Cuando veo al abuelo en esta simpática foto sujetando el arco de San Blas, recuerdo a un paisano, ya anciano, que tenía un huerto bajo la ermita. En aquel huerto tenía una higuera que criaba unas brevas negras, rayadas y muy dulces; vamos, que con solo mirarlas producían una sana codicia que hacían la boca agua. Pero aquel paisano, escarmentado porque los chiquillos le robábamos las brevas, en ocasiones antes de que estuvieran en sazón, se quedaba en el huerto oculto bajo esa higuera al objeto de que no se las afanáramos. El abuelo tenía mal humor y cuando nos tropezábamos con él, nos miraba directamente a los ojos sabiendo que éramos culpables del expolio, pero nosotros disimulábamos haciéndonos los inocentes.
Pues bien, con una picardía magistral, nos acercábamos a su casa y le llamábamos desde la gatera. Si no respondía era por que no se encontraba en casa; entonces sabíamos que estaba vigilando la higuera y nos cuidábamos de no ir al huerto, pero si contestaba- casi siempre con un esabrupto-, sabíamos que no había peligro y nos acercábamos al huerto seguros de que no nos iba a sorprender.
¡Bendita inocencia!
Un saludo
Pues bien, con una picardía magistral, nos acercábamos a su casa y le llamábamos desde la gatera. Si no respondía era por que no se encontraba en casa; entonces sabíamos que estaba vigilando la higuera y nos cuidábamos de no ir al huerto, pero si contestaba- casi siempre con un esabrupto-, sabíamos que no había peligro y nos acercábamos al huerto seguros de que no nos iba a sorprender.
¡Bendita inocencia!
Un saludo