Cuando veo al abuelo en esta simpática foto sujetando el arco de San Blas, recuerdo a un paisano, ya anciano, que tenía un huerto bajo la ermita. En aquel huerto tenía una higuera que criaba unas brevas negras, rayadas y muy dulces; vamos, que con solo mirarlas producían una sana codicia que hacían la boca agua. Pero aquel paisano, escarmentado porque los chiquillos le robábamos las brevas, en ocasiones antes de que estuvieran en sazón, se quedaba en el huerto oculto bajo esa higuera al objeto de que no se las afanáramos. El abuelo tenía mal humor y cuando nos tropezábamos con él, nos miraba directamente a los ojos sabiendo que éramos culpables del expolio, pero nosotros disimulábamos haciéndonos los inocentes.
Pues bien, con una picardía magistral, nos acercábamos a su casa y le llamábamos desde la gatera. Si no respondía era por que no se encontraba en casa; entonces sabíamos que estaba vigilando la higuera y nos cuidábamos de no ir al huerto, pero si contestaba- casi siempre con un esabrupto-, sabíamos que no había peligro y nos acercábamos al huerto seguros de que no nos iba a sorprender.
¡Bendita inocencia!
Un saludo
Pues bien, con una picardía magistral, nos acercábamos a su casa y le llamábamos desde la gatera. Si no respondía era por que no se encontraba en casa; entonces sabíamos que estaba vigilando la higuera y nos cuidábamos de no ir al huerto, pero si contestaba- casi siempre con un esabrupto-, sabíamos que no había peligro y nos acercábamos al huerto seguros de que no nos iba a sorprender.
¡Bendita inocencia!
Un saludo
Cuando yo era pequeño, al empezar la escuela en el mes de septiembre, en los primeros días de clase ya empecé haciendo "novillos". Como no podía presentarme en casa a comer, pues mi conciencia me reprochaba la mala acción, se me ocurrió que me iría comer higos a las higueras que dice el amigo pefeval y que por la noche pernoctaría en un pajar de la tia Reyes. Creo que mis planes para el futuro se acababan aquí pues al siguiente día ya no tenia pensado lo que debería de hacer. Como estáis viendo, mi futuro no era prometedor. Los higos los llegué a probar y se me hincharon los labios con la leche que echan por el rabillo y yo aguantaba; pero no sabía que me habían preparado una trampa y me pillaron mi madre y una tía en el juego de pelota. Creo que respiré tranquilo desde ese momento pues como los azotes de una madre, no hay otros que sepan mejores. Me los dio y me incorporé a mi casa con mis dos hermanitas. Mis hermanos todavía no habían nacido pues vinieron más tarde y todo terminó en paz y gloria.
Un abrazo.
Un abrazo.