Echar margaritas a los cerdos, o arrojar perlas a los cerdos
El origen real de esta frase, viene en las Sagradas Escrituras y en su formato original (en latín), era algo así: “Nolite dare sanctum canibus neque mittatis margaritas vestras ante porcos, ne forte conculcent eas pedibus suis et conversi dirumpant vos. (Matthaeum 7:6)”, lo cual podría traducirse al español como “No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen”.
Y bien, la analogía que os comentaba anteriormente entre las margaritas y las perlas se puede encontrar perfectamente en la Real Academia de la Lengua Española (RAE) en la que, si se consulta el significado de la palabra margarita, veremos que su cuarta acepción (Cada uno de los significados de una palabra según los contextos en que aparece) es perlas de molusco, por lo que las perlas de los moluscos también son denominadas margaritas y de ahí que en la expresión se utilice una u otra palabra indistintamente.
Pues bien, dicho esto (que hoy me estoy enrollando mucho) pasemos a explicar realmente lo que significa y cuándo se puede usar esta expresión.
Echar margaritas a los cerdos o arrojar perlas a los cerdos es hablar, usar tiempo, ofrecer tu generosidad o tu delicadeza a alguien que no sabe apreciarlos. Es cuando intentas ofrecer conocimientos muy avanzados a gente que no está preparada para recibirlos o ni siquiera está interesada en ellos. Sería como derrochar esfuerzos en vano (inútilmente, sin efecto, sin necesidad).
Y ahora, pasemos a los ejemplos: Regalarle un libro tan bonito y exclusivo a alguien que no sabe apreciarlo es echarle margaritas a los cerdos. Así que mejor guárdalo para otra persona que sepa apreciarlo más.
Ejemplo 2: Uy, con ese chico no te esfuerces, es un bala perdida. Por mucho que intentes hacerle comprender que no está en el buen camino, no querrá escucharte y no hará más que hacerte daño. Intentar convencerle de que se está equivocando es echar margaritas a los cerdos.
Ojalá que la gente que os rodea sepa siempre valorar vuestros esfuerzos y dedicación y no os sintáis como si estuviéseis echando siempre margaritas (o perlas) a los cerdos.
El origen real de esta frase, viene en las Sagradas Escrituras y en su formato original (en latín), era algo así: “Nolite dare sanctum canibus neque mittatis margaritas vestras ante porcos, ne forte conculcent eas pedibus suis et conversi dirumpant vos. (Matthaeum 7:6)”, lo cual podría traducirse al español como “No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen”.
Y bien, la analogía que os comentaba anteriormente entre las margaritas y las perlas se puede encontrar perfectamente en la Real Academia de la Lengua Española (RAE) en la que, si se consulta el significado de la palabra margarita, veremos que su cuarta acepción (Cada uno de los significados de una palabra según los contextos en que aparece) es perlas de molusco, por lo que las perlas de los moluscos también son denominadas margaritas y de ahí que en la expresión se utilice una u otra palabra indistintamente.
Pues bien, dicho esto (que hoy me estoy enrollando mucho) pasemos a explicar realmente lo que significa y cuándo se puede usar esta expresión.
Echar margaritas a los cerdos o arrojar perlas a los cerdos es hablar, usar tiempo, ofrecer tu generosidad o tu delicadeza a alguien que no sabe apreciarlos. Es cuando intentas ofrecer conocimientos muy avanzados a gente que no está preparada para recibirlos o ni siquiera está interesada en ellos. Sería como derrochar esfuerzos en vano (inútilmente, sin efecto, sin necesidad).
Y ahora, pasemos a los ejemplos: Regalarle un libro tan bonito y exclusivo a alguien que no sabe apreciarlo es echarle margaritas a los cerdos. Así que mejor guárdalo para otra persona que sepa apreciarlo más.
Ejemplo 2: Uy, con ese chico no te esfuerces, es un bala perdida. Por mucho que intentes hacerle comprender que no está en el buen camino, no querrá escucharte y no hará más que hacerte daño. Intentar convencerle de que se está equivocando es echar margaritas a los cerdos.
Ojalá que la gente que os rodea sepa siempre valorar vuestros esfuerzos y dedicación y no os sintáis como si estuviéseis echando siempre margaritas (o perlas) a los cerdos.