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DEZA: A tenor del bonito poema de Quevedo que cuelgas en...

A tenor del bonito poema de Quevedo que cuelgas en el foro, no quiero que pase la ocasión sin enviar un pequeño apunte sobre su vida.
El primer fin de semana de Agosto se celebraron en Cetina los esponsales de Quevedo. El viernes, día uno, fueron las amonestaciones, el sábado la boda, y el Domingo la salida-huida- de Quevedo para Madrid, abandonando a su noble esposa Doña Esperanza de Mendoza.
Yo tuve la oportunidad de asistir, disfrazado de fraile, a aquel evento que fue un gran éxito tanto de público como de organización. La asociación Batán fue la organizadora, y ya están pensando celebrar las segundas “quevedianas” el año que viene.
De este controvertido personaje yo únicamente sabía lo poco estudiado en mis años de humanidades, sin embargo su vida estuvo llena de emociones y aventuras.
Quevedo fue un fenómeno de su tiempo: inteligente, satírico, mordaz, cínico y con un sentido del humor fuera de lo común.
Sufrió las consecuencias de la envidia que es el principal pecado capital de los españoles. Dice Díaz Plaja en “El español y los pecados capitales”, que cuando le toca a un conocido la lotería, por ejemplo, decimos: “que suerte tiene el mamón”, cobrándonos con el insulto la envidia, por no haber sido nosotros los agraciados. Así hubo muchos libelos que difamaron a Quevedo llamándole maestro de errores, doctor de desvergüenzas, licenciado en brujerías, bachiller de necedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.
Motivo de esta envidia fue su enemistad con Góngora, quien lo envidió por la vida desordenada de mujeriego y bebedor hasta el punto que le llamó “Francisco de Quebebo”. Quevedo llamó a su vez a Góngora sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, vicioso del juego e indecente; en su famoso soneto “a una nariz” se ensaña y le atribuye ser judío.
Nadie fue tan prolífico con las palabras. Su abundante léxico y su maestría y facilidad para componer poesía satírica y amorosa, sonetos, romances y crítica social, legítima en aquellos años de decadencia, fueron imitados por muchos escritores barrocos.
Aunque misántropo y misógino, fue un gran cantor del amor y de la mujer escribiendo cientos de poemas amorosos. Consideró al amor como una lucha de contrarios donde el placer queda descartado.
Muchas de sus anécdotas reflejan el talante y el humor del poeta:
En Madrid, al igual que en otras ciudades, los rincones oscuros eran aprovechados como mingitorios. El alcalde decidió colocar unas cruces en aquellos lugares, acompañadas de carteles en los que se leía: no se mea en los lugares donde hay cruces. Quevedo sustituyó alguno de esos carteles con otros en los que se podía leer: “donde se mea, no se ponen cruces”.
Comoquiera que la reina Mariana de Austria era coja, provocaron a Quevedo apostando a ver si era capaz de decírselo de algún modo; Él se presentó ante ella con una rosa y un clavel y le espetó esta frase que es, sin duda, el más famoso calambur de la lengua española: “entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja”.
Se cuenta que, en algunas fiestas de la corte, coincidía con una dama de noble linaje que sistemáticamente le pedía que le dedicara un cuarteto; Quevedo siempre procuraba evitarla, pero en una ocasión no pudo hacerlo y, ante su insistencia, le dijo a la dama que abriera la boca; ella la abrió divertida aunque cambió de opinión al escuchar este célebre poema:
“Vuestra dentadura poca
dice vuestra mucha edad,
y es la primera verdad
que salió de vuestra boca”.
En otra ocasión en que Felipe IV le llamó a audiencia, le pidió que le rimara un cuarteto exclusivo. El poeta, solícito y complaciente, le dijo que le “diera pie”- refiriéndose al tema a elegir-. El rey, quizás por hacerse el gracioso o por ridiculizarlo ante la corte, levantó un pie poniéndolo sobre sus manos; entonces su gracia satírica le dedicó este:
“Al verme en esta postura,
paréceme, gran Señor
que yo soy el herrador
y vos la cabalgadura”.
Muchas anécdotas se podrían contar de este genial personaje que permaneció muy poco tiempo cerca de nuestro pueblo.
Un saludo