Hace algunos años, un amigo me preguntó por qué razón el gato, al pasarle la mano por el lomo acariciándolo, levanta siempre su cola. La verdad es que a mi no se me ocurrió la respuesta. Pues según mi amigo el gato quiere decirte, como no puede hablar, que en ese punto se acaba el gato. Que vuelvas a empezar de nuevo a pasarle la mano, que le gusta lo que le haces. Pues yo siempre pienso al ver esta señal, que a partir de aquí se acaba el pueblo, se acaba Deza. Si quieres volver a gozar del entorno, date la vuelta y empieza de nuevo, porque si sigues te saldrás del gato, digo del pueblo y quizá te vayas muy lejos.
Y no te pasas nunca de la raya si vas por la carretera, si eres joven y conduces. Que no se acabe el gato... digo la VIDA.
Un abrazo.
Y no te pasas nunca de la raya si vas por la carretera, si eres joven y conduces. Que no se acabe el gato... digo la VIDA.
Un abrazo.
Generalmente siento las despedidas de mi pueblo de una manera especialmente triste ya que sé que no volveré en mucho tiempo. A mi me gustaría vivir, por ejemplo en Zaragoza y poder acercarme cada quince días por Deza y disfrutar de mi pueblo al igual que se goza al cantar las diez de últimas, que es lo que yo estoy cantando ya a mi edad avanzada. Por otro lado tengo que confesaros que cuando llego a mi pueblo siento una desazón tremenda al ver su decaimiento y lo que ha perdido al cabo de los años y que me volvería a marchar al momento. No obstante revivo de mis cenizas y al otro día de venir, ya no me iría por nada del mundo. Y cuando marcho se me cae el cielo encima pues aquí tengo enterrados todos mis seres queridos más próximos, de toda la vida. Mi deseo, de ser posible, fuera compartir el día de mañana mi Deza y mi otro pueblo. No obstante pienso que si no mis restos mortales, mi alma inmortal podrá volar y podrá por lo tanto, compartirlos al mismo tiempo. Esto me consuela.
Un abrazo.
Un abrazo.