Continuando con el tema de los refranes, que son dichos o sentencias populares, hay que distinguir los que lo son por anotación o connotación.
En nuestro pueblo, en esos lugares donde los abuelos que sabiamente sabían elegir sus mentideros, se escuchaban con frecuencia y casi siempre eran aceptados como dogmáticos. Ante un refrán no hay controversia y podía acabar con una conversación, dando la razón a quien lo esgrimía. Muchos hemos conocido a algunos de esos abuelos que se distinguían por su agudeza e ingenio. Aunque no me gusta citar nombres, sí que recuerdo a un célebre chascarrillero de la calle de la Solana y a otro de la Puerta de Cihuela, ambos muy ingeniosos, cuyas sentencias eran generalmente aceptadas por sus contertulios.
En el Quijote, la mayor obra de la literatura española, Cervantes menciona muchos de ellos y son célebres aquellos con los que aconseja a Sancho cuando lo nombra gobernador de Barataria.
No es difícil encontrar el sentido, por ejemplo a aquel en que le dice:
“Sé padre de virtudes y padrastro de vicios”.
O aquel otro cuya interpretación tampoco se presta a duda:
“Quien tenga el tejado de vidrio, no apedree el del vecino”
Poco han cambiado los refranes desde la antigüedad y muchos de ellos están vigentes en nuestros días
“A la tercera va la vencida”. Con esta optimista expresión, después de fracasar en dos intentos, una persona trata de conseguir lo que se propone, a perseverar una tercera vez. El origen de este refrán parece que se refiere al vocabulario de varias modalidades de lucha cuerpo a cuerpo, en la que el luchador ha de derribar tres veces a su adversario. También aparece en los tratados de la Justicia del siglo dieciséis, cuando se trata del derecho penal; si un ladrón era capturado robando por tercera vez, era condenado a la horca.
No quiero extenderme más, pero viene a cuento un refrán al que le podíamos dar una connotación actual: estos últimos años, quienes comprábamos una vivienda, dado el aumento del valor que año tras años iba adquiriendo ésta, decíamos: pues ya tiene un valor tantos millones más que cuando la compré. Este refrán le viene “como anillo al dedo”: “Si quieres saber lo que vale tu potro, vende el tuyo y compra otro”.
Saludos
En nuestro pueblo, en esos lugares donde los abuelos que sabiamente sabían elegir sus mentideros, se escuchaban con frecuencia y casi siempre eran aceptados como dogmáticos. Ante un refrán no hay controversia y podía acabar con una conversación, dando la razón a quien lo esgrimía. Muchos hemos conocido a algunos de esos abuelos que se distinguían por su agudeza e ingenio. Aunque no me gusta citar nombres, sí que recuerdo a un célebre chascarrillero de la calle de la Solana y a otro de la Puerta de Cihuela, ambos muy ingeniosos, cuyas sentencias eran generalmente aceptadas por sus contertulios.
En el Quijote, la mayor obra de la literatura española, Cervantes menciona muchos de ellos y son célebres aquellos con los que aconseja a Sancho cuando lo nombra gobernador de Barataria.
No es difícil encontrar el sentido, por ejemplo a aquel en que le dice:
“Sé padre de virtudes y padrastro de vicios”.
O aquel otro cuya interpretación tampoco se presta a duda:
“Quien tenga el tejado de vidrio, no apedree el del vecino”
Poco han cambiado los refranes desde la antigüedad y muchos de ellos están vigentes en nuestros días
“A la tercera va la vencida”. Con esta optimista expresión, después de fracasar en dos intentos, una persona trata de conseguir lo que se propone, a perseverar una tercera vez. El origen de este refrán parece que se refiere al vocabulario de varias modalidades de lucha cuerpo a cuerpo, en la que el luchador ha de derribar tres veces a su adversario. También aparece en los tratados de la Justicia del siglo dieciséis, cuando se trata del derecho penal; si un ladrón era capturado robando por tercera vez, era condenado a la horca.
No quiero extenderme más, pero viene a cuento un refrán al que le podíamos dar una connotación actual: estos últimos años, quienes comprábamos una vivienda, dado el aumento del valor que año tras años iba adquiriendo ésta, decíamos: pues ya tiene un valor tantos millones más que cuando la compré. Este refrán le viene “como anillo al dedo”: “Si quieres saber lo que vale tu potro, vende el tuyo y compra otro”.
Saludos