
Que se llamaba San Juan
Y que por estar rajada
La tuvieron que cambiar.
La bajaron de la torre
Tirándola desde lo alto
Y al estrellarse en el suelo
Se convirtió en tres pedazos.
La que hicieron en Miranda,
No se parecía en nada
Ni en su porte, ni cabeza
Ni en su yugo, ni en su saya.
Por fatiga del metal,
Cierta fiesta al voltearla
Se le rompieron los pernos
Que las partes sujetaban
Quedando en pino, su yugo
Mientras el suelo aguantaba
El medio cuerpo de abajo
Mudo; sin que ya tocara.
Y por fin llegó el milagro
Cuando nadie lo esperaba
Por medio del buen Adrián
Buen amante de campanas.
Virgen de la Soledad
Se llamará nuestra dama
Que alegrará todas fiestas
A partir de esta semana.
Escampando sus sonidos
Por los llanos y los cerros
Y asustando a las palomas
Que engüerando están sus huevos.
Si por siempre enmudecieran,
¡Qué tristeza en la tierra y el cielo!
¡Qué silencio en las iglesias!
¡Qué extrañeza entre los muertos!
Un abrazo. Dedicada al amigo Adrián
Vicente.