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DEZA: Y puesto que hemos tratado de la vida de las gallinas,...

Y puesto que hemos tratado de la vida de las gallinas, lluecas o no, de los gallos y de los antiguos refranes donde estas aves son protagonistas, como el del gallo de Morón, justo es que no olvidemos otro que todo romero que realiza la peregrinación, siguiendo el Camino de Santiago, escuchará o leerá al pasar por la localidad riojana de Santo Domingo de la Calzada.
Esta historia se narra, entre otras muchas, en el Codex Calixtino que se conserva en el archivo de la catedral de Santiago, concretamente en el capítulo V y el escrito se atribuye al mismo papa Calixto.
Era a mediados del siglo XII cuando una familia alemana compuesta por un matrimonio y su hijo, deciden peregrinar a Santiago para cumplir una promesa. Cuando llegaron a Santo Domingo de la Calzada, decidieron descansar en una posada junto al camino para curarse las heridas de los pies, cenar y pasar la noche. La hija del posadero sintió una gran atracción por el muchacho e intentó seducirlo. Comoquiera que el joven no le hizo mucho caso, la moza, despechada, urdió una estratagema para que se quedara en el pueblo. Así que metió una copa de plata en el zurrón de su padre quien fue registrado cuando abandonaban el pueblo; al encontrar la copa en su zurrón, y como entonces el robo estaba muy castigado, le condenaron a morir ahorcado. El hijo, por salvar a su padre, se declaró culpable y así fue a él a quien ahorcaron.
Los padres, con la tremenda pena de haber perdido al hijo, siguieron su peregrinación hasta Santiago cumpliendo con su promesa. Regresaron a los treinta y seis días y se postraron a orar bajo el cadalso donde todavía permanecía el hijo colgado, advirtiendo que estaba vivo y sostenido por las manos de Santiago o de Sto Domingo- no hay coincidencia en los autores acerca del santo-.
Llenos de alegría ante el prodigio, fueron a contárselo al Corregidor que estaba dando cuenta de una gallina asada. El incrédulo brazo de la justicia, naturalmente no les creyó, mofándose de los peregrinos con estas palabras: “me lo creeré cuando cante esta gallina que me estoy comiendo”. Y entonces se realizó el prodigio: la gallina asada surgió del plato viva y cacareando. El Corregidor no tuvo más remedio que pedir excusas y dejar marchar a su destino a los romeros.
En la iglesia del pueblo colocaron una jaula de hierro con unas gallinas, y algunos peregrinos trataban de hacerse con alguna de sus plumas para lucirlas en el sombrero, mientras otros les ofrecían migas de pan con la punta de sus bastones.
Asi, cuando mencionamos a esta ciudad, siempre la relacionamos con este refrán:
Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada.
Un saludo