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DEZA: Me uno a vuestro link acerca del tema de Dª Conrada....

NO TE SALVES

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

Autor: Mario Benedetti

Entiendo que la primera en la foto es Dª Conrada, mi maestra de párvulos. El último día que estuve en Deza, hablé con su hermano, cuyo nombre no recuerdo, pero que imagino que es Antonio. Me dijo que Conrada había fallecido. Mi re cuerdo de ella es muy grato, por su belleza y por su trato amable. Le ayudaba a enseñar las primeras letras la Srª María, que no tenía título, pero hacía muy bien su papel. Así nos enseñaba esta señora: (la que abre la boca "a". La rota "e". La del puntito "i". La redondita "o". Y la que hace miedo "u". Agradeceré me aclareis si estoy en lo cierto, pues yo no recuerdo ninguna otra Conrada. Gracias

Me uno a vuestro link acerca del tema de Dª Conrada. Yo también la recuerdo con cariño: fue mi primera maestra. Como he dicho en alguno de mis anteriores mensajes, si me preguntan por los nombres de los premios Nobel escasamente podría recordar una decena, pero el recuerdo de nuestros educadores, nunca se olvida. Yo comencé párvulos en su escuela; quienes nacieron en el año siguiente ya lo hicieron en la de Dª. Modesta- Tina, hija de D. Gerardo- en la escuela que se instauró en el callejón del tío Pablito, sobre la antigua carpintería de Benjamín, y que después fue baile.
¿Qué se puede decir de aquella bondadosa y eficiente maestra que comenzó a enseñarnos con tanta dedicación y cariño? Era de esas personas que se hacían respetar e inspiraban simpatía, cuya principal misión era ejercer su docencia y educar a montones de chiquillos, porque entonces no se limitaban a admitir en la escuela a un número reducido, sino a todos- cincuenta, sesenta o quizás más- según la natalidad de aquellos fecundos años de posguerra. Con ella trazamos los primeros palotes en la pizarra, las primeras letras y números, los saludos y la convivencia. Todavía conservo el libro que me regaló cuando yo tenía seis años como premio a mis progresos en la lectura. No recuerdo a ningún niño que llorara por entrar a la escuela; allí encontrábamos el calor físico y humano y allí aprendíamos las primeras normas de comportamiento y las primeras nociones en cultura.
Sobre su mesa las cabezas en escayola de un chinito y un negrito con un orificio que servía como hucha para las misiones; a la derecha la estufa que llenaba de humo toda la clase y, al otro lado, un botijo con pinchos en el pitorro para que nadie osara beber a “mamón”. Las chicas en invierno colocaban bajo los pies unas rejillas llenas de brasas; los niños no.
A Dª Conrada la sustituyó Dª Luisa Alcázar, descendiente también del pueblo y, como ella, eficiente, cariñosa y también de grato recuerdo.
Un saludo