Buenos días Deza.
Este hecho que se narra en “Recuerdos de mi Pueblo Deza” pasó tal día como hoy, un 28 de mayo, a mediados de la década de los años cuarenta del siglo pasado. Era ya el segundo accidente mortal de tráfico, que ocurría por atropello de un niño en Deza.
Fue una tarde de últimos del mes de mayo. Los chicos habíamos salido de la escuela y cogido la merienda. Que a tiempo estaba en La Plaza el camión del transporte de Alhama, cuando llegó el Paco Lozano. Y que a tiempo se ponía en marcha y arrancaba. Como vio a otros chicos preparados, se metió en cacho de pan y los cacahuetes en el bolsillo, enganchó a correr y mira por donde cogió un sitio fácil para engancharse; pero muy peligroso. El vehículo arreó cuesta abajo y cada vez se embalaba más. De no tirarte ahora era capaz aquel trasto de llevarte lo menos hasta Cihuela, en donde pararía de nuevo. El pobre Paco, el atrevido Paco que lo era mucho pensaría en tirarse o quizá se cayó sin desearlo. El resultado fue que tuvo la mala suerte de que le pasara por el pecho la doble rueda de atrás del camión. El camión pegó un frenazo y paro para auxiliar al accidentado. No hubo nada que hacer pues había muerto en el acto. Lo trasladaron a casa de la tia Patro y lo instalaron ya cadáver en una cama. Todos los chicos del pueblo pasamos a verlo. Aquella estampa de dolor quedó clavada en nuestras mentes y en nuestros recuerdos para siempre. Había sido un compañero nuestro que iba a hacer la primera comunión tan solo dentro de unos días y la familia estaba preparando la solemnidad del acontecimiento, que tuvo que trastocar por éste otro de dolor.
La gente pensó mucho en aquel frenazo del vehículo pues era extraño que sin ver nada anormal por delante tuviese que parar de repente. El conductor paró porque había dado un bote el vehículo sin causa aparente pues habían pasado por sitio llano y sin baches y que al mirar por el retrovisor vio al chico en tierra y se pensó lo peor.
El Paco era hijo del guardia civil Lozano, un hombre muy serio y muy formal del que nadie tuvo jamás una queja. Tenía otras dos hijas de las cuales una se llamaba Lucía. De la otra no me acuerdo porque era “hija de doble amor” que se dice y no podía jugar ni relacionarse con la chiquillería. Mi deseo es que aquella pobre gente encontrara el consuelo y tuviera muchos años para rezar por su hijo y por su hermano aunque hay que pensar que los padres nunca se harían a la idea de perder a su hijo querido de una manera tan trágica e inesperada.
Aquí se acabó de una manera fulminante el engancharse en los vehículos, sin echar ningún pregón prohibiéndolo y sin tener que escuchar ningún otro consejo de los mayores. Solo faltó que los chicos viésemos las consecuencias.
Un abrazo.
Este hecho que se narra en “Recuerdos de mi Pueblo Deza” pasó tal día como hoy, un 28 de mayo, a mediados de la década de los años cuarenta del siglo pasado. Era ya el segundo accidente mortal de tráfico, que ocurría por atropello de un niño en Deza.
Fue una tarde de últimos del mes de mayo. Los chicos habíamos salido de la escuela y cogido la merienda. Que a tiempo estaba en La Plaza el camión del transporte de Alhama, cuando llegó el Paco Lozano. Y que a tiempo se ponía en marcha y arrancaba. Como vio a otros chicos preparados, se metió en cacho de pan y los cacahuetes en el bolsillo, enganchó a correr y mira por donde cogió un sitio fácil para engancharse; pero muy peligroso. El vehículo arreó cuesta abajo y cada vez se embalaba más. De no tirarte ahora era capaz aquel trasto de llevarte lo menos hasta Cihuela, en donde pararía de nuevo. El pobre Paco, el atrevido Paco que lo era mucho pensaría en tirarse o quizá se cayó sin desearlo. El resultado fue que tuvo la mala suerte de que le pasara por el pecho la doble rueda de atrás del camión. El camión pegó un frenazo y paro para auxiliar al accidentado. No hubo nada que hacer pues había muerto en el acto. Lo trasladaron a casa de la tia Patro y lo instalaron ya cadáver en una cama. Todos los chicos del pueblo pasamos a verlo. Aquella estampa de dolor quedó clavada en nuestras mentes y en nuestros recuerdos para siempre. Había sido un compañero nuestro que iba a hacer la primera comunión tan solo dentro de unos días y la familia estaba preparando la solemnidad del acontecimiento, que tuvo que trastocar por éste otro de dolor.
La gente pensó mucho en aquel frenazo del vehículo pues era extraño que sin ver nada anormal por delante tuviese que parar de repente. El conductor paró porque había dado un bote el vehículo sin causa aparente pues habían pasado por sitio llano y sin baches y que al mirar por el retrovisor vio al chico en tierra y se pensó lo peor.
El Paco era hijo del guardia civil Lozano, un hombre muy serio y muy formal del que nadie tuvo jamás una queja. Tenía otras dos hijas de las cuales una se llamaba Lucía. De la otra no me acuerdo porque era “hija de doble amor” que se dice y no podía jugar ni relacionarse con la chiquillería. Mi deseo es que aquella pobre gente encontrara el consuelo y tuviera muchos años para rezar por su hijo y por su hermano aunque hay que pensar que los padres nunca se harían a la idea de perder a su hijo querido de una manera tan trágica e inesperada.
Aquí se acabó de una manera fulminante el engancharse en los vehículos, sin echar ningún pregón prohibiéndolo y sin tener que escuchar ningún otro consejo de los mayores. Solo faltó que los chicos viésemos las consecuencias.
Un abrazo.