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DEZA: Hace unos días participé en este foro con el tema del...

Como todavía no se ha terminado el mes de San Isidro, quería romper una lanza a favor de los sufridos agricultores de nuestro pueblo, de esos trabajadores sin cuya actividad sería imposible la vida.
Muchos políticos, para ser elegidos, se han comprometido a realizar la Reforma Agraria pero, una vez en el poder, han olvidado sus promesas dejando las cosas peor que las encontraron.
Ya antes de Jesucristo, los hermanos Tiberio y Cayo Sempronio Graco, programaron una reforma cuyas bases fueron recogidas en la ley Sempronia, conocida también como Rogatio Sempronia. Propuesta en el año 133 por Tiberio Sempronio Graco, fue una ley especialmente pensada para imponer una reforma agraria. Dicha ley de reparto de tierras estuvo bastante tiempo en vigor y permitió que la pequeña propiedad campesina se recuperara en Italia y que aumentara la población capaz de servir en el Ejército. Uno de los puntos de esta ley estaba referido al "ager publicus".
Para llevar a cabo todos los puntos de la nueva ley se constituyó un colegio de triunviros, elegido por el pueblo y que se encargaría de repartir los lotes de tierras y de recuperar las propiedades privadas adquiridas ilegalmente.
Las parcelas que habían llegado a ser latifundios serían devueltas al Estado y se convertirían después en propiedades privadas y sus nuevos dueños tendrían la obligación de emplear en ellas a hombres libres. El Estado pagaría el mismo precio en que las arrendó, más un aumento en caso de que hubiese mejoras.
Una vez devueltas las parcelas al Estado, se distribuirían entre los campesinos más pobres y necesitados, en parcelas de 5 o 6 hectáreas cada una, con la condición de no poderlas vender y de pagar un pequeño impuesto por ellas.
Ningún ciudadano tendría como posesión más de 124 hectáreas de agro público. Pero si el ciudadano tenía dos o más hijos, se podía llegar hasta las 250 hectáreas.
Esta reforma no se llevó totalmente a la práctica y los dos hermanos acabaron asesinados.
A lo largo de la historia, fueron muchos los intentos de Reforma Agraria. Una de las más importantes es la que se promulgó en septiembre de 1932 y constituyó el mayor proyecto con que se encontró el gobierno de la Segunda República por estas tres razones:
España seguía siendo un país de base agrícola de bajo rendimiento.
Casi el 50% de la población activa era campesina y de ellos la mayoría eran jornaleros, es decir, sin tierras.
El sur de España tenía una estructura latifundista, por lo que amplios sectores sociales soportaban una situación de miseria y paro que los llevaba a realizar ocupaciones ilegales de tierras, influidos por el movimiento anarquista.
Para solucionar esta situación desde el primer gobierno provisional se tomaron unas medidas que más tarde se aprobarían en la ley de reforma agraria:
Se prohibía a los propietarios de tierras que echaran a los campesinos que arrendaban las tierras.
Se aplicaba también a los jornaleros las jornadas de 8 horas ya conseguidas por los obreros industriales.
Se obligaba a contratar para el trabajo de las tierras a jornaleros del propio municipio.
Se obligaba a los propietarios a cultivar las tierras bajo amenaza de confiscación para evitar que los terratenientes boicotearan a la república dejando las tierras sin cultivar.
Su aplicación fue suprimida por la Ley de Contrarreforma Agraria durante el bienio radical-cedista, pocos meses después de su aprobación.
Como vemos, todos los intentos de reforma han terminado en “agua de borrajas”, mientras su patrón, San Isidro, sigue en su hornacina con la reja en la mano.
Un saludo.

Hace unos días participé en este foro con el tema del penoso trabajo de los agricultores debido a que, en nuestro pueblo, es la principal ocupación. En dicha participación únicamente traté de algunas reformas agrarias a lo largo de los tiempos y abundé en la historia de los hermanos Graco y de la Reforma de la II República.
Mi padre en el pueblo también era agricultor; agricultor modesto, medialero de coyunta; y yo también ejercí, aunque por pocos años, esa digna profesión. En realidad todo el mundo tiene entre sus ascendientes algún agricultor.
Los agricultores se quejan con razón. Dicen que cada día son menos: los mayores desaparecen y los jóvenes, aún con ayudas, no quieren seguir en el campo. Muchos prefieren la ciudad para trabajar en otras actividades, y no pasarse la vida mirando al cielo, a la subida de los abonos o a la incertidumbre de los precios en los mercados.
Según estadísticas, solamente quedan en España unos trescientos mil agricultores y más de cien mil pasan de los cincuenta años. La verdad es que para el Gobierno no cuentan mucho y hasta han suprimido el Ministerio de Agricultura incluyéndolos en Medio Ambiente en el departamento del Medio Rural y Marino; demasiadas competencias.
De cuando yo trabajaba en el campo, recuerdo que, con una yunta y la basura como abono, las cosas eran muy sencillas. Ahora todo se ha complicado y cada día son más presionados para hacerles cumplir una serie de condiciones que les hace más difícil su actividad.
Los gobiernos dicen que los agricultores son muy importantes para la conservación del medio rural, yo no lo dudo, pero lo cierto es que los pueblos se están quedando vacíos a causa de la escasa rentabilidad de la cosa agraria y de la escasez de servicios esenciales para alcanzar una vida similar a la que se disfruta en la ciudad.
Se han disparado los precios de los abonos, semillas y maquinaria. Han eliminado los precios de garantía como había los del Serpa, mientras que son unos pocos operadores los que los deciden: en fin, que se lo están poniendo difícil a las gentes del campo y el gobierno ha optado por cumplir el refrán: " para destetar el ternero, matar la vaca".
Un saludo

Un saludo.