LA ENCINA. USOS Y TRADICIONES (II)
Símbolo de justicia y fuerza, la encina ocupó también un destacado lugar en las creencias del mundo clásico. Los aqueos, que constituían la más antigua de las familias griegas, celebraban, según el testimonio de Tito Livio, bajo una encina sagrada sus reuniones comunales en las que se tomaban las decisiones más importes.
Estos árboles formaban también parte del conjunto de ritos y creencias que los griegos utilizaban para obtener el conocimiento de lo divino y de lo humano. En Dodona, Épiro, al pie del monte Tmaros, se encontraba el más antiguo de todos los santuarios dedicados al dios Zeus; en él se practicaba la adivinación interpretando el murmullo que el viento producía en las hojas de una gran encina sagrada que estaba situada en el recinto del santuario. No menos célebre que el de Dodona fue el santuario de Zeus en Ammón (Egipto) donde se practicaba la misma suerte de adivinación.
Numerosos vestigios de este culto al árbol se encuentran escondidos en las raices más profundas de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestro folklore popular, nuestras fiestas e incluso en algunas de nuestras creencias. Podemos vislusbrarlos en tradiciones relacionadas con la Navidad, "Toza de Nadal", "Babassa" o "Nadau Tidún", según los lugares, celebración familiar consistente en quemar en las casas la noche de Navidad un tronco de encina al que se "bendice" o "bautiza" derramando sobre él vino tres veces. Esta costumbre o tradición, hoy prácticamente perdida era común hasta no hace mucho tiempo en el Alto Aragón y Cataluña, e incluía la creencia muy arraigada de que los restos del árbol y sus cenizas protegían a la casa de las tormentas, a los campos de las plagas y que tenían la propiedad de sanar enfermedades.
Símbolo de justicia y fuerza, la encina ocupó también un destacado lugar en las creencias del mundo clásico. Los aqueos, que constituían la más antigua de las familias griegas, celebraban, según el testimonio de Tito Livio, bajo una encina sagrada sus reuniones comunales en las que se tomaban las decisiones más importes.
Estos árboles formaban también parte del conjunto de ritos y creencias que los griegos utilizaban para obtener el conocimiento de lo divino y de lo humano. En Dodona, Épiro, al pie del monte Tmaros, se encontraba el más antiguo de todos los santuarios dedicados al dios Zeus; en él se practicaba la adivinación interpretando el murmullo que el viento producía en las hojas de una gran encina sagrada que estaba situada en el recinto del santuario. No menos célebre que el de Dodona fue el santuario de Zeus en Ammón (Egipto) donde se practicaba la misma suerte de adivinación.
Numerosos vestigios de este culto al árbol se encuentran escondidos en las raices más profundas de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestro folklore popular, nuestras fiestas e incluso en algunas de nuestras creencias. Podemos vislusbrarlos en tradiciones relacionadas con la Navidad, "Toza de Nadal", "Babassa" o "Nadau Tidún", según los lugares, celebración familiar consistente en quemar en las casas la noche de Navidad un tronco de encina al que se "bendice" o "bautiza" derramando sobre él vino tres veces. Esta costumbre o tradición, hoy prácticamente perdida era común hasta no hace mucho tiempo en el Alto Aragón y Cataluña, e incluía la creencia muy arraigada de que los restos del árbol y sus cenizas protegían a la casa de las tormentas, a los campos de las plagas y que tenían la propiedad de sanar enfermedades.