Anteriormente, siendo más jovencito, tuve otro maestro que nos metía los libros en la cabeza, con tapas y todo. Y si era gordo mejor puesto que los delgaduchos no le hacían gracia y allí quedaron nuevos, mientras los otros quedaron todos despanzurrados. Y es que al que se portaba mal, librazo que te dí; pero encima de la testa. También hacían su efecto ya que te dejaba atontado o noqueado, que dicen los boxeadores. Además te podía doblar el cuello y hacerte daño en las cervicales. pero mira, todo estaba permitido en aquellos tiempos. Bueno hay que hacer una escepción pues a mí desde que mi madre fue a verlo ya no me pegó más; aun que se cachondeaba pues decía que así no se podía enseñar, mientras hubiese miquitis que enviaran a sus madres a decirles los maestros loq ue tenían que hacer.
Un abrazo.
Un abrazo.