El despoblado de Castril (VII)
¡Cómo me impresionaba, siendo niña, la silueta de la iglesia de Castril recortada sobre el límpido cielo azul del verano castellano! Se podía observar desde Alcozar subiendo al Macerón o a Carrasomo, pero quedaba desdibujada por la distancia. Mejor perspectiva y más imponente ofrecían las ruinas vistas desde la Parrilla o desde el Soto.
En la actualidad las tierras del antiguo Castril pertenecen al término de Soto, que a su vez se ha convertido en un barrio de San Esteban de Gormaz, y del antiguo lugar no queda más que un lienzo de muro que soporta estoicamente el azote del cierzo y el mordisco de la helada, y parte de una iglesia románica en cuyas paredes se solazan las lagartijas y que ha sido pasto de vandálicos robos y despojos. La iglesia, de una sola nave y con ábside rematado por bóveda de horno, ha quedado desprovista de capiteles, sillares y cualquier otro elemento decorativo o de construcción que pudiera tener algún valor. Esto, y un pequeño colmenar con paredes bardadas en cuyo interior sobrevive un arbolillo raquítico, es todo lo que ha quedado de Castril tras el paso del tiempo y de las desaprensivas hordas de expoliadores, que con seguridad causaron mayores estragos que la multitud de culebras que quiso crear la leyenda. En verano el paraje exhala un aire silente de nostalgia; en invierno un insondable silencio que intimida.
Divina Aparicio de Andrés
Texto publicado en "Casos y Cosas de Soria, III", Soria Edita, Soria, 2002,
¡Cómo me impresionaba, siendo niña, la silueta de la iglesia de Castril recortada sobre el límpido cielo azul del verano castellano! Se podía observar desde Alcozar subiendo al Macerón o a Carrasomo, pero quedaba desdibujada por la distancia. Mejor perspectiva y más imponente ofrecían las ruinas vistas desde la Parrilla o desde el Soto.
En la actualidad las tierras del antiguo Castril pertenecen al término de Soto, que a su vez se ha convertido en un barrio de San Esteban de Gormaz, y del antiguo lugar no queda más que un lienzo de muro que soporta estoicamente el azote del cierzo y el mordisco de la helada, y parte de una iglesia románica en cuyas paredes se solazan las lagartijas y que ha sido pasto de vandálicos robos y despojos. La iglesia, de una sola nave y con ábside rematado por bóveda de horno, ha quedado desprovista de capiteles, sillares y cualquier otro elemento decorativo o de construcción que pudiera tener algún valor. Esto, y un pequeño colmenar con paredes bardadas en cuyo interior sobrevive un arbolillo raquítico, es todo lo que ha quedado de Castril tras el paso del tiempo y de las desaprensivas hordas de expoliadores, que con seguridad causaron mayores estragos que la multitud de culebras que quiso crear la leyenda. En verano el paraje exhala un aire silente de nostalgia; en invierno un insondable silencio que intimida.
Divina Aparicio de Andrés
Texto publicado en "Casos y Cosas de Soria, III", Soria Edita, Soria, 2002,