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DEZA: Hay que bonito Manuel, me has echo llorar, en realidad...

ALGUNOS ASPECTOS MÁS DE LAS FIESTAS
(Un pequeño homenaje a las madres)

Da igual que hablemos de Deza, de Ólvega, de San Leonardo o de Soria, o de otro lugar. Si echamos la vista varias décadas atrás y repasamos aquellos días de fiestas, forzosamente hemos de pensar en la figura singular de las madres, de cualquier madre.
Cuando se es joven, y más siendo varón, no se suele caer en la cuenta de lo que suponían las fiestas para aquellas buenas mujeres que eran nuestras madres.
Llegaba San Juan y el cuerpo te bullía porque comenzaba la diversión. La camisa y el pantalón blancos, limpios, recién planchados, impolutos, significaban el arranque, el punto de partida; camisa y pantalón que no tardarían en llenarse de lamparones de vino de la bota, de restregones, de polvo y sudor mezclados...´
Trasnochabas sin caer en la cuenta que la madre, cualquiera de nuestras madres, seguramente estaría en vela esperando nuestro regreso improbable o a deshora, aunque en fiestas difícil establecer qué era deshora.
Cuando ibas a comer, siempre habría algo cocinado esperándote a la hora que fuese, normalmente a destiempo. Siempre con una sonrisa en los labios de la madre, sin un reproche. Aunque le llevases amigos a cenar, sin previo aviso. ¡Eran fiestas!
(Mi madre nunca supo qué eran fiestas, porque el bueno de mi padre tenía que trabajar siempre en estas fechas. Si acaso, salía al Collado a ver el desfile de la Saca, o el del Domingo de Calderas) Pero en día tan señalado -No hay en España ni habrá...- había que volver a casa a preparar la comida, y esmerándose aún más para obsequiar a los suyos en este día grande de las fiestas.
No podías pensar, porque joven y con ganas de disfrutar a tope de la diversión no estás para reflexiones, que la madre, cualquiera de aquellas madres, estaría lavando a mano -las lavadoras vendrían después- tu pantalón y camisa para que volviesen a quedar inmaculados; que estaría planchando; que tendría que ir a comprar casi a diario -los frigoríficos vendrían después-; que se estaría esmerando entre fogones -la cocina de butano vendría después y la vitro, ni se imaginaba- quizá para que comiese sola con el padre; que estaría pensando en que no te ocurriese ningún percance...
Y cuando el último día de fiestas, después del "Adiós, adiós San Juan" volvías a casa, cansado, roto, con sueño atrasado de muchos días, quizás no te daba tiempo ni de darle un beso porque tu única preocupación era caer cuanto antes en la cama y que no te despertasen hasta muy avanzado el "Martes a Escuela".
Aún con retraso, aunque ya no puedas oír lo que tendría que haberte dicho en vida: ¡Gracias por todo, madre!

Hay que bonito Manuel, me has echo llorar, en realidad es que es cierto, las pagamos mal eran tan trabajadoras y buenas madres, que no habria dinero.
si desde algun sitio te lo agradecera. un saludo