Aquí tenemos un par de tertulianos de primera magnitud. El de la gorra es Manuel, pastor de toda la vida. No tiene estudios universitarios; pero ha aprendido tanto de la vida que no hay tema en el que no de su parecer, casi siempre acertadísimo.
Manuel no tiene una sola gota de grasa en su cuerpo. Todo es músculo. Anduvo toda su vida cerro arriba y cerro abajo con sus ovejas y se conoce el término de Deza a la perfección. Te dará detalle de todas las fincas y de sus dueños. Se las sabe con más detalles que un GPS.
Manuel dice que no se ha tomado nunca ni una sola pastilla. Que se ahogaría si tuviese que tomar una. Confiesa que nunca fue al dentista y que los dientes y muelas que le faltan se los ha sacado él mismo, con los alicates.
Manuel se hace cada día a pie más de veinte kilómetros. Gasta dos juegos de kirucas al año y dice que cuando necesita unas le encarga a su hermano que le traiga otras iguales y punto.
Hablando de los ganados y la moscarda nos contó este verano la siguiente anécdota: De las muchas veces que le ha cagado, una de ellas fue en los ojos. Cuando llegó a casa le avisó a su vecina, también pastora como él y enseguida vino con el remedio.
-Te voy a echar esto que va muy bien.
-Pues échalo dijo Manuel haciendo señal se abrir el párpado afectado.
Y ni corta no perezosa nuestra paisana le arreó unas cuantas gotas en el ojo en cuestión.
- Oye, que pica mucho, mira a ver que me has echado.
Y al observar el tubito resulta que era disolución de arreglar los pinchazos, que tenía su nieto.
-Te lavarías el ojo, le dije yo.
- No. Pa qué. Allí no quedó ni una larva de la moscarda viva.
Un abrazo.
Manuel no tiene una sola gota de grasa en su cuerpo. Todo es músculo. Anduvo toda su vida cerro arriba y cerro abajo con sus ovejas y se conoce el término de Deza a la perfección. Te dará detalle de todas las fincas y de sus dueños. Se las sabe con más detalles que un GPS.
Manuel dice que no se ha tomado nunca ni una sola pastilla. Que se ahogaría si tuviese que tomar una. Confiesa que nunca fue al dentista y que los dientes y muelas que le faltan se los ha sacado él mismo, con los alicates.
Manuel se hace cada día a pie más de veinte kilómetros. Gasta dos juegos de kirucas al año y dice que cuando necesita unas le encarga a su hermano que le traiga otras iguales y punto.
Hablando de los ganados y la moscarda nos contó este verano la siguiente anécdota: De las muchas veces que le ha cagado, una de ellas fue en los ojos. Cuando llegó a casa le avisó a su vecina, también pastora como él y enseguida vino con el remedio.
-Te voy a echar esto que va muy bien.
-Pues échalo dijo Manuel haciendo señal se abrir el párpado afectado.
Y ni corta no perezosa nuestra paisana le arreó unas cuantas gotas en el ojo en cuestión.
- Oye, que pica mucho, mira a ver que me has echado.
Y al observar el tubito resulta que era disolución de arreglar los pinchazos, que tenía su nieto.
-Te lavarías el ojo, le dije yo.
- No. Pa qué. Allí no quedó ni una larva de la moscarda viva.
Un abrazo.
En los años en que nosotros éramos chicos no se usaban los herbicidas. Por la remolacha, lo mismo que por el maíz se pasaba un borrico que tiraba de un aladrillo, conducido por el chaval de casa que estiraba del ramal con objeto de que no pisara las matas sembradas en los surcos. Así se mataban algunas hierbas que ya no hacía falta quitar con la azada, ahorrándose mucha faena.
Después del almuerzo, que había sido bastante copioso y regado con buen vino, al padre le vinieron ganas de expulsar unos aires que le molestaban y como iba el último de la fila no lo pensó mucho y... Rrrrron le salió uno como si arrancaran una moto de 500cc, sin tubo de escape.
El hijo casi se asustó y volviéndose le preguntó a su padre.
-Padre... ¿Ha sido usted o el burro?
- Yo. Contesto el padre. ¡Y que pasa...!
-Nada, nada. Que me parecía a mi mucho pedo para el burro.
(Contado por José María G. E.)
Un abrazo.
Después del almuerzo, que había sido bastante copioso y regado con buen vino, al padre le vinieron ganas de expulsar unos aires que le molestaban y como iba el último de la fila no lo pensó mucho y... Rrrrron le salió uno como si arrancaran una moto de 500cc, sin tubo de escape.
El hijo casi se asustó y volviéndose le preguntó a su padre.
-Padre... ¿Ha sido usted o el burro?
- Yo. Contesto el padre. ¡Y que pasa...!
-Nada, nada. Que me parecía a mi mucho pedo para el burro.
(Contado por José María G. E.)
Un abrazo.
Otro tanto me pasó o mejor dicho me pasó una cosa que tiene relación con los vientos, esos que a veces suben y bajan si no los expulsas. Resulta que convivimos estas vacaciones con un sobrino en la misma casa del pueblo y un día fuimos a ver el nido del buitre a Antoñana. Me acompañaba un niño de seis años y me daba vergüenza soltarlo por no "escandalizarlo" y le dije: Qué pasa si ahora se tira uno un pedo. Y me contestó: En el campo tirarse un pedo no tiene ninguna importancia pues para eso es campo. Y le dije pues ahora me tiro uno. Pues yo otro, dijo y los dos lo soltamos a la misma vez.
Un abrazo.
Un abrazo.