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Yo voy a contaros mi manera de narrar el cuento.
Iban camino de la feria, un viejo, un niño y un burro. Cuando se cruzaron con un grupo de caminantes, uno de ellos murmuró: - ¡Qué viejo tan tonto! ¡Hacer a pie esta larga caminata, pudiendo ir cómodamente montados en el burro...! El viejo reflexionó y cuando ya estuvieron a sus espaldas, montó en el burro. Un grupo de mujeres que luego encontraron le increparon al viejo diciendo: ¡Viejo abusador! ¡Tan cómodamente sentado en el burro y el niño, pobre, caminando. El viejo tomó entonces al niño en sus brazos y lo puso en el anca del jumento. No tardó en aparecer otro grupo que, al pasar junto al trío, lo increpó diciéndole: ¡Viejo cruel! ¡Maltratas a la bestia obligándola a cargar un peso excesivo, aprovechándote de su condición! ¡Eres un malasangre! El viejo cabizbajo se apeó. Solicitó la ayuda del pequeño y entrambos lo cargaron sobre sus espaldas. Los últimos empezaron a reír desde lejos... y entre sarcásticas carcajadas, al pasar le dijeron: ¡Viejo loco! ¡Ve a ver un matasanos para que te arregle el coco! El viejo, deprimido y confundido ya no sabía que hacer y decidió por último ponerse unos tapones en los oídos y acabar haciendo lo que le pareciera, sin escuchar a nadie nunca más.
La moraleja es que cada cual haga lo que su conciencia le dicte y déjese de los chismes de la gente.
Iban camino de la feria, un viejo, un niño y un burro. Cuando se cruzaron con un grupo de caminantes, uno de ellos murmuró: - ¡Qué viejo tan tonto! ¡Hacer a pie esta larga caminata, pudiendo ir cómodamente montados en el burro...! El viejo reflexionó y cuando ya estuvieron a sus espaldas, montó en el burro. Un grupo de mujeres que luego encontraron le increparon al viejo diciendo: ¡Viejo abusador! ¡Tan cómodamente sentado en el burro y el niño, pobre, caminando. El viejo tomó entonces al niño en sus brazos y lo puso en el anca del jumento. No tardó en aparecer otro grupo que, al pasar junto al trío, lo increpó diciéndole: ¡Viejo cruel! ¡Maltratas a la bestia obligándola a cargar un peso excesivo, aprovechándote de su condición! ¡Eres un malasangre! El viejo cabizbajo se apeó. Solicitó la ayuda del pequeño y entrambos lo cargaron sobre sus espaldas. Los últimos empezaron a reír desde lejos... y entre sarcásticas carcajadas, al pasar le dijeron: ¡Viejo loco! ¡Ve a ver un matasanos para que te arregle el coco! El viejo, deprimido y confundido ya no sabía que hacer y decidió por último ponerse unos tapones en los oídos y acabar haciendo lo que le pareciera, sin escuchar a nadie nunca más.
La moraleja es que cada cual haga lo que su conciencia le dicte y déjese de los chismes de la gente.