El día de San Juan recordé una vieja costumbre de mi pueblo. Aquel día nos bañábamos sin problemas en el estanque del tío Nicolás, en el del Rogelio, en el azud o en la balsa del Molino de la Vega porque, por algún misterio, aquel día no picaban las culebras. En realidad no conozco ningún caso de que picaran cualquier otro día. Sí que te podía morder algún topo al meter la mano a ciegas en alguno de los agujeros del río intentando sacar un cangrejo, pero aquellas eran nuestras piscinas y allí nos bañábamos con el traje de Adán, o sea en pelotas. Lo cierto es que, en aquellos tiempos, la higiene dejaba mucho que desear: no había agua corriente en las casas y era el único modo de darnos una zambullida. No respetábamos el tiempo en que se puede cortar la digestión y el agua no estaba clorada, permaneciendo estancada durante varios días con el consiguiente peligro para la integridad, pero no recuerdo que a ninguno nos afectara aquella insalubridad.
Sin embargo ahora, a pesar de la medicina preventiva, recién pasados los sesenta, es raro encontrar alguno de nosotros que no se vea afectado por alguna dolencia. Hay un viejo refrán que dice que, cuando pasas de los sesenta y te despiertas por la mañana, si no te duele nada, es que estás muerto. El refrán es drástico, pero es ciertamente extraño que, como en mi caso, a muchos sexagenarios no les afecte el exceso de colesterol, triglicéridos, azúcar, hipertensión, próstata, o ácido úrico. Por este último motivo, el que suscribe ha tenido que soportar los dolorosos efectos de la gota, y he de limitar las cervezas y otras bebidas y comidas a las que estaba acostumbrado.
En consecuencia que, como dice otro agudo refrán, todo lo que me gusta me lo prohíbe el médico o pertenece a otro.
Un saludo
Sin embargo ahora, a pesar de la medicina preventiva, recién pasados los sesenta, es raro encontrar alguno de nosotros que no se vea afectado por alguna dolencia. Hay un viejo refrán que dice que, cuando pasas de los sesenta y te despiertas por la mañana, si no te duele nada, es que estás muerto. El refrán es drástico, pero es ciertamente extraño que, como en mi caso, a muchos sexagenarios no les afecte el exceso de colesterol, triglicéridos, azúcar, hipertensión, próstata, o ácido úrico. Por este último motivo, el que suscribe ha tenido que soportar los dolorosos efectos de la gota, y he de limitar las cervezas y otras bebidas y comidas a las que estaba acostumbrado.
En consecuencia que, como dice otro agudo refrán, todo lo que me gusta me lo prohíbe el médico o pertenece a otro.
Un saludo