Pan y circo (panem et circenses).
Veinte siglos después, y hay que ver lo poco que hemos avanzado. Los emperadores romanos bien sabían entretener a la plebe con reparto gratuito de pan y entradas para los juegos. Aún sin la grandeza de un Julio César, pero con más medios como esa caja mágica que llamamos tele, los que mueven las piezas de ajedrez de este gran tablero sobre el que pisamos, bien saben del poder de sedación que tienen los llamados espectáculos de masas como el fútbol. ¿Y a los que no les gusta? Pues siempre habrá otro deporte, un ídolo prefabricado del espectáculo que sea, o los cotilleos infames de cualquier cadena de televisión.
Y mientras, el presidente deun club haciendo demagogia política con nacionalismos trasnochados; el de otro tirando por la ventana cientos de millones de euros... ¿Quién paga eso? Pues el pueblo, claro. Al final habrá que darle la razón a Lope de Vega: "Pues si el pueblo es necio, que pague su precio".
Veinte siglos después, y hay que ver lo poco que hemos avanzado. Los emperadores romanos bien sabían entretener a la plebe con reparto gratuito de pan y entradas para los juegos. Aún sin la grandeza de un Julio César, pero con más medios como esa caja mágica que llamamos tele, los que mueven las piezas de ajedrez de este gran tablero sobre el que pisamos, bien saben del poder de sedación que tienen los llamados espectáculos de masas como el fútbol. ¿Y a los que no les gusta? Pues siempre habrá otro deporte, un ídolo prefabricado del espectáculo que sea, o los cotilleos infames de cualquier cadena de televisión.
Y mientras, el presidente deun club haciendo demagogia política con nacionalismos trasnochados; el de otro tirando por la ventana cientos de millones de euros... ¿Quién paga eso? Pues el pueblo, claro. Al final habrá que darle la razón a Lope de Vega: "Pues si el pueblo es necio, que pague su precio".