Con la miel en los labios
Quedarse con la miel en los labios es quedarse con las ganas de hacer algo, quedarse a punto de hacer algo que nos gusta, pero no llegar a hacerlo del todo. Si os fijáis bien, es muy gráfica la frase en sí, porque es como si quisiéramos comer miel, pero no pudiésemos, sólo llega a nuestros labios pero nunca llega a nuestra boca, por lo que no llegamos a ingerirla nunca.
Pongamos algunos ejemplos. Imaginad que vais a una gran ciudad y justo cuando vais a entrar a ese museo que habéis soñado visitar desde hace mucho tiempo, os sale al paso un guardia de seguridad y os dice: vamos a cerrar. Eso sería quedarse con la miel en los labios.
Otro ejemplo. Imaginad que estáis en la cola para comprar entradas para ese concierto que tanto tiempo habéis esperado que se celebrase, o para ese partido mítico que no os queréis perder, y poco antes de que llegue vuestro turno, en la taquilla cuelgan el cartel de “No quedan más entradas”. Pues esa sería otra ocasión en la que os dejarían con la miel en los labios.
Quedarse con la miel en los labios es quedarse con las ganas de hacer algo, quedarse a punto de hacer algo que nos gusta, pero no llegar a hacerlo del todo. Si os fijáis bien, es muy gráfica la frase en sí, porque es como si quisiéramos comer miel, pero no pudiésemos, sólo llega a nuestros labios pero nunca llega a nuestra boca, por lo que no llegamos a ingerirla nunca.
Pongamos algunos ejemplos. Imaginad que vais a una gran ciudad y justo cuando vais a entrar a ese museo que habéis soñado visitar desde hace mucho tiempo, os sale al paso un guardia de seguridad y os dice: vamos a cerrar. Eso sería quedarse con la miel en los labios.
Otro ejemplo. Imaginad que estáis en la cola para comprar entradas para ese concierto que tanto tiempo habéis esperado que se celebrase, o para ese partido mítico que no os queréis perder, y poco antes de que llegue vuestro turno, en la taquilla cuelgan el cartel de “No quedan más entradas”. Pues esa sería otra ocasión en la que os dejarían con la miel en los labios.