Hace bastante tiempo que hice esta reflexión. Como estamos tocando el tema, la expongo a vuestro criterio.
SER PADRES: DELICADA MISIÓN
Parece ser que la ley del péndulo se cumple una vez mas. En este caso del respeto excesivo impuesto por los padres a sus hijos, hemos pasado a la arrogancia de éstos hacia los primeros. Se comenzó con los temidos traumas psicológicos que impedían dar “un cachete a tiempo” para evitar tan trágicas consecuencias. El miedo a que los hijos pudieran caer en el alcoholismo o drogadicción hizo que los padres aceptaran imposiciones o sobornos de todo tipo. La libertad, tan necesaria en una buena educación degeneró en una gran falta de respeto; porque todo irá bien mientras concedas privilegios, pero cuando cuestiones actitudes comenzarás a estar cuestionado como educador. Te exigirán todos los derechos inherentes a su edad y, si quieres mantener una mínima convivencia, no podrás mostrar las obligaciones que deben asumir. Como consecuencia la autoridad de los padres quedará compartida o totalmente cedida en favor de los hijos. Si la pareja mantiene un criterio unitario será posible el diálogo; pero si entre ambos existen divergencias, serán éstas aprovechadas por los hijos para situar sobre las cuerdas al que intente poner orden. Imaginemos un colegio con dos profesores. Los alumnos imponen las preguntas de un examen y uno de los profesores por no indisponerse con los alumnos, apoya la idea. ¿En qué posición queda el otro profesor? ¿Cuál será la calidad de la enseñanza? Entiendo que sería mas racional que mientras los hijos convivan con los padres, incluso después de cumplida la mayoría de edad, aceptaran las normas establecidas.
En estos momentos muchos sociólogos y psicólogos ya no están convencidos de la bondad del sistema que propugnaron y somos muchos los que pensamos que los matriarcados y patriarcados desembocarán, si no ponemos los medios, en una nueva e insólita forma familiar: el “filiarcado”.
Personalmente pienso que con el sistema de educación anterior, también imperfecto, no habríamos llegado al deterioro social en que nos encontramos. Me consuela pensar que si este cambio lo hemos sufrido una generación, nuestros hijos se encargarán por la misma ley que enunciaba al comienzo, de educar a nuestros nietos con disciplina espartana.
SER PADRES: DELICADA MISIÓN
Parece ser que la ley del péndulo se cumple una vez mas. En este caso del respeto excesivo impuesto por los padres a sus hijos, hemos pasado a la arrogancia de éstos hacia los primeros. Se comenzó con los temidos traumas psicológicos que impedían dar “un cachete a tiempo” para evitar tan trágicas consecuencias. El miedo a que los hijos pudieran caer en el alcoholismo o drogadicción hizo que los padres aceptaran imposiciones o sobornos de todo tipo. La libertad, tan necesaria en una buena educación degeneró en una gran falta de respeto; porque todo irá bien mientras concedas privilegios, pero cuando cuestiones actitudes comenzarás a estar cuestionado como educador. Te exigirán todos los derechos inherentes a su edad y, si quieres mantener una mínima convivencia, no podrás mostrar las obligaciones que deben asumir. Como consecuencia la autoridad de los padres quedará compartida o totalmente cedida en favor de los hijos. Si la pareja mantiene un criterio unitario será posible el diálogo; pero si entre ambos existen divergencias, serán éstas aprovechadas por los hijos para situar sobre las cuerdas al que intente poner orden. Imaginemos un colegio con dos profesores. Los alumnos imponen las preguntas de un examen y uno de los profesores por no indisponerse con los alumnos, apoya la idea. ¿En qué posición queda el otro profesor? ¿Cuál será la calidad de la enseñanza? Entiendo que sería mas racional que mientras los hijos convivan con los padres, incluso después de cumplida la mayoría de edad, aceptaran las normas establecidas.
En estos momentos muchos sociólogos y psicólogos ya no están convencidos de la bondad del sistema que propugnaron y somos muchos los que pensamos que los matriarcados y patriarcados desembocarán, si no ponemos los medios, en una nueva e insólita forma familiar: el “filiarcado”.
Personalmente pienso que con el sistema de educación anterior, también imperfecto, no habríamos llegado al deterioro social en que nos encontramos. Me consuela pensar que si este cambio lo hemos sufrido una generación, nuestros hijos se encargarán por la misma ley que enunciaba al comienzo, de educar a nuestros nietos con disciplina espartana.