DEZA: Es curioso, como apunta pefeval en este relato costumbrista,...

Cuando a uno le mandan a tomar vientos o a tomar el fresco, aunque pueda ser una frase de desdén, no debe tomárselo peyorativamente. En muchos lugares, tomar el fresco es salir a la calle con su silla respectiva y charlar con los vecinos formando un pequeño mentidero cerca de la puerta de la casa después de las faenas cuotidianas tras un día de calor, donde el botijo o la bota corrían de mano en mano. En Deza existía esa sana costumbre y quizás todavía perdure. Era bonito, cuando pasabas por el Corrillo, el Corredero, el Barrioelolmo, la Solana, la Erilla o cualquier calle del pueblo, ver a los paisanos charlando mientras los murciélagos volaban bajos buscando los insectos. Las pobres bombillas de las esquinas aportaban muy poca luz, pero suficiente para vernos las caras.
Saco esto a colación al leer un suceso ocurrido en un pueblo en el que un señor ha solicitado permiso-y se lo han rechazado- para salir de su casa y sentarse a tomar el fresco en la puerta. En muchas ciudades está permitido eso que llaman “hacer botellón” donde los jóvenes campan a sus anchas invadiendo parques y plazas, con el consiguiente trastorno para vecinos y viandantes, mientras que las autoridades prohíben nuestras pacíficas y viejas costumbres alegando que no está permitida la invasión de las calles.
Paso a transcribir el suceso ocurrido en un pueblo:
“Su nombre es Antonio Fernández Guijarro y vive en el número cinco de una céntrica plaza. El pasado viernes, los miembros de la junta local de gobierno del Ayuntamiento quedaron cariacontecidos tras contemplar el punto número 24 del orden del día. "Solicitud de don Antonio Fernández Guijarro de autorización para la ocupación de la vía pública con una mesa y cuatro sillas, para sentarse en su puerta y tomar refrescos al fresco por la tarde, sin intención comercial, en la plaza de San Sebastián". La petición fue rechazada pero, al parecer, la cosa no quedará ahí.
La petición de Fernández tiene su origen en el desalojo de la plaza de que fue objeto, junto a su mujer y una pareja de amigos, por parte de cuatro agentes de la Policía Local, cuando tomaban un refresco sentados en una mesa y cuatro sillas propias. Fernández va a luchar por no tener que usar el ventilador ni el aire acondicionado pudiendo `tomar el fresco´, tranquilamente, en la calle”
Un saludo

Es curioso, como apunta pefeval en este relato costumbrista, en la primera parte, y ciertamente patético en el caso comentado de ese pacífico ciudadano, que nuestras autoridades tengan dos raseros a la hora de medir: máximo rigor con un hombre de un pueblo que no molesta a nadie, menos para los munícipes, parece, y laxitud con los que arman follón nocturno, se orinan en las paredes y dejan los pueblos y ciudades hechos un asco con el fenómeno conocido como el botellón. Claro, que el señor Fernández es sólo un voto: un hombre, un voto (bueno, cuatro, si contamos los amigos), pero los otros... Y claro, a más votos, más escaños. ¿Demagogia? Pues va a ser que no, al menos por mi parte. Un saludo.