A mi abuelo Pedro (de esto ya hace muchos años) le oí contar que una vez venía de Bijuesca a la Venta de Tanas y habiéndose descuidado un poco en su salida de retorno, se le hizo de noche por el monte de la Veguilla. El iba montado en un caballo y de pronto empezó a oír el aullido de los lobos cada vez más cerca hasta el punto de que veía brillar sus ojos a la luz de la luna llena, a la orilla del camino, en los linderos del bosque. Como ya tenía experiencia en el asunto puesto que no era la primera vez, llevaba consigo un mechero de piedra de sílex y un eslabón y de vez en cuando lo hacía chiscar. Con el resplandor del chispazo huían despavoridos pero volvían a aparecer más adelante. Así estuvo hasta llegar cerca de su residencia en donde los perros al sentirlo salieron ladrando a recibirlo...
La familia le echo su buena bronca por haber cometido esa imprudencia; el haber salido tarde de regreso.
Un abrazo.
La familia le echo su buena bronca por haber cometido esa imprudencia; el haber salido tarde de regreso.
Un abrazo.
Dentro de las historias de lobos, una de las más famosas fue la del lobo negro al cual que se le dedicó incluso un pequeño monumento en Sierra Jayona, término municipal de Fuente del Arco (Badajoz), con la siguiente inscripción:
“En recuerdo al Doctor Feliz Rodríguez de la Fuente, que recorrió en los años 50-60 estas sendas de Sierra Morena estudiando el lobo español. En estos años, 1952-53, se celebró por aquí una lobada o sea una batida de lobos, salvándose de la cacería el gran lobo negro que asolo estos campos durante años. Herido en la Riverilla por la mastina Leona y deshecha su manada, huyó varios años después, a tierras de Hornachuelos (Córdoba)."
Un abrazo.
“En recuerdo al Doctor Feliz Rodríguez de la Fuente, que recorrió en los años 50-60 estas sendas de Sierra Morena estudiando el lobo español. En estos años, 1952-53, se celebró por aquí una lobada o sea una batida de lobos, salvándose de la cacería el gran lobo negro que asolo estos campos durante años. Herido en la Riverilla por la mastina Leona y deshecha su manada, huyó varios años después, a tierras de Hornachuelos (Córdoba)."
Un abrazo.
Fragmento de un relato de lobos.
"Mi bisabuelo era Juan "el perdío". No tenía cuatro años cuando se despistó mientras su madre segaba y se metió en el monte seguido de una perra mastina. Estuvo tres días perdido y ninguna de las batidas que se organizaron fueron capaces de dar con él, ya nadie apostaba que pudiesen encontrarlo vivo. En la tercera noche oyeron aullar a la perra en un barranco, ya amanecía cuando llegaron hasta él. Le encontraron dormido bajo una higuera al lado de la perra muerta por los lobos. Así de caro pago el animal el defender a su pequeño amo. Al niño, una vez muerta la perra, no le tocaron... nadie sabe por qué.
"El perdío" creció y muchos años después, siendo ya casi un viejo mató el lobo más grande que yo haya visto con su escopeta de yesca y avancarga. Esa foto en tono sepia y raída por los años, colgada en casa de su hija, mi abuela, es el primer documento gráfico de esta familia de cazadores".
Un abrazo.
"Mi bisabuelo era Juan "el perdío". No tenía cuatro años cuando se despistó mientras su madre segaba y se metió en el monte seguido de una perra mastina. Estuvo tres días perdido y ninguna de las batidas que se organizaron fueron capaces de dar con él, ya nadie apostaba que pudiesen encontrarlo vivo. En la tercera noche oyeron aullar a la perra en un barranco, ya amanecía cuando llegaron hasta él. Le encontraron dormido bajo una higuera al lado de la perra muerta por los lobos. Así de caro pago el animal el defender a su pequeño amo. Al niño, una vez muerta la perra, no le tocaron... nadie sabe por qué.
"El perdío" creció y muchos años después, siendo ya casi un viejo mató el lobo más grande que yo haya visto con su escopeta de yesca y avancarga. Esa foto en tono sepia y raída por los años, colgada en casa de su hija, mi abuela, es el primer documento gráfico de esta familia de cazadores".
Un abrazo.
Otro relato de lobos.
“El abuelo Natividad, andaba una noche por la sierra, había ido a cargar un carro a la estación del tren. Surgieron problemas con la carga y como mayoral de la finca volvió a la casa para pedir consejo al encargado.
La senda era estrecha, pero la luna la iluminaba. Había recorrido esa senda de noche en muchas ocasiones, las mulas las conocían tan bien que uno podía dormirse montado y amanecer en el cortijo, pero aquella noche no andaba solo. Oía las pisadas paralelas a la senda, unas veces a la izquierda, otras veces a la derecha. Bien sabía quienes le acompañaban, aunque no sabía cuántos. La persecución duraba ya más de dos horas cuando al desembocar a un claro les vio, dos pares de ojos brillantes parados frente a él, aunque seguía oyendo pisadas a los lados.
Bajó de la mula, echó mano al bolsillo del chaleco y sacó la navaja "de siete muelles" tan utilizadas entonces. Parado a diez metros de la compaña la abrió, con el ruido característico que producían aquellas facas," clac, clac, clac, clac, clac".
Aquello fue suficiente para la manada. De sobra sabían que los lobos y las cosas que suenan a hierro y brillan como el hierro no se llevan nada bien.”
Un abrazo.
“El abuelo Natividad, andaba una noche por la sierra, había ido a cargar un carro a la estación del tren. Surgieron problemas con la carga y como mayoral de la finca volvió a la casa para pedir consejo al encargado.
La senda era estrecha, pero la luna la iluminaba. Había recorrido esa senda de noche en muchas ocasiones, las mulas las conocían tan bien que uno podía dormirse montado y amanecer en el cortijo, pero aquella noche no andaba solo. Oía las pisadas paralelas a la senda, unas veces a la izquierda, otras veces a la derecha. Bien sabía quienes le acompañaban, aunque no sabía cuántos. La persecución duraba ya más de dos horas cuando al desembocar a un claro les vio, dos pares de ojos brillantes parados frente a él, aunque seguía oyendo pisadas a los lados.
Bajó de la mula, echó mano al bolsillo del chaleco y sacó la navaja "de siete muelles" tan utilizadas entonces. Parado a diez metros de la compaña la abrió, con el ruido característico que producían aquellas facas," clac, clac, clac, clac, clac".
Aquello fue suficiente para la manada. De sobra sabían que los lobos y las cosas que suenan a hierro y brillan como el hierro no se llevan nada bien.”
Un abrazo.