Cuando yo era chico, de esto ya hace mucho tiempo, recogíamos las herraduras y las guardábamos. Si preguntas donde se podían recoger herraduras te lo explicaré. En Deza en los años 40 había gran cantidad de machos, mulas, burros y algún caballo. Casi todos, excepto algún burro en sus patas traseras, todos ellos iban calzados con hierro. Si había 600 animales, al hacer un pequeño cálculo, contaremos unas 2400 herraduras caminado por los caminos sendas y calles.
Al irse desgastando los clavos y las herraduras con el uso, llegaba el momento que se desprendían y al final caían al suelo. Generalmente era por el desgaste al andar; pero había casos excepcionales en los que el animal se pisaba las manos delanteras con las patas traseras y él mismo la desclavaba de su casco o pezuña. Si estaba en buen estado la recogías para ponérsela de nuevo y si no merecía la pena, la dejabas si es que te dabas cuenta de la pérdida en el momento del suceso.
Por regla general la herradura se partía en dos mitades. Una de ellas podía caer y la otra aguantarse, pero había que cambiarla enseguida que se pudiese y poner un nuevo calzado en aquella pata. Y quizá cambiar las dos delanteras o traseras, según de donde hubiese la falta. Podrían darse algunas variantes que entran dentro del cálculo de posibilidades existentes.
Recoger herraduras no era ningún oficio puesto que puedes figurarte que se recogía algún trozo de vez en cuando y si era entera, mejor. Pero que no era rentable ni mucho menos. Podías a lo sumo, esperando meses, coger un kilo para cambiarlo por naranjas en algún momento que viniese el chatarrero y comerte unas naranjas que quizá las tuvieses en deseo.
Seguiremos...
Un abrazo.
Al irse desgastando los clavos y las herraduras con el uso, llegaba el momento que se desprendían y al final caían al suelo. Generalmente era por el desgaste al andar; pero había casos excepcionales en los que el animal se pisaba las manos delanteras con las patas traseras y él mismo la desclavaba de su casco o pezuña. Si estaba en buen estado la recogías para ponérsela de nuevo y si no merecía la pena, la dejabas si es que te dabas cuenta de la pérdida en el momento del suceso.
Por regla general la herradura se partía en dos mitades. Una de ellas podía caer y la otra aguantarse, pero había que cambiarla enseguida que se pudiese y poner un nuevo calzado en aquella pata. Y quizá cambiar las dos delanteras o traseras, según de donde hubiese la falta. Podrían darse algunas variantes que entran dentro del cálculo de posibilidades existentes.
Recoger herraduras no era ningún oficio puesto que puedes figurarte que se recogía algún trozo de vez en cuando y si era entera, mejor. Pero que no era rentable ni mucho menos. Podías a lo sumo, esperando meses, coger un kilo para cambiarlo por naranjas en algún momento que viniese el chatarrero y comerte unas naranjas que quizá las tuvieses en deseo.
Seguiremos...
Un abrazo.